* Desde este mes escribiré una columna mensual en la revista Clubes. Aquí va la primera entrega.
Leí recientemente un artículo que contaba que el e-mail ha pasado a ser un medio de comunicación anticuado para las nuevas generaciones. Es impersonal, uno nunca sabe cuando te van a contestar, se demora mucho.
La llamada “generación instantánea”, a la que pertenecen los adolescentes de hoy pero en la que nos hemos colado también los no tan adolescentes, necesita todo al instante. Para eso están los mensajes de texto, el Blackberry, el messenger. Ya no podemos esperar todo un día para recibir las noticias en el diario o el noticiero. Necesitamos la información al momento. Y una vez que la recibimos pasamos a lo siguiente. Como diría Edison Méndez: “si es ya, es ya”.
Vivimos días cada vez más instantáneos. Y no solo eso, lo instantáneo se convierte también en lo múltiple. Son días en los que hacemos de todo un poco y poco de todo. Nos hemos vuelto expertos en el difícil arte del “multitasking”: hacer varias cosas a la vez, sin lograr hacer nada del todo bien.
Mientras vemos un programa en la tele, revisamos nuestros mails en la laptop, y escuchamos música, y hablamos y nos mensajeamos por celular, y nos comemos un sánduche, y nos bajamos la última canción de Shakira, y vemos ese video tan chistoso en YouTube, y hasta logramos dejar espacio para conversar con la persona a nuestro lado. Al final, apenas logramos disfrutar el programa en la tele, leemos a medias los mails, olvidamos al instante la canción que escuchábamos, el sánduche nos cae mal, y no tenemos idea de lo que estamos conversando con ese extraño en nuestro cuarto.
Lo más grave es que este problema de la vida moderna se ha contagiado a nuestra vida política. Tenemos un gobierno “multitasking” que practica una política instantánea.
Las promesas políticas de ayer ya son noticia antigua. Nadie las recuerda. Nadie las cumple. Todo cambia tan rápido. A base de un hábil “multitasking” político, el gobierno hace de todo un poco y poco de todo. Pretende hacer mucho, pero no se concentra en nada. Y el país termina mareado y sin saber lo que está pasando.
Basta revisar las noticias y eventos políticos de las últimas semanas. Lo de ayer ya es antiguo, lo de antes de ayer ya se nos olvidó. La noticia de hoy reemplaza todo. Y la de mañana borrará cualquier problema de hoy.
Así, los Pativideos son ya parte de nuestra prehistoria política. Nadie los recuerda. Quedaron en nada. La Asamblea Constituyente de la que se esperaba y habló tanto, repentinamente dejó de importar y la hemos ido olvidando. Los insultos del Presidente, que tanta división, titulares y discusiones generaron, quedaron atrás como si nunca hubieran ocurrido. Las inundaciones y el mal clima atraparon nuestra atención algunos días. Nos prometieron soluciones rápidas. Pero el conflicto con Colombia nos hizo olvidar que medio país naufraga.
Si analizamos la semana en la que se concentró el problema con Colombia, llegamos a la cúspide de la política instantánea. Cada día borraba al día anterior. Ayer Chávez insultaba a Uribe y le enviaba tanques a la frontera. Hoy Chávez es el gran conciliador de la región. Mañana ya se olvidará de todo lo que dijo. Ayer Correa estaba listo para “llegar hasta las últimas consecuencias”. Hoy el conflicto termina, con fuertes acusaciones de Colombia contra el gobierno ecuatoriano y la promesa de Correa de esclarecerlas. Mañana una nueva noticia le permitirá al gobierno hacerle el quite a las denuncias de Uribe, aunque medio mundo nos vea como aliados de la guerrilla.
La política instantánea y del multitasking hace rápidamente de todo a la vez y al final nada lo hace bien. En estos días de Blackberrys y noticias inmediatas, la política instantánea se nos burla en la cara. Solo importa que el show continúe. Sin importar lo malo que sea el show.
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