El New York Times acaba de publicar una noticia que muestra lo generosos que somos los ecuatorianos. Para reducir su personal, la empresa automotriz Ford está ofreciendo atractivas indemnizaciones a sus empleados que decidan retirarse. Estos paquetes, los más lucrativos en la historia de la industria según el reportaje, pueden llegar hasta los 140.000 dólares para ciertos empleados.
Mientras una empresa gigante como la Ford entrega 140.000 a un empleado, nosotros les damos a nuestros funcionarios de Petroecuador cerca de medio millón cuando dejan la empresa. Queda claro que los ecuatorianos somos la gente más generosa que hay.
Con justa razón el presidente Rafael Correa reclama y se indigna frente al abuso y privilegios exagerados de esta burocracia dorada de Petroecuador. Pero lastimosamente, como suele suceder con este gobierno, no propone las soluciones profundas que ataquen la raíz de este problema.
Cuando una empresa es de todos, es en realidad de nadie. En estas empresas públicas nadie sufre si se desperdicia la plata en privilegios colectivos. Total, si los dueños de la empresa somos todos los ecuatorianos, equivale a decir que no hay dueños. Escenario perfecto para que los expertos en chuparle legalmente la sangre al Estado hagan su agosto en cualquier mes del año.
El problema de fondo no son los contratos colectivos y los funcionarios sabidos. El problema de fondo es que existan todavía estas empresas de nadie. Y más aún, que el Gobierno favorezca al ineficiente sector público en lugar de apuntar al desarrollo del sector privado.
Tal vez, por ahora, con sus nuevas leyes y decretos, el Gobierno logre frenar estos abusos de funcionarios públicos. Pero mientras existan estas empresas públicas que no responden a nadie, tarde o temprano volverán los privilegios, los burócratas dorados y el despilfarro del dinero de nosotros, los generosos ecuatorianos que nos dejamos robar. La viveza colectiva de sectores públicos continuará mientras este siga creciendo y se lo siga financiando a pesar de su ineficiencia. Mientras exista ese gran botín en las empresas públicas, ahí estarán los grupos parásitos de siempre.
Y algo más. Si tanto le molesta al Presidente tener que botar la plata en pagar esta viveza colectiva del sector público, debería ser consecuente con su indignación y no despilfarrar nuestra plata en tantas otras cosas. Pero parece que el despilfarro no es siempre malo para este Gobierno. Así, se malgasta nuestro dinero en millonarias campañas de publicidad, en ese próximo elefante blanco de Montecristi, en nuevos juguetes militares para guerras que nunca pelearemos, en un avión presidencial para volar con todas las comodidades que exige el socialismo en este siglo XXI, en nuevos ministerios, y en más burocracia.
Tiene toda la razón el Presidente en ponerse bravo con estos burócratas privilegiados. Lástima que su Gobierno apunta a perpetuar estos privilegios en lugar de cortarlos de raíz. Mientras nuestros gobiernos insistan en apostarle a empresas públicas, en lugar de impulsar y trabajar de la mano del sector privado, los ecuatorianos estamos destinados a continuar siendo gente de una generosidad infinita con nuestros hermanos del sector público.
Y mientras tanto, algún gringo recibe feliz su chequecito al jubilarse de la gigante Ford, sin saber que le hubiera ido mucho mejor trabajando para una empresa sudamericana llamada Petroecuador.
2 comentarios:
Excelentes comentarios, y de una verdad tristísima. Lo que mas me llama la atención, es que en este gobierno con solamente ponerse bravo nuestro presidente, les pone de rodillas a las gigantes petroleras a renegociar sus contratos, y ante unos cuantos chupasangre de Petroecuador todo el mundo tiembla. Increible! Indignante!
Hay en este artículo una verdad inmensa: los ecuatorianos creemos que lo que es del estado es de nadie, y por tanto hay que atracarle a como de lugar. Nadie se duele o siente vergüenza cuando se despilfarra nuestros recursos. Mientras no haya un cambio profundo dentro de la conciencia de cada ecuatoriano, no llegaremos a ningún lado. Aunque el que sabemos se ponga bravo (con algunos...)
Esteban Tobar
Excelente artículo, lo más raro es que estos privilegios de dieron durante la "larga noche neoliberal" jaja.
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