Mis primeros recuerdos políticos están ligados a León Febres-Cordero. Era el año 84. Yo tenía ocho años. Me acuerdo estar en Salinas con mi abuelo Carlos que tenía su carro empapelado de calcomanías amarillas de “León Presidente”. Recuerdo la emoción de mi abuelo.
Han pasado varios presidentes desde León. Y a pesar de ello, la única canción de campaña que aún recuerdo bien es la de esa época, que cantábamos con mis primos. Esa que decía “Hay que tomar la decisión, para poder levantar al Ecuador, y el hombre que puede hacerlo, es León Febres-Cordero. Unidos en un abrazo, con León sí se puede”.
Estos días, en que nos despedimos de León, he regresado a esa época de varios años atrás. Época de emoción en mi casa por el nuevo presidente, que entendía la importancia de la libre empresa como motor que impulsa un país. Pero de sus años de gobierno casi no me acuerdo. Solo que la emoción fue cayendo a medida que avanzaba su mandato presidencial. Y que sus opositores eran cada vez más.
Del que sí tengo recuerdos más claros es del León Alcalde. Ese es el León de mi generación. Y con ese me quedo. Como guayaquileños siempre reconoceremos lo que hizo León por la ciudad. La sacó de la pocilga en la que la habían convertido los Bucaram y compañía. Nos devolvió el orgullo de vivir aquí.
Lo que vino después de la alcaldía fue una etapa que algo opacó la obra anterior de León. No estuvimos de acuerdo con su actitud como diputado. Con ese León que en lugar de construir y unir, utilizó la política para perseguir. Un mal de muchos políticos es no retirarse a tiempo para dar espacio a nuevos líderes. Tal vez todo hubiera sido mejor si León se hubiese despedido de la política al dejar la alcaldía.
Hoy, en las pantallas de televisión, radios, diarios y páginas webs se unen voces, incluso de enemigos y adversarios, que lo elogian. Y es que con cada nuevo politiquero que aparece en la escena nacional, León se engrandece.
Estos días el país, y sobre todo Guayaquil, está lleno de emociones por ese líder
que se ha ido. Por eso nos enfocamos sobre todo en lo positivo. La historia se encargará de hacer un balance final de la vida y obra del político. Saldrán páginas controversiales, páginas grandes, páginas para olvidar. Pero creo que al final quedará la imagen de un líder que transformó su ciudad y fue fiel a sus ideales.
Nunca conocí a León. Hace pocos años me tocó bajar junto a él varios pisos en un ascensor. Iba callado, flaco y viejo. Me dije a mí mismo “este es el dueño del país”. Al salir, todos se despedían de él con cariño. Estos días hemos vuelto a vivir ese cariño y respeto de la gente por León. Eso no viene gratis. Hay que ganárselo.
La historia lo juzgará en su momento en detalle y sin afectos, como debe ser. Por ahora, mientras nos despedimos de León, escogemos recordar lo bueno. Y esperar que la integridad, inteligencia, valor y visión de los líderes de hoy y mañana supere a la de sus antecesores, para no tener que extrañarlo tanto.
1 comentario:
Manuel Ignacio, no tengo el gusto de conocerte personalmente, sin embargo, he venido siguiendo tus artículos de opinión publicados en El Universo, ya que me siento identificado con tu pensamiento.
Me he permitido publicar algunos de ellos en mi blog de opinión económica y política, llamado "El Socialismo del Siglo XXI y Otros Cucos", http://www.OtrosCucos.net. Del mismo modo, he añadido un enlace a tu blog.
En mi blog, he publicado algunos articulos de mi autoría que tratan sobre diversos temas, te invito a que los leas, http://www.otroscucos.net/search/label/J.%20F.%20Bola%C3%B1os
Felicitaciones por la publicación del libro "De Forajidos a Majaderos", seguramente formará parte de mi biblioteca.
Saludos desde Quito.
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