¿Y ahora, qué hago? Se preguntan miles de estudiantes universitarios que se están graduando. Este Gobierno les envía un mensaje claro: no abras un negocio porque alguna traba le voy a meter. No trabajes para una empresa privada, sobre todo si es una empresa importante, porque vivirás una incertidumbre constante. Con su actitud, este Gobierno está matando el espíritu emprendedor y empresarial de la nueva fuerza laboral.
Los diarios rebosan de ataques del Gobierno al sector privado, y a todo lo que suene a mucho dinero. Trabas a la actividad minera. Amenazas a empresas telefónicas. Pedidos de caducidad de contratos. Impuestos exagerados. Y una constante descalificación a la actividad privada y al deseo natural del ser humano de progresar y ganar dinero.
Buenos tiempos para ser burócrata. No los mejores para ser empresario.
Tal vez la decisión más práctica que pueden tomar los recién graduados es palanquearse un puesto público, que hoy no falta entre todos los nuevos ministerios y entes estatales. En estas épocas nacionalistas la forma de ganar dinero no es generándolo desde el sector privado, sino extrayéndolo del Estado.
Para el Gobierno el sector privado es como un contrincante, en lugar de un socio y aliado. Ahora, en lugar de motivar mejores precios, servicios y una optimización de recursos del Estado generando una mayor competencia entre proveedores privados, el Gobierno obliga al sector público a utilizar solo los servicios de empresas públicas.
Por ejemplo, las instituciones públicas deben cambiarse a la compañía pública de celulares, a ver si así logra sobrevivir esta empresa. El Presidente también ha dispuesto que el sector público se asegure con Seguros Sucre, una aseguradora del Estado, “para que la platita quede en el sector público”. Lo mismo con la construcción, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y la Armada reciben los contratos de construcción, para “aprovechar nuestros propios recursos.”
Por lo visto, el Gobierno no ve a las empresas privadas como parte de los recursos que tiene para cumplir su misión. Siente que bota la plata al contratar una empresa privada que compite por brindar un servicio, ignorando que la plata la despilfarra en ineficientes empresas públicas que subsisten por contratos a dedo. No hay empresa pública en este país que funcione mejor que una privada. Pero en la mentalidad nacionalista de este Gobierno lo importante es mantener alejado al sector privado y a esos empresarios que solo piensan en ganar dinero.
Para este Gobierno, poner a competir a las empresas públicas con las privadas, o a las privadas entre ellas o con las extranjeras, es parte de “la larga y triste noche neoliberal”. Aparentemente, en esta alegre mañana socialista, las instituciones públicas no deben preocuparse de recibir un buen servicio, ni obtener los mejores precios, ni escoger a los proveedores más eficientes. Lo único importante es darle trabajo a toda empresa que tenga el sello estatal. La ineficiencia, la burocracia excesiva, la mala calidad son secundarias.
Por eso, flamantes graduados, olvídense de iniciar ese nuevo negocio que tenían en mente. Mejor dejen a un lado sus aspiraciones empresariales. No se compliquen. Únanse al sector público que es donde está la plata. Asegúrense ahí un buen sueldo sin estrés y gocen la vida.
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