Hace poco puse una oferta de trabajo en una bolsa laboral en internet. El mismo día ya tenía 40 currículos de jóvenes interesados en el puesto. Todos con título universitario o cursando la universidad, algunos con maestrías, manejan varios programas informáticos, hablan inglés, algunos francés, italiano y hasta chino.
En estas hojas de vida me he encontrado con el rostro del Ecuador joven de hoy. Hombres y mujeres con estudios y preparación, pero que en tantas ocasiones terminan emigrando a países más libres y con mejores oportunidades.
En un reciente artículo del New York Times, que este Diario reprodujo, el periodista Thomas Friedman nos cuenta su experiencia en Kenia. Ahí vio los beneficios que la apertura de un gobierno a la democracia, la competencia y sobre todo a “no estorbar a los empresarios kenianos” puede lograr. En Nairobi crece un call center que atiende a empresas de Estados Unidos. Cuando los gringos llaman por teléfono para adquirir un producto, su llamada cruza medio mundo y es contestada por un keniano. Friedman nos cuenta que el Gobierno tuvo el acierto de abrir a la competencia el monopolio de la empresa telefónica estatal que proveía un servicio de internet caro y lento. La competencia y un gobierno dispuesto a dar facilidades a los inversionistas trajeron la tecnología de banda ancha y las condiciones necesarias que permitieron que el call center florezca. Esta iniciativa crea empleos con buenos sueldos para cientos de jóvenes kenianos.
Parece lógico y de sentido común que los gobiernos apoyen a empresarios e iniciativas que generan riqueza y trabajo. Pero hay gobiernos que parecen esmerarse en hacer lo contrario. Este Gobierno se ha comprometido a trabajar para que los ecuatorianos no deban emigrar más. La intención está ahí, pero faltan todavía señales claras que muestren que el Gobierno está de hecho del lado de la empresa y la generación de riqueza, y no de ideologías y modelos que condenan la riqueza mientras celebran la pobreza.
El triunfo del Sí presenta el gran reto de generar los cambios que el país y esta nueva generación reclaman para que seamos todos más prósperos. La Asamblea Constituyente no puede generar empleos, pero puede sentar las bases de una Constitución que entienda que en la iniciativa privada y la competencia, no en el excesivo control e intervencionismo estatal, está el camino al verdadero progreso. El país reclama las condiciones para crear los trabajos del siglo XXI. No necesitamos más estatismo que nos sumerja en siglos pasados.
Todos los días en mi camino al trabajo me cruzo con cientos de jóvenes que trabajan en un call center local, que no debe ser muy distinto al keniano. Aquí, esos nuevos empleos se crearon con inversiones que se hicieron a pesar de los gobiernos, no gracias a ellos. Los cinco ascensores del edificio quedan pequeños e insuficientes frente a la cantidad de jóvenes que suben a sus cubículos día y noche. Al menos esos jóvenes no han tenido que emigrar. Ojalá fueran más.
Mientras tanto, sigo recibiendo hojas de vida de jóvenes que quieren trabajar, superarse, ganar dinero, y sí, por qué no, ser prósperos y ricos un día. Empieza el reto de caminar hacia un modelo de país que crea firmemente en el progreso generado por la iniciativa privada, la libre empresa y la creatividad que se da en un ambiente de competencia. Los jóvenes se están preparando para ello. Están listos para quedarse y salir adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario