Que este Gobierno busca desprestigiar y acabar lo bueno que se ha hecho en Guayaquil está clarísimo. Al Presidente no le importa ir contra su propia gente atacando una gestión municipal ejemplar que ha mejorado la vida de los guayaquileños. El fin es causar la polémica que se transforma en votos. La actitud civilizada del Presidente el pasado 9 de octubre, por lo visto, fue pura pantalla.
El enemigo de Guayaquil no ha cambiado. Es el mismo de siempre. Se llama centralismo. Solo ha cambiado su disfraz. Hoy viste verde, es socialista, se hace llamar altivo y soberano, y lo más triste de todo, es guayaquileño. El enemigo sigue siendo ese político centralista de ayer y hoy, que pretende controlarlo todo y ataca toda gestión local exitosa que signifique menos plata y poder para su cargo.
La existencia de un enemigo común suele unir a la gente. El centralismo ha unido a los guayaquileños en su lucha por la autonomía. Pero hoy, que la amenaza es mayor, en lugar de unirnos peleamos entre nosotros o en luchas equivocadas.
La lucha no es contra la Junta Cívica. Más allá de diferencia de criterios, los guayaquileños debemos apoyar su misión cívica, uniendo fuerzas. La lucha aquí es contra los centralistas que atacan la labor de esta Junta Cívica y de otras instituciones locales buscando su desprestigio.
La lucha no es contra los habitantes de la provincia de Santa Elena. Más allá de la rabia que nos cause la división, la provincialización no convierte a los peninsulares en nuestros enemigos. La gran mayoría de ellos son hombres y mujeres honestos que solo quieren trabajar y nada tienen que ver con estos actos políticos. La lucha aquí es contra el apoyo irresponsable del Gobierno a la provincialización por fines políticos, incluso estando en contra de ella.
La lucha no es contra quienes quemaron la bandera de Guayaquil. Más allá del rechazo que este acto nos causó, como bien lo escribió hace poco Carlos Jijón, “los hombres que amamos la libertad, y que pretendemos defenderla, no podemos caer en la incoherencia de perseguir la prisión de alguien, o de un grupo social, que finalmente solo ha expresado públicamente lo que piensa”. La lucha aquí es contra el comportamiento confrontacional y antiguayaquileño del Gobierno, que incitó estos actos de los peninsulares.
La lucha ni siquiera es contra el Gobierno o su Presidente. Más allá de que ha hecho los méritos para tener nuestro rechazo, como ciudad democrática debemos respetar su mandato y apoyar sus buenas acciones. La lucha frontal aquí es contra los planes centralistas del Gobierno y del Presidente y cualquier ataque a Guayaquil que atente contra nuestra libertad y progreso.
La lucha de Guayaquil sigue siendo contra el mismo enemigo: el centralismo. El objetivo sigue siendo el mismo: buscar el progreso de Guayaquil a través de su autonomía y evitar que modelos centralistas, y peor aún planes socialistas fracasados, nos hundan.
Entonces, dejémonos de peleas entre nosotros y contra enemigos creados. Si queremos tener la fuerza para enfrentar lo que se viene, lo primero es estar juntos. Y luchar juntos por un Guayaquil con libertad para trabajar, progresar y liderar su propio destino.
1 comentario:
Estoy de acuerdo con lo que escribes, la verdadera batalla de guayaquil esta a pocos días de empezar, una asamblea que busca centralizar por completo nuestra ciudad, hay que dejar las disputas internas para después y unirnos hasta que pase la gran noche neosocialista, pero si me gustaría que entraras mas a fondo en los problemas institucionales de guayaquil y no aceptes tan levemente el mal trabajo que a desarrollado una junta cívica de la que yo y cientos de miles de guayaquileños no nos sentimos parte, se que es duro irnos en contra del sistema pero recuerda que dentro de nuestro descentralizado guayaquil también hay mafias clasistas que se creen dueños de todo y manejan las instituciones publicas como si fueran sus propias empresas.
PD: perdón por los errores ortográficos el tiempo no alcanza.
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