En estos días en los que sobran noticias sobre confrontaciones políticas, un Congreso que hace todos los esfuerzos por desprestigiarse más, y un nuevo Gobierno que reclama y vocifera mucho pero que hace poco, me llamó la atención leer en este Diario sobre Cerecita.
La renovada y demorada carretera a Santa Elena (¡no es una autopista, por favor!) beneficia a la gran mayoría de habitantes de la zona: los turistas que llegan con más seguridad, los miles de habitantes en la Península que reciben más turistas en sus hoteles, restaurantes y otros negocios, los empleos que se generan, los municipios que reciben más ingresos, en fin. Sin embargo, este progreso significó que los tres pueblos principales alrededor de los cuales se construyeron baypases, entre ellos Cerecita, ahora luchen por sobrevivir.
Por alguna extraña razón, esa cara triste del progreso que afecta a la minoría suele tener más fuerza y eco que la cara positiva del progreso, que llega a la mayoría. Grandes proyectos que benefician a un país entero se detienen por pequeñas poblaciones que protestan y políticos que prefieren ahorrarse las huelgas. Importantes acuerdos que benefician a la mayoría, como el TLC, se echan a la basura para no afectar a ciertos grupos.
Es triste ver un pueblito decaer o peor aún desaparecer. Pero es más triste ver una región o país entero vivir en el atraso negándose al progreso. El caso de Cerecita ilustra muy bien la situación de todo el país. Las decisiones importantes deben tomarse pensando en el beneficio del país, y no evitarlas pensando en las penas temporales de unos pocos. Tarde o temprano todos se benefician cuando se toman decisiones acertadas. Mientras esto sucede, los gobiernos deben ayudar o compensar, dando una mano constructiva a la minoría no beneficiada para que pueda salir adelante y unirse cuanto antes al carro del progreso. Le tomará un tiempo a los habitantes de Cerecita ser parte del progreso general que trae la carretera. Es ahí cuando el Gobierno puede intervenir apoyando iniciativas turísticas y de desarrollo local para el pueblo.
Lastimosamente, muchos gobiernos se han cerrado a la posibilidad del progreso por evitar sus costos inmediatos. Así no avanzamos, nos negamos al progreso, y continuamos en la polvorienta carretera nacional llena de baches y accidentes antes que en una real autopista que nos lleve más lejos. La intervención y protección excesiva del Estado, despreciando la competencia para favorecer un manejo más centralizado y regulado de la economía, tiene ese principio y efecto dañino: por proteger a unos pocos evita el progreso de la mayoría.
El reto de este Gobierno está en impulsar los planes y políticas que nos lleven por el camino que beneficie a todos. Para el Presidente esto se llama Asamblea Constituyente. Se llama más regulación e intervención del Estado. Se llama mayor manejo centralizado y menos incentivos al individuo. ¿Será ese el camino correcto? Lo dudo.
Cerecita no desaparece por la nueva carretera. La región entera avanza gracias al impulso al turismo y comercio que da la nueva carretera. Cuestión de enfoque. Da la impresión, hasta ahora, que las declaraciones del Gobierno en los temas nacionales se concentrarán en salvar a Cerecita, en lugar de impulsar el progreso del país entero.
1 comentario:
Excelente post. Totalmente de acuerdo.
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