Me acuerdo cuando Bush todavía era un presidente popular. Los gringos le creyeron el cuento de las armas de destrucción masiva y apoyaron su invasión a Iraq. En esa época, lo “patriótico” en Estados Unidos era apoyar a su presidente, apoyar su gobierno, apoyar la guerra. Una ola de fanatismo sacudió ese país. Se llegó a extremos como boicotear a las Dixie Chicks, una banda de música country, por haber criticado al presidente. O a la ridiculez de llamar freedom fries a las french fries, para dejar bien claro el rechazo al gobierno de Chirac que se oponía a la invasión a Iraq.
Ante el apoyo masivo al presidente Bush y la guerra, criticarlo estaba casi fuera de lugar. Pocos se atrevían a hacerlo, corriendo el riesgo de ser públicamente rechazados o ridiculizados. Bush había logrado convencer a su país de que era del interés nacional la guerra contra Iraq. Que la dignidad, honor, patriotismo –y todas esas palabras que usan los políticos para ganar puntos de popularidad– del país estaban en juego.
Me acuerdo de esto cada vez que escucho al presidente Rafael Correa insistir en esta supuesta crisis con Colombia. El Gobierno quiere meternos a todos los ecuatorianos en esta guerra imaginaria. Y quiere hacernos sentir que lo patriótico, lo soberano, lo digno, lo altivo es defender al país contra este supuesto enemigo. Por suerte, no han logrado seducirnos con ciegos fanatismos. No boicotearemos las canciones de Shakira ni nada por el estilo.
Pero no deja de preocupar esta insistencia del Gobierno de esconder sus errores y las acusaciones en su contra creando enemigos imaginarios. Nada como un enemigo externo común para unir a un pueblo y hacerle olvidar sus problemas internos. El Gobierno lo sabe y arma todo un show, demanda a funcionarios colombianos y hace un berrinche internacional, a ver si así tapa las acusaciones de ser compinches de las FARC.
El mundo entero ve a nuestro gobierno como cómplice de las FARC. El aporte de las FARC a la campaña presidencial de Correa es una noticia internacional. Solo el gobierno ecuatoriano –y sus amigos en Venezuela y Nicaragua– niegan la autenticidad de la información en las computadoras de Reyes, y tratan de convencernos que nuestra paz está amenazada por el gobierno colombiano antes que por la guerrilla terrorista.
Pero combatir al gobierno colombiano no es del interés nacional como nos dicen desde el poder. Es del interés del Presidente, de su gobierno, de su partido, de sus “compañeros”. Que no nos metan a todos los ecuatorianos en el mismo saco patriotero.
Sería bueno que el Gobierno en lugar de insistir en su posición contra el gobierno de Colombia, insistiera en una posición clara contra las FARC. Tal vez así en el mundo nos dejarían de ver como amigos de terroristas. Que en lugar de crear enemigos externos que despierten un falso patriotismo y despilfarrar nuestro dinero en nuevos armamentos, se concentraran en resolver los muchos problemas casa adentro. ¿No era este el gobierno del cambio?
Cuando los gringos finalmente despertaron de esa euforia belicista que les nublaba la realidad, la popularidad de Bush descendió a niveles donde siempre mereció estar. Tarde o temprano la verdad nos libera de la ceguera patriotera. Mejor que sea temprano.
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