En Bolivia mueren cuatro personas y hay trescientos heridos. La mayoría oficialista aprobó arbitrariamente la Constitución que prácticamente daría plenos poderes a Evo Morales. En un año no se logró nada en la Asamblea Constituyente boliviana, pero eso no impidió que el gobierno pretenda imponer al final su Constitución. Hay disturbios en las calles, represión policial y muerte. ¡Ay, Bolivia!
En Venezuela Hugo Chávez pretende gobernar eternamente. Este domingo será el referéndum que le daría aún más atribuciones al Poder Ejecutivo, como si Chávez no tuviera ya suficientes poderes para hacer y deshacer su país. La maquinaria estatal y los petrodólares están al servicio de la campaña por el Sí. Propaganda chavista hasta en la sopa. Hay manifestaciones de estudiantes contra el abuso del gobierno. Ya murió un joven de dos disparos en una protesta. ¡Ay, Venezuela!
Y más arribita en el mapa, en Nicaragua, Daniel Ortega, el otro integrante de ese escuadrón político dispuesto a enterrar a sus países con tal de alcanzar el poder total, amenaza ahora con gobernar por decreto si la oposición del Parlamento continúa bloqueando sus proyectos de ley. Son todos tan parecidos. Ya podemos imaginar los disturbios y los gases lacrimógenos también en su país. ¡Ay, Nicaragua!
No es coincidencia que las noticias más vergonzosas de estos días vengan justamente de los países latinoamericanos con gobiernos para los que la libertad y la democracia son obstáculos en sus caminos al poder absoluto. Latinoamérica retrocede cada vez que alguno de estos políticos grita a un micrófono “revolución” mientras sueña con más poder; y una mayoría ilusa, seducida y desesperada aplaude.
Hoy nuestros presidentes Rafael Correa y Alberto Acosta asumen –desde ya con arbitrariedades al irse contra el Estatuto– el poder total en la Asamblea Constituyente. Ojalá tengan presente lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Sobre todo en Venezuela, donde la raíz de los males está en la atribución que toma su Presidente para imponer su voluntad sobre un país entero, con la excusa de contar con el voto de una mayoría manipulada.
Aquí no viviremos el relajo boliviano. La mayoría de Alianza PAIS garantiza una Asamblea sin mayores debates ni trabas. Avanzarán con vía libre. Pero esa tranquilidad trae otro peligro más grande: crear una Constitución a su medida, o a la medida de Acosta o Correa. Si eso sucede podemos esperar, aquí también, protestas de un país que saldrá a las calles a exigir que se respete su deseo de cambios positivos, cambios para mejor, no cambios personalizados para dar más poder a unos cuantos.
Hoy es un día de optimismo para quienes confiaron sus esperanzas de cambio al proyecto presidencial. Para quienes miramos con desconfianza el uso del poder absoluto es un día de preocupación. Solo esperamos que quienes ahora tienen el poder de hacer los cambios, no olviden que sus plenos poderes nunca estarán por encima de nuestros derechos y libertades. Si no entienden eso, vendrán tiempos lacrimógenos como los que viven nuestros vecinos con gobiernos “revolucionarios”.
No queremos unirnos a esa Latinoamérica que grita desesperada por un cambio para salir del mal cambio en el que se metió. Que el grito de ¡ay, Ecuador! muera con el éxito de esta Asamblea.
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