“Quiero un presidente que comprenda que su responsabilidad es establecer una meta y animar a los demás a conseguirla; que se exija a sí mismo, y a quienes le rodean, los más elevados criterios éticos;… y que sepa elevar nuestra moral y nos haga creer nuevamente que nuestro país necesita de la participación de todos y cada uno de nosotros”.
Esto, entre otras cosas, escribe Caroline Kennedy, hija del ex presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en un artículo que acaba de publicar el New York Times titulado ‘Un presidente como mi padre’. En el artículo, Kennedy apoya al candidato demócrata Barak Obama a quien considera esa persona que puede inspirar a su país y el mundo.
Al mismo tiempo de la publicación de este artículo, los sentimientos antiyanquis de Hugo Chávez y sus amigos se profundizan aún más. Ahora Chávez ha propuesto crear una alianza militar entre las Fuerzas Armadas de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y la isla de Dominica, para hacerle frente a un hipotético ataque de Estados Unidos. Con esa excusa, Chávez arma a su país hasta los dientes y contagia, en quienes todavía le creen, ese delirio de ser víctimas, explotados y perseguidos del “imperio”.
Este artículo de Kennedy habla por toda una generación de gringos que extrañan ser inspirados por sus líderes. Que quieren recuperar ese sitio en el mundo como ejemplo de democracia y libertad, en lugar de ser blanco de protestas, insultos y banderas quemadas y contribuir al surgimiento de figuras como Chávez. Que buscan, en pocas palabras, todo lo contrario a la falta de liderazgo y visión que representan Bush Jr. y su gobierno.
Lo que expresa la hija de Kennedy no concierne solo a los gringos que escogerán este año su nuevo presidente. Le interesa al mundo entero y, sobre todo, a nosotros los latinoamericanos. Estados Unidos ha sido para nuestra región un referente de cómo una democracia y un sistema presidencialista pueden funcionar. No hay sistema perfecto, pero tenemos en la estabilidad de las instituciones gringas y su respeto a la ley y la libertad individual un modelo a seguir.
Solo ese líder que consiga inspirar a Estados Unidos –y al mundo– podrá atraer nuevamente las miradas de Latinoamérica. Los jóvenes latinoamericanos, que hoy queman fotos de Bush, se interesarán, gracias a ese nuevo líder, en esa forma de gobierno que cree en la libertad y el éxito de cada individuo como motor para el progreso de toda una sociedad. Y verán con claridad el fracaso de formas de gobierno, que con la excusa de buscar una supuesta igualdad social, aplastan la libertad individual y terminan hundiendo a toda la sociedad.
Para Caroline Kennedy y muchos más ese líder es Barak Obama. “Yo nunca he tenido un presidente que me inspirara de la manera que la gente me dice que mi padre los inspiró. Pero por primera vez, creo haber encontrado al hombre que puede ser ese presidente…” concluye el artículo.
Si ese líder que inspire llega al poder, ganará la democracia en el mundo. Y sobre todo en nuestra Latinoamérica, que tanto necesita de referentes que muestren el camino para alcanzar sociedades libres, frente al embrujo de experimentos autoritarios disfrazados de incluyentes y revolucionarios.
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