
Estoy de vacaciones en España. Ahora viajo en tren a Madrid. Ayer me tomaba una cerveza de 6 euros en un café de Barcelona. La tomé lentamente para que dure. Saboreando cada sorbo por cada euro que me costó. Envidio a Hemingway y sus amigos que con sus dólares se bebían Europa entera.
Estas épocas del euro fuerte, con franceses, alemanes, españoles, italianos y sus
Estos días mientras viajo por España la gran noticia es la crisis financiera mundial. Las bolsas cuelgan de un hilo. Los bancos se desmoronan. Los gringos y europeos no pueden pagar sus hipotecas y deudas. Y los gobiernos han salido al rescate de los pobres banqueros. El plan de Bush alcanza los 700 mil millones de dólares. En los noticieros lanzan la cifra como si nada. Como quien comenta el estado del clima o el resultado del último partido de fútbol. ¡Pero son 700 mil millones! ¡Mucha plata! En Inglaterra nacionalizan la banca. Y aquí en España el gobierno también habla de miles de millones de euros mientras abre de par en par la billetera nacional. Y mientras escucho estas catastróficas noticias no puedo evitar soñar que con la crisis este primer mundo se vuelve algo más barato, que cada euro ya no cuesta un ojo de la cara, tomarse un trago en un bar deja de ser un golpe bajo a la tarjeta de crédito y Europa vuelve a ser una fiesta para los americanos que nos movemos al ritmo del dólar.
Mi tren está llegando a la estación. Da vueltas en mi cabeza la canción de Sabina, mientras me bajo en Atocha y me quedo en Madrid. Aunque no será por mucho tiempo. Europa sigue siendo una fiesta. Pero a ritmo de dólar ya no dura tanto. Yo ya me quedé sin un centavo. Toca volver. Allá donde podré tomar más tranquilo las próximas rondas de cerveza.

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