“Quiero un presidente que comprenda que su responsabilidad es establecer una meta y animar a los demás a conseguirla; que se exija a sí mismo, y a quienes le rodean, los más elevados criterios éticos;… y que sepa elevar nuestra moral y nos haga creer nuevamente que nuestro país necesita de la participación de todos y cada uno de nosotros”.
Esto, entre otras cosas, escribe Caroline Kennedy, hija del ex presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en un artículo que acaba de publicar el New York Times titulado ‘Un presidente como mi padre’. En el artículo, Kennedy apoya al candidato demócrata Barak Obama a quien considera esa persona que puede inspirar a su país y el mundo.
Al mismo tiempo de la publicación de este artículo, los sentimientos antiyanquis de Hugo Chávez y sus amigos se profundizan aún más. Ahora Chávez ha propuesto crear una alianza militar entre las Fuerzas Armadas de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y la isla de Dominica, para hacerle frente a un hipotético ataque de Estados Unidos. Con esa excusa, Chávez arma a su país hasta los dientes y contagia, en quienes todavía le creen, ese delirio de ser víctimas, explotados y perseguidos del “imperio”.
Este artículo de Kennedy habla por toda una generación de gringos que extrañan ser inspirados por sus líderes. Que quieren recuperar ese sitio en el mundo como ejemplo de democracia y libertad, en lugar de ser blanco de protestas, insultos y banderas quemadas y contribuir al surgimiento de figuras como Chávez. Que buscan, en pocas palabras, todo lo contrario a la falta de liderazgo y visión que representan Bush Jr. y su gobierno.
Lo que expresa la hija de Kennedy no concierne solo a los gringos que escogerán este año su nuevo presidente. Le interesa al mundo entero y, sobre todo, a nosotros los latinoamericanos. Estados Unidos ha sido para nuestra región un referente de cómo una democracia y un sistema presidencialista pueden funcionar. No hay sistema perfecto, pero tenemos en la estabilidad de las instituciones gringas y su respeto a la ley y la libertad individual un modelo a seguir.
Solo ese líder que consiga inspirar a Estados Unidos –y al mundo– podrá atraer nuevamente las miradas de Latinoamérica. Los jóvenes latinoamericanos, que hoy queman fotos de Bush, se interesarán, gracias a ese nuevo líder, en esa forma de gobierno que cree en la libertad y el éxito de cada individuo como motor para el progreso de toda una sociedad. Y verán con claridad el fracaso de formas de gobierno, que con la excusa de buscar una supuesta igualdad social, aplastan la libertad individual y terminan hundiendo a toda la sociedad.
Para Caroline Kennedy y muchos más ese líder es Barak Obama. “Yo nunca he tenido un presidente que me inspirara de la manera que la gente me dice que mi padre los inspiró. Pero por primera vez, creo haber encontrado al hombre que puede ser ese presidente…” concluye el artículo.
Si ese líder que inspire llega al poder, ganará la democracia en el mundo. Y sobre todo en nuestra Latinoamérica, que tanto necesita de referentes que muestren el camino para alcanzar sociedades libres, frente al embrujo de experimentos autoritarios disfrazados de incluyentes y revolucionarios.
jueves, enero 31, 2008
jueves, enero 24, 2008
Cuatro días
Cuatro días. Eso duró el cambio de actitud en Rafael Correa. Eso nos duró la esperanza de que el arrepentimiento fuera sincero y el cambio posible.
En mi artículo de la semana pasada comenté la buena impresión que nos había dejado el tono conciliador del mensaje a la nación de Rafael Correa en Montecristi. Terminé el artículo preguntando si podríamos realmente creerle que esta vez sí existiría un cambio hacia un Correa que nos permita avanzar sin insultos, odios y peleas. Tenía esperanzas que así sea. ¡Qué iluso!
Solo cuatro días después, Correa nos dejó claro en Guayaquil que no piensa actuar como Presidente. Que lo de Montecristi fue puro show. Que no podemos esperar de él una actitud distinta a la que nos tiene acostumbrados. Que no estamos ante un Presidente que busca acuerdos, sino más divisiones.
Su triste y afónico discurso en Guayaquil nos aclaró, más que nunca, el panorama. La supuesta cita para celebrar se transformó desde el primer momento en otra excusa para atacar. El mensaje fue claro: este Gobierno acabará con todo el que se le cruce en su camino para consolidar su todopoderoso proyecto. Los acuerdos son cosa de tontos demócratas que no sirven a los propósitos de este proyecto socialista.
Lo irónico es que todavía nos traten de vender la imagen de que este es un gobierno abierto, incluyente y justo. La Asamblea Constituyente tendrá que trabajar muy duro haciendo el papel de Academia de Lengua para redefinir estos términos si quiere que se apliquen a esta presidencia. La fantasía de ese gobierno ideal, empaquetado en campañas publicitarias con cantos, música y sonrisas, termina al chocar contra la realidad del discurso presidencial.
“Por el diálogo todo, por la fuerza nada” había dicho Correa en Montecristi. Cuatro días después nos dice que debemos “prepararnos a seguir confrontando, es inevitable”. ¿En qué quedamos entonces? O sufre de mala memoria. O hay una faceta bromista en Correa que todavía no conocemos bien. Ya la semana pasada nos demostró su fino humor al ponerse la banda que dice “Mi poder en la Constitución”.
Correa le vendió al país un gobierno de cambio. Pero no pensó el país que era un cambio hacia una política más burda y tercermundista. Le vendió al país juventud. Pero no pensó el país que esa juventud significaría falta de criterio y experiencia. Le vendió al país corazones ardientes. Pero no pensó el país que esos corazones ardían contra la libertad de la gente.
El cambio para bien tendrá que esperar. Por lo pronto la política no ha cambiado. Ha empeorado. Este Gobierno la ha ensuciado aún más. La sucia campaña oficialista, al peor estilo de plena campaña electoral, ataca desde tarimas, radio y televisión. Esos comerciales dedicados a enlodar y atacar opositores que solo habíamos visto en época de elecciones y pagados con fondos privados de campaña, este Gobierno los ha convertido en práctica regular, pagados con la plata de todos los ecuatorianos. ¿O será que creen que siguen en elecciones?
Hoy marchará Guayaquil por convencimiento y por necesidad. Hoy tal vez entenderán que la seducción de un gobierno publicitario sí puede acabar.
En mi artículo de la semana pasada comenté la buena impresión que nos había dejado el tono conciliador del mensaje a la nación de Rafael Correa en Montecristi. Terminé el artículo preguntando si podríamos realmente creerle que esta vez sí existiría un cambio hacia un Correa que nos permita avanzar sin insultos, odios y peleas. Tenía esperanzas que así sea. ¡Qué iluso!
Solo cuatro días después, Correa nos dejó claro en Guayaquil que no piensa actuar como Presidente. Que lo de Montecristi fue puro show. Que no podemos esperar de él una actitud distinta a la que nos tiene acostumbrados. Que no estamos ante un Presidente que busca acuerdos, sino más divisiones.
Su triste y afónico discurso en Guayaquil nos aclaró, más que nunca, el panorama. La supuesta cita para celebrar se transformó desde el primer momento en otra excusa para atacar. El mensaje fue claro: este Gobierno acabará con todo el que se le cruce en su camino para consolidar su todopoderoso proyecto. Los acuerdos son cosa de tontos demócratas que no sirven a los propósitos de este proyecto socialista.
Lo irónico es que todavía nos traten de vender la imagen de que este es un gobierno abierto, incluyente y justo. La Asamblea Constituyente tendrá que trabajar muy duro haciendo el papel de Academia de Lengua para redefinir estos términos si quiere que se apliquen a esta presidencia. La fantasía de ese gobierno ideal, empaquetado en campañas publicitarias con cantos, música y sonrisas, termina al chocar contra la realidad del discurso presidencial.
“Por el diálogo todo, por la fuerza nada” había dicho Correa en Montecristi. Cuatro días después nos dice que debemos “prepararnos a seguir confrontando, es inevitable”. ¿En qué quedamos entonces? O sufre de mala memoria. O hay una faceta bromista en Correa que todavía no conocemos bien. Ya la semana pasada nos demostró su fino humor al ponerse la banda que dice “Mi poder en la Constitución”.
Correa le vendió al país un gobierno de cambio. Pero no pensó el país que era un cambio hacia una política más burda y tercermundista. Le vendió al país juventud. Pero no pensó el país que esa juventud significaría falta de criterio y experiencia. Le vendió al país corazones ardientes. Pero no pensó el país que esos corazones ardían contra la libertad de la gente.
El cambio para bien tendrá que esperar. Por lo pronto la política no ha cambiado. Ha empeorado. Este Gobierno la ha ensuciado aún más. La sucia campaña oficialista, al peor estilo de plena campaña electoral, ataca desde tarimas, radio y televisión. Esos comerciales dedicados a enlodar y atacar opositores que solo habíamos visto en época de elecciones y pagados con fondos privados de campaña, este Gobierno los ha convertido en práctica regular, pagados con la plata de todos los ecuatorianos. ¿O será que creen que siguen en elecciones?
Hoy marchará Guayaquil por convencimiento y por necesidad. Hoy tal vez entenderán que la seducción de un gobierno publicitario sí puede acabar.
jueves, enero 17, 2008
Cuestión de actitud
El presidente Rafael Correa cumplió su primer año de gobierno con un discurso que dejó una sensación optimista, más allá de que la realidad del país no sea tan bonita como él la pinta. Si Correa mantuviera siempre este tono conciliador, su relación con la oposición sería muy distinta.
Uno puede estar en desacuerdo con los planes de Correa. Uno puede no aceptar su interpretación de las cifras económicas. De hecho, cuando no hay inversión ni crecimiento, difícilmente se pueden maquillar desalentadoras realidades. Uno puede no creerle cuando dice que su gobierno no es estatista y centralista. En fin, uno puede estar en total desacuerdo ideológico con este gobierno. Pero cuando un Presidente explica civilizadamente sus planes y acciones sin atacar a contradictores, no hay motivos para ir más allá de una oposición ideológica.
El problema y lo triste para el país es que estos discursos civilizados han sido la excepción. Correa se queja que la oposición intenta dividir al país, que quieren desprestigiar su gobierno, que conspiran en su contra. Pero Correa olvida que esa oposición extrema y visceral la creó él, de palabra y obra. La creó, desde los primeros días de su gobierno, con sus insultos, ataques y resentimientos. La creó con sus acciones contra Guayaquil, como su irresponsable y populista apoyo a la provincialización de Santa Elena, o su obsesión por quitarle poder y atribuciones a un Municipio exitoso, que bien podría ser su mejor aliado en el camino al progreso.
Si no fuera por esta actitud del Presidente, la oposición sería diminuta y débil. No habría necesidad de una oposición fuerte. Nebot continuaría trabajando tranquilo, sin pensar en marchas o protestas. Cada quien se concentraría en lo suyo.
Obviamente, una actitud seria y conciliadora del Presidente no significaría el silencio de la oposición. La oposición es importante y sana en democracia. Pero la oposición radical es peligrosa. Ha sido la actitud destructiva del Presidente, la que provocó que muchos pasen de una oposición ideológica sana a esa oposición visceral extrema que hoy se siente en varios sectores.
El Presidente debe enfrentarse ahora con grupos que él mismo ha fortalecido con sus ataques constantes. Que tenga claro Correa que esas voces que gritan apasionadas en su contra son su propia creación. Y que solo él puede calmar los ánimos con un cambio de actitud.
Todavía está a tiempo. Si mantiene el tono de su informe a la nación y sus acciones apuntan solo a planes constructivos de gobierno, verá Correa cómo pierde intensidad esa oposición que hoy se fortalece. Pero si continúa atacando y apuntando sus misiles contra Guayaquil o todo el que le haga sombra sentirá a esa oposición en toda su magnitud.
Lastimosamente esta no es la primera vez que el Presidente nos da esperanzas de un cambio de actitud. Hace poco tiempo, por las fiestas de Octubre en Guayaquil, con su conciliador discurso también nos hizo creer que dejaría a un lado los ataques y la confrontación. Pero todo quedó en palabras vacías.
“Por el diálogo todo, por la fuerza nada”, dijo este martes el Presidente. ¿Podemos creerle esta vez? En el 2008 todo será cuestión de actitud.
Uno puede estar en desacuerdo con los planes de Correa. Uno puede no aceptar su interpretación de las cifras económicas. De hecho, cuando no hay inversión ni crecimiento, difícilmente se pueden maquillar desalentadoras realidades. Uno puede no creerle cuando dice que su gobierno no es estatista y centralista. En fin, uno puede estar en total desacuerdo ideológico con este gobierno. Pero cuando un Presidente explica civilizadamente sus planes y acciones sin atacar a contradictores, no hay motivos para ir más allá de una oposición ideológica.
El problema y lo triste para el país es que estos discursos civilizados han sido la excepción. Correa se queja que la oposición intenta dividir al país, que quieren desprestigiar su gobierno, que conspiran en su contra. Pero Correa olvida que esa oposición extrema y visceral la creó él, de palabra y obra. La creó, desde los primeros días de su gobierno, con sus insultos, ataques y resentimientos. La creó con sus acciones contra Guayaquil, como su irresponsable y populista apoyo a la provincialización de Santa Elena, o su obsesión por quitarle poder y atribuciones a un Municipio exitoso, que bien podría ser su mejor aliado en el camino al progreso.
Si no fuera por esta actitud del Presidente, la oposición sería diminuta y débil. No habría necesidad de una oposición fuerte. Nebot continuaría trabajando tranquilo, sin pensar en marchas o protestas. Cada quien se concentraría en lo suyo.
Obviamente, una actitud seria y conciliadora del Presidente no significaría el silencio de la oposición. La oposición es importante y sana en democracia. Pero la oposición radical es peligrosa. Ha sido la actitud destructiva del Presidente, la que provocó que muchos pasen de una oposición ideológica sana a esa oposición visceral extrema que hoy se siente en varios sectores.
El Presidente debe enfrentarse ahora con grupos que él mismo ha fortalecido con sus ataques constantes. Que tenga claro Correa que esas voces que gritan apasionadas en su contra son su propia creación. Y que solo él puede calmar los ánimos con un cambio de actitud.
Todavía está a tiempo. Si mantiene el tono de su informe a la nación y sus acciones apuntan solo a planes constructivos de gobierno, verá Correa cómo pierde intensidad esa oposición que hoy se fortalece. Pero si continúa atacando y apuntando sus misiles contra Guayaquil o todo el que le haga sombra sentirá a esa oposición en toda su magnitud.
Lastimosamente esta no es la primera vez que el Presidente nos da esperanzas de un cambio de actitud. Hace poco tiempo, por las fiestas de Octubre en Guayaquil, con su conciliador discurso también nos hizo creer que dejaría a un lado los ataques y la confrontación. Pero todo quedó en palabras vacías.
“Por el diálogo todo, por la fuerza nada”, dijo este martes el Presidente. ¿Podemos creerle esta vez? En el 2008 todo será cuestión de actitud.
jueves, enero 10, 2008
Leche en las maletas
Mi cuñada, que vive en Caracas, vino a Guayaquil por unos días con su familia. A su regreso no se llevó dulces ecuatorianos, ni cajas de camarones, ni productos típicos. En cambio, llenó sus maletas con algo mucho más valioso en Venezuela: leche.
En la capital del socialismo del siglo XXI, donde abundan el dinero y el petróleo, los niños no pueden tomar la leche que necesitan. En las perchas desaparece al instante. Todo porque en la cabeza del comandante Chávez, la oferta y la demanda no existen, y los precios se fijan por decreto.
Y como acá no podemos quedarnos atrás, nuestro Presidente anunció también el control del precio de la leche. Y si no baja el precio del arroz, dejó bien claro que “pondremos precios oficiales y no excluyo la posibilidad de importar arroz, incluso subsidiado”.
Estas declaraciones me han dejado confundido. Hasta lo que sabíamos nuestro Presidente es economista, graduado en Europa y Estados Unidos. Pero cuando pretende establecer precios por decreto, ignorando los más elementales principios económicos, estamos ante dos opciones. O lo estafaron sus profesores belgas y gringos enseñándole mal la economía. O se hace el que no sabe de economía para justificar estos decretos populistas. Si se tratase de lo primero, propongo que el Ecuador presente una demanda contra las universidades de Lovaina e Illinois por estafa.
Pero lo más seguro es que se trate de lo segundo. Correa sabe que el control de precios nunca ha funcionado y que esta no será la excepción. Sabe que se generará escasez. Pero igual arma todo un show haciéndose el bravo con los supuestos especuladores, para que ese pueblo que todavía le cree se sienta protegido por su Presidente.
Tarde o temprano, el control de precios acabará con los incentivos para producir, hasta que los productos escaseen, y vivamos una economía ficticia y distorsionada. Y cuando nos freguemos todos los consumidores entre desabastecimiento y más especulación, pagando el altísimo precio de no poder comprar algo que no existe, reaparecerá el discurso presidencial culpando a sus enemigos políticos, a los oligarcas y los empresarios por no querer vender sus productos a precios altivos y soberanos.
Que Chávez pretenda fijar precios por decreto se entiende. Total, como militar se acostumbró a recibir y dar órdenes. Pero que un profesor de economía recurra a medidas probadamente fracasadas y de corte populista no tiene justificación. Solo muestra un intento de echar a otros la culpa de los altos precios.
¿Quiere este Gobierno precios más bajos? Que abra los mercados. Que dé libertad y facilidades para producir e invertir en el país, en lugar de ahuyentar la inversión con esa actitud antiempresa. Tal vez en el corto plazo no pase nada, pero estaremos avanzando. Que entienda que respetar la oferta y la demanda será siempre un mecanismo más justo y eficiente para determinar los precios que imponer un control político e ideológico del Gobierno.
Hubieran visto la cara de felicidad de mi sobrino que vive en Venezuela al poder tomar aquí un vaso lleno de leche. ¿Podrá hacerlo la próxima vez que nos visite? ¿O será que ahora nos tocará a nosotros regresar con la maleta llena de leche cuando viajemos a tierras más libres y civilizadas?
En la capital del socialismo del siglo XXI, donde abundan el dinero y el petróleo, los niños no pueden tomar la leche que necesitan. En las perchas desaparece al instante. Todo porque en la cabeza del comandante Chávez, la oferta y la demanda no existen, y los precios se fijan por decreto.
Y como acá no podemos quedarnos atrás, nuestro Presidente anunció también el control del precio de la leche. Y si no baja el precio del arroz, dejó bien claro que “pondremos precios oficiales y no excluyo la posibilidad de importar arroz, incluso subsidiado”.
Estas declaraciones me han dejado confundido. Hasta lo que sabíamos nuestro Presidente es economista, graduado en Europa y Estados Unidos. Pero cuando pretende establecer precios por decreto, ignorando los más elementales principios económicos, estamos ante dos opciones. O lo estafaron sus profesores belgas y gringos enseñándole mal la economía. O se hace el que no sabe de economía para justificar estos decretos populistas. Si se tratase de lo primero, propongo que el Ecuador presente una demanda contra las universidades de Lovaina e Illinois por estafa.
Pero lo más seguro es que se trate de lo segundo. Correa sabe que el control de precios nunca ha funcionado y que esta no será la excepción. Sabe que se generará escasez. Pero igual arma todo un show haciéndose el bravo con los supuestos especuladores, para que ese pueblo que todavía le cree se sienta protegido por su Presidente.
Tarde o temprano, el control de precios acabará con los incentivos para producir, hasta que los productos escaseen, y vivamos una economía ficticia y distorsionada. Y cuando nos freguemos todos los consumidores entre desabastecimiento y más especulación, pagando el altísimo precio de no poder comprar algo que no existe, reaparecerá el discurso presidencial culpando a sus enemigos políticos, a los oligarcas y los empresarios por no querer vender sus productos a precios altivos y soberanos.
Que Chávez pretenda fijar precios por decreto se entiende. Total, como militar se acostumbró a recibir y dar órdenes. Pero que un profesor de economía recurra a medidas probadamente fracasadas y de corte populista no tiene justificación. Solo muestra un intento de echar a otros la culpa de los altos precios.
¿Quiere este Gobierno precios más bajos? Que abra los mercados. Que dé libertad y facilidades para producir e invertir en el país, en lugar de ahuyentar la inversión con esa actitud antiempresa. Tal vez en el corto plazo no pase nada, pero estaremos avanzando. Que entienda que respetar la oferta y la demanda será siempre un mecanismo más justo y eficiente para determinar los precios que imponer un control político e ideológico del Gobierno.
Hubieran visto la cara de felicidad de mi sobrino que vive en Venezuela al poder tomar aquí un vaso lleno de leche. ¿Podrá hacerlo la próxima vez que nos visite? ¿O será que ahora nos tocará a nosotros regresar con la maleta llena de leche cuando viajemos a tierras más libres y civilizadas?
jueves, enero 03, 2008
Salto en paracaídas
Nuestro Presidente cerró el año cargado de adrenalina, con un salto por el cielo azul de Salinas. Mientras Rafael Correa descendía a toda velocidad seguro pudo disfrutar la linda vista de la costa y el mar. Y pudo ver un solo territorio. Desde allá arriba no se ven líneas que nos dividan en provincias, ciudades, o barrios. El mapa no está pintado con colores políticos ni límites territoriales. El país es uno.
Pero al tocar tierra, el mundo deja de verse tan sencillo como desde arriba. Aparecen los colores y características que nos hacen seres humanos diferentes, con costumbres, ideas y sueños particulares.
Empezamos un 2008 cargado de expectativas, temores e ilusiones. Un gran reto de este Gobierno será mirar al país a distintos niveles. Saber ver el todo y a cada individuo. En ocasiones es importante ver el Ecuador más allá de grupos, territorios y acentos. Pero otras veces –la mayoría– el reto es aceptar y respetar nuestras diferencias, sin imponer la idea presidencial del estilo de vida que debemos llevar.
Por ejemplo, ante la ley este Gobierno debe vernos como ecuatorianos por igual, sin diferencias. No hay ecuatorianos especiales que estén fuera de la ley. El Gobierno puede demostrar que lo sabe y lo aplica, exigiendo que Acosta y sus asambleístas respeten la ley como el resto, impidiendo que nos impongan nuevas leyes que el estatuto de la Asamblea no reconoce hasta ser aprobadas en referéndum. Ya sé que esto suena repetido, pero, ¿permitiremos el atropello como si no pasara nada?
Por otro lado, la mayoría de ocasiones deben considerarse nuestras diferencias. La libertad de cada uno de nosotros está por encima de modelos de estado diseñados en función de un todo y no de los individuos que lo conforman. El Gobierno no puede pretender, por ejemplo, que todos encajemos en un molde nacionalista o socialista e imponernos un estilo de vida de lo que alguien, con una visión general desde las alturas, percibe como “ecuatoriano”. Eso nos llevará a cada uno de nosotros, y eventualmente a este Gobierno, a una caída sin paracaídas.
En mi camino a Salinas este fin de año me encontré con un gran afiche que da la bienvenida a la nueva provincia de Santa Elena acompañado de la frase “¡La temporada ya es de todos!”. Y a mi regreso a Guayaquil, me esperaba la cuenta de la luz, con un diseño a todo color que dice “¡La Energía ya es de todos!”. Para que esa frase “ya es de todos” signifique realmente “todos” y no “todos los que apoyan este gobierno”, el enfoque deberá estar en el respeto y el bienestar de cada individuo, y no de grupos o colectivos imaginados en Carondelet.
Somos un solo territorio ecuatoriano sin divisiones como el que vio Correa desde arriba durante su salto. Pero somos, sobre todo, 13 millones de individuos distintos, como algunos de los que vio al pisar la tierra. La visión de ese Ecuador único no puede ir nunca en contra de los derechos y la libertad de sus individuos. Si este Gobierno entiende eso tendremos un buen año. Sin temor a caer sin paracaídas.
Pero al tocar tierra, el mundo deja de verse tan sencillo como desde arriba. Aparecen los colores y características que nos hacen seres humanos diferentes, con costumbres, ideas y sueños particulares.
Empezamos un 2008 cargado de expectativas, temores e ilusiones. Un gran reto de este Gobierno será mirar al país a distintos niveles. Saber ver el todo y a cada individuo. En ocasiones es importante ver el Ecuador más allá de grupos, territorios y acentos. Pero otras veces –la mayoría– el reto es aceptar y respetar nuestras diferencias, sin imponer la idea presidencial del estilo de vida que debemos llevar.
Por ejemplo, ante la ley este Gobierno debe vernos como ecuatorianos por igual, sin diferencias. No hay ecuatorianos especiales que estén fuera de la ley. El Gobierno puede demostrar que lo sabe y lo aplica, exigiendo que Acosta y sus asambleístas respeten la ley como el resto, impidiendo que nos impongan nuevas leyes que el estatuto de la Asamblea no reconoce hasta ser aprobadas en referéndum. Ya sé que esto suena repetido, pero, ¿permitiremos el atropello como si no pasara nada?
Por otro lado, la mayoría de ocasiones deben considerarse nuestras diferencias. La libertad de cada uno de nosotros está por encima de modelos de estado diseñados en función de un todo y no de los individuos que lo conforman. El Gobierno no puede pretender, por ejemplo, que todos encajemos en un molde nacionalista o socialista e imponernos un estilo de vida de lo que alguien, con una visión general desde las alturas, percibe como “ecuatoriano”. Eso nos llevará a cada uno de nosotros, y eventualmente a este Gobierno, a una caída sin paracaídas.
En mi camino a Salinas este fin de año me encontré con un gran afiche que da la bienvenida a la nueva provincia de Santa Elena acompañado de la frase “¡La temporada ya es de todos!”. Y a mi regreso a Guayaquil, me esperaba la cuenta de la luz, con un diseño a todo color que dice “¡La Energía ya es de todos!”. Para que esa frase “ya es de todos” signifique realmente “todos” y no “todos los que apoyan este gobierno”, el enfoque deberá estar en el respeto y el bienestar de cada individuo, y no de grupos o colectivos imaginados en Carondelet.
Somos un solo territorio ecuatoriano sin divisiones como el que vio Correa desde arriba durante su salto. Pero somos, sobre todo, 13 millones de individuos distintos, como algunos de los que vio al pisar la tierra. La visión de ese Ecuador único no puede ir nunca en contra de los derechos y la libertad de sus individuos. Si este Gobierno entiende eso tendremos un buen año. Sin temor a caer sin paracaídas.
miércoles, enero 02, 2008
Revista la U. - Enero 2008
Ya está circulando la U. de enero en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)