jueves, septiembre 25, 2008

Derrota dominical

Este domingo ganarán Rafael Correa y su buró. Perderemos los ecuatorianos.

Votaremos por una nueva Constitución que en realidad es una excusa para darle más facultades al Gobierno, para que avance a toda máquina su plan estatista y concentrador de poder.

Es una sensación extraña esta de ver cómo el país acude emocionado a votar por un futuro más oscuro. Muchos votan convencidos con el eslogan de “Voto Sí porque el No ya lo viví”. No imaginan que se puede estar peor que antes.

Este domingo votaré No porque me basta con lo que ya hemos vivido del Sí.

Mi voto no tiene que ver con todo aquello en lo que gran parte de la reducida campaña por el No se ha enfocado: aborto, gays, drogas, religión. Fue un enfoque equivocado, más allá de que logre algunos votos. Con nueva Constitución o sin ella, no cambiarán los números de abortos en el país, el uso de las drogas, o la elección sexual de las personas. Por ahí no va el asunto.


El problema principal se refleja, por ejemplo, en la actitud del Gobierno frente a la nueva –e ilegal– Ley de Tránsito que el propio Gobierno escribió. Será una conducta que veremos más en el futuro: no importa lo que diga ese libro aprobado en Montecristi. No importa la ley. Lo que importa es lo que el Gobierno ve como “legítimo”. Lo que importa es avanzar, a como dé lugar, con este proyecto que está convencido que cada ciudadano no tiene la capacidad de tomar sus propias decisiones, sino que estas deben tomarse y exigirse desde la infinita sabiduría del poder central. Este domingo se votará por dar más poder y legitimidad a un Gobierno que seguirá la Constitución cuando le convenga.

Esto se vuelve más evidente cuando vemos la experiencia de Venezuela bajo el dominio de Hugo Chávez. A veces me pregunto ¿cómo veríamos a Correa si no existiera Chávez? ¿Sospecharíamos igual de su proyecto, intenciones e ideología? ¿Veríamos con tanto pesimismo el futuro? ¿Podríamos predecir lo que tenemos por delante? Tal vez la pregunta debe ir más atrás: ¿Existiría Correa y este Gobierno sin un Chávez?

Esa ideología y estilo, que pone al Estado antes que todo y que todos, ya tiene sus claros frutos en una Venezuela donde el Estado, o sea, el Gobierno, o sea, el Presidente es el amo y señor de todo lo que se mueva y no se mueva. Porque Venezuela y Chávez existen, los peligros del Sí son más reales y tangibles.

Nos guste o no, Rafael Correa sigue en la cima de su popularidad. Su mensaje sigue vendiendo bastante bien. Basta oírlo un sábado cualquiera durante su cadena radial. La gente disfruta escuchándolo, ríen, comentan, sueñan con sus palabras.

Este domingo votaremos No, porque aunque perderemos una vez más votando distinto a la mayoría del país, tenemos la confianza de que poco a poco iremos todos despertando de la seducción de este verde populismo publicitario, y sabremos que el camino al progreso y bienestar está por otro lado.

Que al menos la derrota dominical que el país sufrirá nos sirva de aprendizaje para futuros triunfos.

sábado, septiembre 20, 2008

Estamos gordos

En Wall-E, la última película de los estudios Pixar, los seres humanos son una raza de obesos que apenas pueden levantar su propio peso. Ni siquiera caminan. Se la pasan sentadotes comiendo, viendo televisión y hablando por celular en unas sillas flotantes que los transportan a cualquier lugar. Su vida es como un eterno domingo, de esos echados en el sofá frente al televisor comiendo papitas artificiales.

En la película es el año 2815. Un futuro bastante lejano. No creo que lleguemos a ese extremo de comodidad, reemplazando nuestras piernas por una silla voladora. Pero viendo como avanzan nuestras vidas modernas hipnotizados frente a monitores y pantallas planas, como que nos acercamos bastante rápido a ese estado de inmovilidad que imaginan los creativos de Pixar.

Lo digo con conocimiento de causa. Yo, que en un pasado no muy lejano no dejaba pasar ni un día sin hacer algún deporte, hoy estoy adolorido del “ejercicio” que hice ayer. Me duelen los brazos. Me duele la espalda. Me duelen los hombros. Fue toda una jornada deportiva: tenis, box, cien metros planos, cien metros con obstáculos, y hasta una carrera en la que tenía que esquivar trampas mortales y bolas de fuego.

Sí, con mucha vergüenza, debo confesar que me duele mi cuerpo por haber jugado Wii. Mi diaria inmovilidad frente al computador ha alcanzado niveles tan tristes que mi ejercicio de esta semana se ha limitado a un duelo virtual contra mi sobrino, moviendo como idiota un control remoto frente al televisor. Sintiéndome todo un Rafa Nadal, mientras mi muñequito –que se ve igualito a mi— gana partidos con un forhand envidiable y un saque imparable. Jurándome tan atleta como Jefferson mientras corro a toda velocidad por la pista, moviendo el control con mis muñecas, arriba y abajo, arriba y abajo. Los músculos se me tensan. Creo que me viene un calambre.

Toda una tarde frente al televisor jugando Wii, ese mágico invento de Nintendo que ha hecho levantar del sofá hasta al gringuito más obeso, ha sido suficiente para entender que necesito hacer más ejercicio. Tendré que inventarme alguna historia más interesante mañana cuando en el trabajo me vean caminar encorvado agarrándome la espalda. Diré que correr esa media maratón me dejó molido. O que cuatro horas de un partido de tenis pueden ser agotadoras. ¿Pero Wii? ¡Qué decepción! Mi profesor de gimnasia del colegio estaría avergonzado de ese alumno deportista que alguna vez tuvo. De castigo me mandaría atravesar la cancha haciendo sapitos.

Veo las barrigas de mis amigos y se que no estoy solo en este mundo de inactivos. Hasta hace no mucho jugábamos fútbol, tenis, corríamos de un lado para otro. Hoy nuestras panzas delatan partidos de menos y cervezas de más. Nos miramos y nos juramos que esto es temporal. Que el lunes empezamos gimnasio. Nos citamos para jugar tenis el próximo sábado. Armamos la alineación de ese equipo que nunca más pisará la cancha. Estamos gordos. Jóvenes aun, pero gordos. Y a mi me duele el cuerpo por jugar un jueguito de videos.

Ahora el Wii ha sacado una plataforma sobre la que te paras y puedes hacer rutinas de aeróbicos y ejercicios siguiendo las instrucciones de un instructor virtual. Lo que parecía increíble está ocurriendo: videojuegos que te hacen quemar calorías en lugar de acumularlas.

Pero eso tendrá que esperar. Todavía me duelo el cuerpo. Y debo cuidar mis muñecas para la revancha.


* Publicado en revista SOHO de septiembre

jueves, septiembre 18, 2008

No callar y vencer el miedo

Este lunes Carlos Vera recibió un merecido homenaje. Más que un homenaje al periodista, fue un llamado a la defensa de esa libertad de expresión que Rafael Correa tanto aborrece.

Más allá de estilos y formas de pensar, Carlos Vera es símbolo de ese periodismo frontal, que encara sin miedo al poder. Por eso nunca ha sido el favorito de quienes hacen del poder un arma para controlar, en lugar de una herramienta para servir.

Entre ellos están Rafael Correa y muchos en su gobierno, quienes no entienden realmente lo que significa la libertad de expresión. Es verdad que aquí no hay periodistas encarcelados ni torturados. Pero Correa utiliza otros métodos para atacar e intentar limitar nuestra libertad.

Este Gobierno ataca la libertad de expresión al interrumpir descaradamente el programa de Carlos Vera, con cadenas de televisión con dedicatoria. Al presentar una denuncia penal contra el director de un diario por un editorial que no le gustó. Al insultar, desprestigiar y ridiculizar a periodistas que día a día se juegan el pellejo por mostrar la verdad. Al inundar los canales de televisión con cadenas nacionales que imponen su visión de los hechos, burlándose en la cara de la visión más imparcial que brindan los canales en sus noticieros. Y sobre todo, al promocionar un proyecto de Constitución que le permitiría agarrar a los medios por el cuello con nuevos mecanismos de censura y la amenaza de que el Estado se convierta en su dueño parcial.



Cuando uno ve el escaso entendimiento de nuestro Presidente de lo que la verdadera libertad de expresión significa, uno duda que haya vivido y estudiado en Europa y Estados Unidos. De lo contrario, sabría aceptar e ignorar, como lo hacen mandatarios de países desarrollados, las críticas frontales e incluso las burlas y parodias contra el poder de turno. La visión de Correa está muy lejos de la de esos países. Se acerca más bien a visiones dictatoriales que en lugar de encontrar en los medios de comunicación y sus periodistas a aliados de la verdad, encuentra en ellos a obstáculos y enemigos que derrotar.

Uno de los momentos más divertidos del homenaje a Carlos Vera fue cuando en un video sobre su trayectoria periodística se mostró una entrevista al candidato Rafael Correa. Ahí, el sonriente futuro presidente felicita a Carlos Vera, a su programa y a Ecuavisa por su objetividad e imparcialidad ejemplares. Todos en el público nos reímos. ¿Es ese el mismo Correa que hoy despotrica justamente contra los medios más serios y objetivos? ¿Dónde se fue ese candidato que parecía abierto, liberal y democrático?

Carlos Vera aceptó en su discurso haber pecado de ingenuidad al apoyar en su momento a Rafael Correa, ignorando a quienes le advertían el peligro que ese joven candidato representaba. No es ni será el único arrepentido y desilusionado.

Mientras existan periodistas defendiendo nuestro derecho a hablar, opinar, cuestionar, criticar, desafiar, reclamar y decir lo que tenemos en nuestras cabezas, los Correas del mundo tendrán problemas al imponer sus engaños. Carlos Vera repite todas las mañanas en su programa que no debemos callar. Que debemos vencer el miedo. Él lo hace a diario. Mientras sean más, el futuro no se ve tan mal.

jueves, septiembre 11, 2008

El gobierno HIL

Según Rafael Correa, el Ministerio de Finanzas ha estado en manos de “ortodoxos, conservadores y prudentes, a los que llamamos OCP,” que conspiran tratando de reducir el gasto público, para pagar la deuda.

Para Correa es malo ser ortodoxo, prudente y conservador al manejar el dinero de los ecuatorianos. Prefiere entonces ser un economista heterodoxo, imprudente y liberal. O sea un HIL.

Según un HIL lo importante es el gasto social. Y en eso estamos de acuerdo todos los que queremos un país con más oportunidades. El gasto social –bien invertido– permitirá a muchos ecuatorianos salir de la pobreza. Eso nadie lo discute.

El problema del HIL se basa en su imprudencia. La fórmula HIL es sencilla. Con la excusa de su preocupación social, está dispuesto a gastarse todo lo que tiene y lo que no tiene. Y si falta plata no hay problema, simplemente deja de pagar la deuda. Como dijo Rafael Correa: “no vamos a dejar de invertir en lo social… el rato que no haya recursos, suspendemos el pago de deuda”.

Llevado a un escenario doméstico, el padre de familia HIL diría: “Como para mí lo más importante es la educación de mis hijos, gasto sin miedo en libros, cursos, profesores. Eso sí, esperemos que el próximo año todo vaya bien en el trabajo para que me alcance para todos mis gastos: matrículas, pensiones, alquiler, comida, cuotas de mi carro y los intereses de la tarjeta de crédito (por esa televisión plasma en media sala). Pero si me quedo sin plata no hay problema, simplemente dejo de pagar al banco y la tarjeta”.

Al igual que el Gobierno, el padre HIL canta “Don’t worry, be happy” jugándosela al todo o nada, aunque sabe que sus hijos serán los primeros en pagar las consecuencias de su imprudencia. Si algo pasa, se acaba el crédito, se llevan el carro, y el colegio y profesores serán solo un recuerdo. Le hubiera demostrado más atención a sus hijos siendo más precavido, ahorrando para imprevistos, y viviendo acorde a sus posibilidades.

A eso juega el gobierno HIL. Se las da de muy social, pero en realidad arriesga el futuro del país y, sobre todo, el bienestar de los más pobres. Ellos son los primeros en sufrir las crisis económicas que la imprudencia ocasiona.

El Gobierno ya hace planes de un enorme gasto público para el próximo año basado en imprudentes predicciones del precio y producción de petróleo. ¿Cuántos de esos más de 15 mil millones de dólares buscarán un sincero fin social y cuántos un populista fin electoral? ¿Cuánto de ese presupuesto irá directamente a los pobres y cuánto a la burocracia especialista en malgastar nuestra plata? ¿Y si ocurre algún imprevisto?

Si algo sucede y nos quedamos sin plata para pagar la deuda y la gigantesca
burocracia, no hay problema. El Gobierno simplemente resucitaría la maquinita de hacer billetes. La aspiración HIL se haría realidad por completo: chao dolarización. Dirán que para mantener los programas sociales (o sea para seguir pagando sueldos públicos) debemos regresar a una moneda local.

Y así, mientras se pueda mantener el despilfarro, el gobierno HIL celebrará su economía HIL. Hasta que inevitablemente deba intervenir uno de esos aburridos economistas ortodoxos y prudentes para solucionar todo el desastre.

jueves, septiembre 04, 2008

El hombre de la camioneta

El otro día veía tranquilamente un noticiario en la tele. Luego de ser interrumpido por otra cadena nacional –¿podremos algún día volver a ver un noticiario completo sin que este Gobierno invada nuestro tiempo?– presentaban un reportaje sobre el reciente paro de transportes en Quito. De repente, aparece un señor subiéndose al balde de una camioneta a falta de transporte público. El hombre mira la cámara y dice “por culpa de los pelucones”.

En ese hombre, esa escena, esa frase, está de alguna forma ilustrado el mal que este Gobierno y este Presidente le hacen al país contagiando su odio a la riqueza y sus resentimientos. ¿Qué tienen que ver los pelucones de Correa con este paro de transportistas? Obviamente nada. Y de eso se trata para el Gobierno. Tener siempre a quien echar la culpa.

Si antes los culpables de todos los males eran los políticos, hoy este Gobierno conduce todas las frustraciones nacionales contra los ricos. No es coincidencia que estos días Rafael Correa mencione en sus discursos a los “hijos de papá” de la Universidad Católica. En una época en la que cada quien responde por sus propios actos, no por los actos de parientes o antepasados, el Presidente descarga sus odios contra un grupo de jóvenes acusándolos no de sus actos, sino de sus apellidos y parentelas. Y claro, el país que todavía le cree a su Presidente, absorbe esos resentimientos y se contagia de esta lucha de clases, como el hombre en el balde de la camioneta.

Tan perjudicial como este discurso que confronta en vez de unir a ecuatorianos, es ese excesivo énfasis en todo lo que el Gobierno hará por solucionar los problemas de los ecuatorianos, en lugar de motivar a cada individuo a construir su propio camino. El discurso oficial se basa en los subsidios, los bonos, la condonación de deudas y todos los programas que nos harán felices. Lo importante es mantenernos pasivamente satisfechos.

Correa se convierte en la antítesis de Kennedy. Contrario al ex presidente de Estados Unidos, su discurso nos dice “no preguntes lo que puedes hacer por el país, pregunta lo que PAIS puede hacer por ti”.

El Gobierno no cree en la capacidad de cada ecuatoriano para tomar las riendas de su vida. Cree en la capacidad del Gobierno para tomar las riendas de la vida de los ecuatorianos. Y este proyecto de Constitución, con su marcada planificación estatal, centralización, concentración de poder, y pérdida de libertad individual, va perfecto con esa ideología que pone al Estado por encima del individuo.

Montecristi olvidó –o pretendió olvidar– que el papel de la Constitución es proteger al individuo de los abusos del Gobierno, no aumentar las facultades del Gobierno para controlar al individuo.

Mientras tanto, el hombre de la camioneta votará Sí, esperando que el Gobierno le subsidie el transporte público, el gas, la comida y le dé un puestito público, quitándole la plata a esos pelucones culpables de todo. Allá otros con eso del esfuerzo, el trabajo duro y la ambición personal para progresar.

Y el Gobierno ganará no solo el referéndum, una nueva Constitución y más años en Carondelet, sino, sobre todo, el poder sobre la vida de ese hombre que no sabe en lo que se metió.

miércoles, septiembre 03, 2008

¿Marchando a Carondelet?


Si alguien tenía la duda, ahora ya lo sabe. Jefferson Pérez se lanzará a la política. No hoy. No mañana. Pero pronto. Ya me las olía hace algún tiempo. Sus declaraciones en el pasado y su conservada imagen lo hacían pensar. Pero ahora está clarísimo.

Luego de ganar su medalla de plata en los juegos olímpicos de Beijing, el gran marchista ecuatoriano dijo a un canal de televisión mientras mostraba una bandera del Ecuador: “No sé si aún mi Ecuador es esta la bandera; no sé si aún Ecuador es este el escudo. Como ahora andamos con nueva Asamblea cambiando todo….Esperemos no nos cambien la cabeza y no nos confisquen la lengua”.

En un momento tan importante de su carrera y de tanta emoción para el país, Jeff sabía que tenía la atención del Ecuador entero. Pudo limitarse a agradecer o a lanzar una de sus frases medio filosóficas. Pero prefirió mandar su cuñita política. Le dijo al país, sin decirlo: “Esta Asamblea fue una burla. Esta nueva Constitución quiere quitarnos lo nuestro y lavarnos la cabeza. Voten No”.

En realidad Jefferson se equivocó al tocar el tema de los cambios en el escudo y la bandera. Más allá del ridículo público que hizo pasar a sus autores la propuesta de meter la concha spondylus, la wipala y cosas por el estilo en el escudo nacional, la Asamblea nunca trató este tema. Ni la tricolor ni el cóndor corren peligro de extinción. Le faltó precisión a lo que dijo Jefferson. El Corcho Cordero tiene razón al señalar que el atleta estaba desinformado. Pero eso no cambia la intención de Jeff. Quiso criticar el trabajo de la Asamblea. Quiso decir sin decirlo que votará No. Y logró transmitir su mensaje.

Más que esas declaraciones, me llamó la atención cuando el marchista habló sobre su futuro inmediato: “Vienen cuatro años de muchos estudios en España y EEUU y luego asumir la responsabilidad que mi país me delegará para poder contribuir a una mejor situación de toda una nación”. Traducción instantánea: “En cuatro años, cuando Correa termine su ‘primer’ período presidencial bajo la nueva Constitución y el país no lo aguante más, me lanzo a Presidente.”

No se si emocionarme o preocuparme por estas declaraciones. Me emociona porque ante el poder que Correa acumula, con una Constitución fabricada a la medida de sus ambiciones, se veía muy poco probable que alguien pudiera detenerlo. Pero Jefferson Perez sí puede hacerlo. Su popularidad y estatus de héroe nacional, más una buena asesoría y financiamiento que seguramente no le faltarán, pueden convertirlo en el candidato capaz de frenar este suicidio colectivo llamado Socialismo del Siglo XXI.

Pero al mismo tiempo me preocupa que quien pueda frenar este gobierno sea una persona cuya experiencia previa se limita a caminar a mil por hora quebrando las caderas. No dudo de su buena preparación académica, el buen manejo de sus inversiones y empresas, y su inteligencia. Pero eso no garantiza una buena presidencia.

En este pequeño país, hoy en día las carreras políticas se construyen en los estudios de televisión. No gana quien pueda mostrar el mejor currículo como líder, administrador o estratega. Gana la cara conocida. La que se ha metido en más hogares a través de ese sagrado aparato antes de la telenovela. Lastimosamente Jefferson Pérez sería uno más de esos rostros conocidos que pueden llegar al poder sin demostrar mayores aptitudes para gobernar bien.

Jefferson deberá probarnos que no solo marcha bien. Que sabe administrar, liderar, gobernar. Ya sabemos que puede motivar. Y eso es mucho.

Toca ver si en realidad estas palabras políticas que acompañaron su medalla se traducen en una futura candidatura. Queda ver si el buen marchista puede ser un buen candidato. Queda mucho por verse. Pero hoy, al menos, en las palabras de Jefferson sentimos que se prende una luz al final de este oscuro túnel en el que se sumerge Carondelet. Existe alguien que podría hacerle frente a la dictadura validada en las urnas. Y eso merece celebrarse tanto como la medalla.



* Publicado en revista Clubes de septiembre.

Revista la U. - Septiembre 2008

Ya está circulando la U. de septiembre en tu universidad!!!



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