Ahora sí la cosa va en serio. Al comienzo nos preocupó el excesivo acercamiento del Presidente a Chávez durante la inauguración de este Gobierno. Luego nos alarmó la actitud del Congreso haciendo una oposición ciega en perjuicio del país. Después nos indignó y sigue indignando la actitud confrontacional e irrespetuosa del Presidente hacia todo el que se oponga a su plan. Pero, todo eso que nos preocupó o molestó en los primeros dos meses de gobierno resultaron pequeñeces.
Seguimos cayendo. La pugna entre el Congreso y el Tribunal Supremo Electoral nos pone nuevamente en la vitrina de la vergüenza mundial. Somos un modelo perfecto para el estudio de una democracia fracasada. Los diputados ya se la estaban buscando con su oposición irresponsable y acciones ilegítimas. Y los vocales del TSE fueron más allá al destituir ilegalmente a la mayoría del Congreso. Mientras tanto, este Gobierno, que pretende estar fuera del lío, apoya abiertamente –y hasta con emoción– la acción del TSE, e insiste en liderar el relajo y la inestabilidad en el país.
El mensaje es claro: lo único que importa es llegar a la Asamblea Constituyente y ganarla, aunque todavía no esté clara la dirección que se le quiera dar. Y como la mayoría de ecuatorianos pide la Asamblea (aunque la mayoría espera cosas imposibles de ella), entonces vamos hacia allá por encima de todo lo demás. La institucionalidad, las leyes, y todo eso que se supone debe primar en una democracia, es secundario.
Cómo quisiéramos escuchar al presidente Rafael Correa desaprobar estas ilegalidades y la violencia en las calles, y buscar la unidad y la estabilidad en estos tiempos inciertos, con la misma energía con que critica e insulta. Tal vez ahí creeríamos que este Gobierno realmente busca soluciones, en lugar de perpetuar la confrontación en beneficio de sus planes.
“Bien hechito, [los diputados] se creyeron inmunes, impunes y les dieron un poco de su propia medicina,” fueron las declaraciones del Presidente. ¡Cuánto liderazgo, cuánta madurez, cuánta neutralidad ante los hechos! ¡Cuántas ganas de resolver los problemas de este país y no profundizarlos! Esa es la actitud de un Gobierno que dice estar al margen de este conflicto.
El gran ganador de estos escándalos es sin duda el Gobierno actual. Tiene el camino libre para continuar su agenda. Los grandes perdedores somos todos los ecuatorianos, aunque muchos todavía no lo vean o entiendan. Afortunadamente no todos estamos bajo el embrujo de la sonrisa presidencial y las promesas redentoras de una Asamblea Constituyente.
Si el Gobierno quiere una Asamblea Constituyente legítima, que se asegure primero de que el camino a la Asamblea sea legítimo. Apoyar la manipulación de las leyes para acabar con la oposición pone a este Gobierno y a este Presidente en el mismo equipo de todos esos políticos que tanto ha criticado. Se ha unido al club de los que hacen lo que les da la regalada gana.
Todavía estamos a tiempo de corregir y construir, en lugar de insistir en los errores y la división. El escenario se complica cada día más. El Presidente, más que cualquier otro protagonista de este drama, tiene la capacidad y la obligación de liderar la solución, en lugar de profundizar la crisis y la fragmentación.
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