Leyendo una revista gringa me encontré con un aviso que invitaba a invertir en Irlanda del Norte. El aviso decía: “En Irlanda del Norte creemos que la educación es la clave para competir en Europa”. Y continuaba: “Es fácil ver por qué muchas de las principales empresas del mundo escogen Irlanda del Norte como su base en Europa. Tenemos la ubicación estratégica perfecta. Además, invertimos en educación más que cualquier otra región del Reino Unido...”.
Mientras leía el aviso imaginaba el que podría hacerse de Ecuador. ¿Qué podemos decir? ¿Qué podemos venderle al mundo? ¿Qué ventaja con respecto a otros países de América Latina podemos ofrecer?
Por el lado de la educación habría poco que destacar. La libreta de nuestra educación pública está llena de rojos. Se queda de año. Sigue politizada. Nuestros estudiantes siguen en desventaja. Estamos lejos de poder decir que en Ecuador nos distinguimos en la región por el nivel de educación.
¿Que otra cosa podríamos poner en ese aviso? Veamos. “Venga a invertir a Ecuador, donde la Asamblea Constituyente puede decidir que su empresa ya no es suya, que las reglas con las que llegó ya no se aplican, o que coja sus maletas y se vaya por la sombrita, y eso sí, nos deje aquí todo lo que invirtió”. O quizás: “Aléjese de esos aburridos países donde las cosas no cambian y se puede planear a largo plazo, mejor venga a invertir y vivir la emoción de este país, donde nunca sabemos lo que ocurrirá mañana”. Se me ocurre un eslogan: ‘Ven y disfruta la ‘emoción’ de invertir en Ecuador’.
En lo único que sí podemos decir algo bueno, similar al aviso de Irlanda del Norte, es justamente en aquello donde no hemos hecho nada para ganarlo: nuestra ubicación estratégica. Estamos en el centro de América Latina. Cerca de todo. Es una ventaja que nos vino solita. Y por suerte no hay forma de movernos, o ya algún político hubiese encontrado la forma de hacerlo.
En fin, es poco lo bueno que podríamos poner en la versión ecuatoriana de ese aviso que invite al mundo a invertir. Más allá de nuestra ubicación y una moneda estable —y ni de eso estamos del todo seguros— somos un país de incertidumbres.
En realidad, bajo el gobierno actual, las preguntas como que deben dar un paso más atrás. Se vuelven más elementales. Son, por ejemplo: ¿Queremos atraer a inversionistas extranjeros? ¿Queremos competir con otros países de la región? ¿Queremos publicar ese aviso en el que ofrecemos al mundo las ventajas de invertir en Ecuador?
Nuestro Gobierno parece responder una y otra vez que “no”. No queremos atraer inversión. No nos interesa publicar ese aviso que diga “ven, invierte en Ecuador”.
Hoy, no solo que la inversión y las empresas no llegan, sino que se alejan del país. No quieren quedarse en las actuales condiciones. Prefieren perder plata abandonándolo todo, antes que continuar con la incertidumbre que les da este Gobierno.
Hoy tendríamos muy pocas ventajas como país para ofrecer en ese aviso que invite a invertir aquí. Nos falta tanto. Y las acciones del Gobierno y su Asamblea no están ayudando a hacernos más atractivos ante el mundo. Sino lo contrario. Ese aviso sería un fracaso publicitario.
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