A veces da la impresión de que el país ideal para este Gobierno y su Asamblea es un país sin empresas privadas. Un país en el que el Estado se encargue de todo. Donde todos seamos empleados públicos, con trabajos dignos, relajados y bien pagados, como los de los asambleístas.
Solo así se explica esta antipatía hacia las empresas privadas y la creación de riqueza. El Gobierno cree que las empresas deben pedir permiso y perdón para trabajar, invertir y hacer dinero en el país. Como si fuera un privilegio, y no un derecho, el emprender un nuevo negocio en suelo ecuatoriano. El Gobierno disfruta teniendo de rodillas a las empresas, sobre todo a las más grandes. Su objetivo es inmediato y de corto plazo: exprimir todo lo que se pueda de ellas. Para ello recurre a arbitrarios mandatos, como el minero; o negociaciones de concesiones que castigan el éxito en lugar de incentivarlo, como con las operadoras celulares. Por conseguir plata rápida para financiar los planes inmediatos del Gobierno, se ahuyenta a inversionistas que prefieren gobiernos con reglas más claras.
En este ambiente, el Presidente acaba de lanzar una nueva perla antiempresa: “Váyanse nomás a Perú mercaderes apátridas sin alma, en lugar de alma tienen un gran bolsillo”. Lo dijo refiriéndose al empresario Mauricio Pinto, quien ha decidido mover parte de su negocio textil al Perú, atraído al igual que otras empresas por la estabilidad y crecimiento económico de ese país.
Correa dijo aquello de “apátridas” y “gran bolsillo” como un insulto. Pero se trata de una realidad. Las empresas no son fundaciones de caridad. No pierden tiempo y dinero en nacionalismos o patrioterismos que tanto gustan a nuestros políticos. Buscan competir y ganar. Para ello van donde las reciban mejor, donde las dejen trabajar y generar riqueza.
Pero aquí no necesitamos más empresas. O eso piensan los asambleístas y el Gobierno. Ellos, en su emoción por convertir a este país en un paraíso socialista a base de decretos, sueñan con empresas imaginarias que no busquen utilidades sino compartirlo todo con el Estado.
No quieren ver que en un país sin trabajo lo primero es tenerlo. Nuestro país no es el más atractivo para invertir. Está muy lejos de serlo. Lo primero es que vengan los inversionistas. O al menos que se queden los que ya están aquí. Que inviertan y generen empleo en un ambiente justo y con reglas claras. La Asamblea y el Gobierno están tan concentrados en regular, controlar y dirigir el comportamiento de las empresas, antes que en incentivar y motivar su inversión, que se quedará sin empresas ni empleos a las cuales aplicar sus decretos.
Sería bueno que vengan todos esos “mercaderes apátridas” con grandes bolsillos. Esas empresas que prefieren ir a Perú. Que huyen de la incertidumbre de un país con una Asamblea dedicada a aprobar al apuro mandatos con visión de corto plazo, en lugar de escribir una Constitución para 100 años.
Hoy el Gobierno tiene plata. Se da el lujo de ahuyentar a la empresa privada. Pero pronto extrañarán la inversión de esas empresas a las que hoy atormentan. Rogarán que regresen. Por no entender que con reglas claras, justas y buen trato, hasta esos “apátridas sin alma” podrían sentirse como en casa.
1 comentario:
Estoy bastante de acuerdo con casi todo lo que dices, pero me molesta mucho lo que NO dices:
En este país la mayoría de empresas no está en el juego de la libre competencia, sino de la competencia tramposa. Eso implica incumplir leyes de seguridad laboral, cuidado del ambiente, pago de impuestos, de salarios "e incluso" prestar un servicio deficiente si con eso pueden ganar más. Estoy de acuerdo contigo en que las empresas "no son fundaciones de caridad". Y no tienen por qué serlo. Pero tienen que cumplir reglas claras. Así como reclamamos de LOS gobiernos que hemos tenido que no haya "seguridad jurídica", y menos con una Asamblea que se toma atribuciones que no le corresponden; tenemos que reclamar de las empresas privadas que cumplan, al menos, con lo que ofertan (ergo, reclas claras). Y muchas veces no es el caso. Ya que hablas de las telefónicas, han sido un grupo que se ha caracterizado por un servicio pésimo (que a veces incluso podría definirse como estafa) y por, recuerda cuando teníamos solamente 2, intentar impedir (pues no les convenía) justamente la libre competencia que sueles defender (con la que en principio estoy de acuerdo).
Entonces, tristemente, este tipo de actitudes de parte de algunos empresarios (para refrescar la memoria, recordemos solamente la crisis bancaria) ha hecho que la gente esté resentida (me incluyo) y que esté dispuesta a apoyar este tipo de acitudes "Nacionalistas" que supuestamente harán que la riqueza sea de todos (definitivamente, NO me incluyo). Es una actitud tristemente entendible y todos salimos perdiendo, pero no puedes negar que el problema no surge con Rafael Correa (aunque tampoco se resuelve, claro)
Te cito cuando dices que "se ahuyenta a inversionistas que prefieren gobiernos con reglas más claras". Se los ahuyentó hace tiempo, y no quieras pensar que el gobierno "de derecha" de Febres Cordero fue una excepción. Es por eso, entre otras razones, que tenemos empresas irresponsables, incompetentes o simplemente sinvergüenzas (ojo, estoy hablando de las privadas).
Así que vamos empeorando, pues con el sucesor de Correa (no va a terminar su segundo mandato) seguramente volverán prácticas corruptas e ineficientes con la excusa de la libertad de empresa (con la que estoy de acuerdo).
En pocas palabras y resumiendo, tu artículo pinta las cosas de una manera un poco irreal y no cubre todos los ángulos del problema. Eso me incomoda, por decirlo de alguna manera.
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