Esta Navidad y fin de año Rafael Correa no falta en nuestra mesa. La entrega de regalos, el pavo, los años viejos y las camaretas se mezclan con extensas discusiones sobre los errores y horrores de este Gobierno y ahora también su Asamblea.
El éxito de un gobierno se lo puede medir por lo poco que se hable de él. Mientras menos se habla de un gobierno y sus políticos, seguramente se trata de un gobierno exitoso, o al menos un gobierno que hace lo suficiente para no dar razones de queja. En cambio, los gobiernos que nos llenan de frustraciones son siempre tema de conversación.
Hagan cuentas del tiempo que le dedicaron esta Navidad a hablar de Correa y el que le dedicarán este año nuevo entre música y tragos. Como para darnos una preocupante idea de nuestra realidad política.
Este Gobierno, que al igual que la mayoría de gobiernos modernos, se maneja por lo que digan las encuestas, ha avanzado hasta ahora con vía libre hacia sus objetivos. Su altísima popularidad le daba el lujo de ignorar a sus críticos, sabiendo que contaba con el apoyo de una mayoría. Pero ahora que esas encuestas empiezan a bajar, y a mostrar flaquezas y el aumento de un descontento general, ¿cambiará de actitud este Gobierno?
El presidente Correa sabe que la Asamblea, y él como su principal promotor, cometerán un acto ilegal en el momento que la reforma tributaria sea apuradamente aprobada e impuesta en los ecuatorianos. Él sabe que la Asamblea no tiene esa facultad. Que el Estatuto que él mismo diseñó y que los ecuatorianos ratificaron exige que esa reforma y cualquier otra ley sean aprobadas en un referéndum junto a la nueva Constitución.
Correa lo sabe. Acosta lo sabe. Todos los asambleístas de Alianza PAIS lo saben. ¿Con qué cara nos hablarán de ley y justicia cuando ese abuso sea consumado? ¿Con qué cara hablarán de los males y mañas de la partidocracia si ellos están haciendo lo mismo? ¿Veremos a algún asambleísta de gobierno reclamar este abuso y negarse a ser cómplice con su voto?
La cuenta regresiva impuesta por el Presidente a la Asamblea para aprobar la reforma llega a su fin. El reloj marcará el fin de año y el primer gran abuso de esta Asamblea. ¿A qué saben el pavo y las uvas cuando uno está a punto de cometer una ilegalidad tan grande? Si nos imponen esta reforma tributaria o cualquier otra ley antes de aprobarse en referéndum, el Presidente y sus asambleístas nos podrán describir el sabor del abuso compartido; ese sabor que los políticos de siempre, a los que ahora oficialmente ellos pertenecen, conocen muy bien.
Se cierra el año de Correa. Esta Navidad faltó el pavo en muchas mesas, pero no faltó Correa. Ahí estuvo de tema principal de conversación, como suele suceder en los países donde la política es la principal fuente de frustración. Este país irá en el camino correcto cuando dejemos de hablar de nuestro presidente y políticos. Algo bueno estarán haciendo cuando no nos acompañen a la mesa.
Por ahora empieza otro año de Correa. Seguro lo tendremos en la mesa en muchas ocasiones más. Ojalá la indigestión no sea tan grave.
jueves, diciembre 27, 2007
jueves, diciembre 20, 2007
Por el lado amable
Por ser Navidad, ¿qué tal dejar a un lado las amarguras que nos produce este Gobierno y ver el lado amable de las cosas? Ya sé que es difícil ver el lado amable de un gobierno que en este primer año ha llenado el país de confrontación, divisiones, y una visión socialista-estatista-centralista que debería estar sepultada en el cementerio de los fracasos políticos. Así que para mantener ese espíritu navideño mejor no mirar atrás y enfocarse en el 2008.
Para eso, viene bien analizar la reciente entrevista del presidente Rafael Correa con periodistas de la Asociación de Canales de Televisión. Entre las cosas que dijo, resalto cuatro temas positivos.
Primero. Correa ratificó la necesidad de elegir diputados por distritos electorales. Alianza PAIS fue el principal beneficiado del voto en plancha en estas últimas elecciones. Eso nos hacía dudar de una propuesta seria de votación por distritos. Si la Asamblea concreta esta reforma electoral, daremos un gran paso hacia un Congreso más serio, representativo y con mayor rendición de cuentas.
Segundo. Correa destacó que ya no hay dueños del país que se rían en la cara de la justicia. Y aseguró que esa situación no se repetirá. Este primer año el Gobierno ha roto la Constitución destituyendo a diputados, se ha ido en contra del estatuto de la Asamblea, ha utilizado recursos públicos para su campaña electoral; en fin, ha abusado del poder para lograr sus objetivos electorales. Que no se hagan los santos. Pero viéndolo del lado amable, este Gobierno ha desmantelado, en gran medida, esos abusivos grupos políticos que perseguían y metían a la cárcel al que les caía mal. El 2008 será un buen año si el Presidente nos demuestra con sus actos justos y apego a la ley que el poder no los convertirá a él y su gente en clones de izquierda de sus antecesores.
Tercero. Correa dijo: “no queremos poner la ideología de un gobierno en la Constitución… No queremos hacer una Constitución para cuatro años de gobierno, ojalá que estemos haciendo una Constitución para los cuatro siglos venideros”. Con que sean cuatro décadas estamos más que conformes. Es positivo que exista este deseo del Gobierno. Para ello, deben empezar por escuchar a la oposición. Solo así asegurarán una Constitución que no esté bordada a la medida de las camisas del Gobierno, sino a la medida de los derechos y libertades de todos los ecuatorianos.
Y cuarto. Correa hizo énfasis en la importancia de hacer un gobierno con políticas claras, transparente, y con proyectos rentables para atraer la inversión extranjera. Según Correa, este Gobierno cumple las tres condiciones. Dudamos que cumpla la primera, pero es importante que exista el deseo de alcanzar esas políticas claras. Y es positivo que en este primer año el Gobierno sea percibido como honesto (claro, que olvidando los pativideos y todos esos recursos públicos utilizados para campaña electoral).
Viéndolo por el lado amable, Correa nos dejó algunos mensajes positivos en su última entrevista. Queda el reto de pasar de palabras a hechos.
Esta Navidad haré el esfuerzo de creer en este Gobierno como quien cree en Papá Noel, sabiendo que más temprano que tarde la ilusión acabará. ¿Feliz Navidad?
Para eso, viene bien analizar la reciente entrevista del presidente Rafael Correa con periodistas de la Asociación de Canales de Televisión. Entre las cosas que dijo, resalto cuatro temas positivos.
Primero. Correa ratificó la necesidad de elegir diputados por distritos electorales. Alianza PAIS fue el principal beneficiado del voto en plancha en estas últimas elecciones. Eso nos hacía dudar de una propuesta seria de votación por distritos. Si la Asamblea concreta esta reforma electoral, daremos un gran paso hacia un Congreso más serio, representativo y con mayor rendición de cuentas.
Segundo. Correa destacó que ya no hay dueños del país que se rían en la cara de la justicia. Y aseguró que esa situación no se repetirá. Este primer año el Gobierno ha roto la Constitución destituyendo a diputados, se ha ido en contra del estatuto de la Asamblea, ha utilizado recursos públicos para su campaña electoral; en fin, ha abusado del poder para lograr sus objetivos electorales. Que no se hagan los santos. Pero viéndolo del lado amable, este Gobierno ha desmantelado, en gran medida, esos abusivos grupos políticos que perseguían y metían a la cárcel al que les caía mal. El 2008 será un buen año si el Presidente nos demuestra con sus actos justos y apego a la ley que el poder no los convertirá a él y su gente en clones de izquierda de sus antecesores.
Tercero. Correa dijo: “no queremos poner la ideología de un gobierno en la Constitución… No queremos hacer una Constitución para cuatro años de gobierno, ojalá que estemos haciendo una Constitución para los cuatro siglos venideros”. Con que sean cuatro décadas estamos más que conformes. Es positivo que exista este deseo del Gobierno. Para ello, deben empezar por escuchar a la oposición. Solo así asegurarán una Constitución que no esté bordada a la medida de las camisas del Gobierno, sino a la medida de los derechos y libertades de todos los ecuatorianos.
Y cuarto. Correa hizo énfasis en la importancia de hacer un gobierno con políticas claras, transparente, y con proyectos rentables para atraer la inversión extranjera. Según Correa, este Gobierno cumple las tres condiciones. Dudamos que cumpla la primera, pero es importante que exista el deseo de alcanzar esas políticas claras. Y es positivo que en este primer año el Gobierno sea percibido como honesto (claro, que olvidando los pativideos y todos esos recursos públicos utilizados para campaña electoral).
Viéndolo por el lado amable, Correa nos dejó algunos mensajes positivos en su última entrevista. Queda el reto de pasar de palabras a hechos.
Esta Navidad haré el esfuerzo de creer en este Gobierno como quien cree en Papá Noel, sabiendo que más temprano que tarde la ilusión acabará. ¿Feliz Navidad?
jueves, diciembre 13, 2007
Peleas de barrio
Al candidato perfecto se le acabó su tiempo de candidatura. Ganó. Tiene todo lo que necesita para gobernar. ¿Y qué hace? Sigue en lo mismo.
En este casi primer año de gobierno la alta popularidad de Rafael Correa no se ha basado en obras, más empleo, o el progreso del país. Se ha basado en su constante campaña, promesas de cambio y confrontación. Con eso logró el apoyo masivo que buscaba.
Ahora, sin Congreso ni oposición, y con vía libre para llevar adelante sus proyectos, uno pensaría que el Presidente se dedicaría finalmente a gobernar sin necesidad de abrir frentes de batalla por donde pasa.
Pero no. Parece que eso de gobernar, administrar, concretar proyectos, como que no va con su personalidad altiva y soberana. Prefiere continuar de candidato, buscarse enemigos por todos lados, insultar, polemizar, polarizar al país.
Esto lo hemos visto claramente en dos recientes declaraciones de Correa. Por un lado amenazó irresponsablemente con renunciar si la Asamblea no lo apoyaba 100%. Por otro, atacó nuevamente el progreso de Guayaquil.
Su nada creíble amenaza de renunciar si la Asamblea no dejaba a un lado la polémica de Dayuma nos dio a probar cómo será la relación con la Asamblea: o hacen lo que yo digo o me pongo bravo. ¿Será que extraña tener un Congreso con quien pelear? Esta vez la mayoría de gobierno siguió las órdenes del gran jefe Correa, pero mañana podrían levantarse contra él, y ahí sí se armará la grande. Por lo visto, si Correa no encuentra enemigos, los crea. Ahora les tocó a sus propios asambleístas. Confrontar antes que gobernar parece ser el lema presidencial. Medir fuerzas antes que unir fuerzas es la estrategia.
Y los ataques a Guayaquil. Con tantos problemas que tiene el país, tantos asuntos por resolver, el Presidente no ve nada mejor que criticar a la ciudad que más ha progresado y que solo pide que la dejen tranquila para seguir avanzando. A Correa puede no gustarle el bigote de Nebot, disgustarle que el éxito de Guayaquil se deba a alcaldes de derecha, en fin, puede tener sus razones para no ser el fan número uno de este Municipio. Pero no puede negar el progreso de Guayaquil. ¿Y qué hace nuestro Presidente ante una ciudad que es ejemplo de desarrollo? La ataca, la intenta hundir, solo porque le molesta que el gobierno central no sea parte de este éxito, porque no aguanta no ser el favorito en su ciudad natal. El éxito de Guayaquil es una cachetada al modelo de Estado centralista y planificador predicado por este Gobierno, y eso le molesta al Presidente.
Aquí no hay corazón ardiente, ni mente lúcida, ni amor por el país ni Guayaquil. Tenemos un Presidente que busca aumentar su popularidad midiendo fuerzas y minando los logros de los demás, en lugar de demostrar logros propios. ¿Quién dijo que la vieja política había muerto? Sigue vivita y coleando, solo que ha rejuvenecido y no usa corbata.
¿Dejará a un lado la confrontación? ¿Lo veremos finalmente transformar ese apoyo popular en acciones para impulsar este país adelante en lugar de buscarse peleas de barrio? Tristemente ya conocemos las respuestas. Los guayaquileños, y con el tiempo todos los ecuatorianos, tendremos que defendernos de quien debía apoyarnos.
En este casi primer año de gobierno la alta popularidad de Rafael Correa no se ha basado en obras, más empleo, o el progreso del país. Se ha basado en su constante campaña, promesas de cambio y confrontación. Con eso logró el apoyo masivo que buscaba.
Ahora, sin Congreso ni oposición, y con vía libre para llevar adelante sus proyectos, uno pensaría que el Presidente se dedicaría finalmente a gobernar sin necesidad de abrir frentes de batalla por donde pasa.
Pero no. Parece que eso de gobernar, administrar, concretar proyectos, como que no va con su personalidad altiva y soberana. Prefiere continuar de candidato, buscarse enemigos por todos lados, insultar, polemizar, polarizar al país.
Esto lo hemos visto claramente en dos recientes declaraciones de Correa. Por un lado amenazó irresponsablemente con renunciar si la Asamblea no lo apoyaba 100%. Por otro, atacó nuevamente el progreso de Guayaquil.
Su nada creíble amenaza de renunciar si la Asamblea no dejaba a un lado la polémica de Dayuma nos dio a probar cómo será la relación con la Asamblea: o hacen lo que yo digo o me pongo bravo. ¿Será que extraña tener un Congreso con quien pelear? Esta vez la mayoría de gobierno siguió las órdenes del gran jefe Correa, pero mañana podrían levantarse contra él, y ahí sí se armará la grande. Por lo visto, si Correa no encuentra enemigos, los crea. Ahora les tocó a sus propios asambleístas. Confrontar antes que gobernar parece ser el lema presidencial. Medir fuerzas antes que unir fuerzas es la estrategia.
Y los ataques a Guayaquil. Con tantos problemas que tiene el país, tantos asuntos por resolver, el Presidente no ve nada mejor que criticar a la ciudad que más ha progresado y que solo pide que la dejen tranquila para seguir avanzando. A Correa puede no gustarle el bigote de Nebot, disgustarle que el éxito de Guayaquil se deba a alcaldes de derecha, en fin, puede tener sus razones para no ser el fan número uno de este Municipio. Pero no puede negar el progreso de Guayaquil. ¿Y qué hace nuestro Presidente ante una ciudad que es ejemplo de desarrollo? La ataca, la intenta hundir, solo porque le molesta que el gobierno central no sea parte de este éxito, porque no aguanta no ser el favorito en su ciudad natal. El éxito de Guayaquil es una cachetada al modelo de Estado centralista y planificador predicado por este Gobierno, y eso le molesta al Presidente.
Aquí no hay corazón ardiente, ni mente lúcida, ni amor por el país ni Guayaquil. Tenemos un Presidente que busca aumentar su popularidad midiendo fuerzas y minando los logros de los demás, en lugar de demostrar logros propios. ¿Quién dijo que la vieja política había muerto? Sigue vivita y coleando, solo que ha rejuvenecido y no usa corbata.
¿Dejará a un lado la confrontación? ¿Lo veremos finalmente transformar ese apoyo popular en acciones para impulsar este país adelante en lugar de buscarse peleas de barrio? Tristemente ya conocemos las respuestas. Los guayaquileños, y con el tiempo todos los ecuatorianos, tendremos que defendernos de quien debía apoyarnos.
jueves, diciembre 06, 2007
Buscando esa voz
La aplastante mayoría gobiernista en la Asamblea Constituyente presenta una oportunidad para darle una voz a la oposición. Es verdad que el voto de la oposición se ahogará en el oleaje de votos de Alianza PAIS. No tendrá ningún efecto en el texto de la nueva Constitución o las decisiones que se tomen estos meses en Montecristi. Pero al mismo tiempo, los oídos de distintos sectores del país y los micrófonos de los medios de comunicación están abiertos y atentos a lo que la oposición tenga que decir.
La Asamblea es la oportunidad para que surja esa voz que hoy está callada. Esa voz que explique por qué este socialismo que pretende establecer el gobierno no es la solución. Esa voz que alerte a esa mayoría que levantará las manos en bloque para aprobar lo que propongan Correa y Acosta, sobre el grave retroceso que significa implantar un modelo estatista y centralista. Esa voz que muestre con argumentos sólidos cómo progresan los países en los que el Estado no se impone, no acapara, y no asume funciones del sector privado; sino que brinda el apoyo y las facilidades para que los individuos y el sector privado florezcan. Esa voz que presente las propuestas para una Constitución que nos garantice libertad y condiciones para progresar.
El voto de esa voz será insignificante. No le hará cosquillas a los votos de la mayoría. Pero se haría escuchar. Captaría la atención de todos.
El problema es que por más que buscamos esa voz frontal, coherente, preparada y carismática, no la encontramos. Dentro de la Asamblea, la oposición se pierde entre partidos que representan el pasado político que queremos dejar atrás y nuevas voces sin fuerza y presencia suficiente. Fuera de la Asamblea, Jaime Nebot, la principal voz de oposición en estos días, se limita todavía a una oposición local, sin miras a convertirse en voz nacional.
Las voces de partidos como el Prian y Sociedad Patriótica no se pueden llamar de
oposición. Son voces sin definición, que según las conveniencias suenan a derecha, a izquierda, o a puro populismo. No son constructivas. El Partido Social Cristiano tiene voces jóvenes, pero que suenan débiles todavía. Por otro lado, voces como la de León Roldós, si bien son respetadas, no despiertan mayor entusiasmo.
Quedan entonces los representantes de los movimientos nuevos. De esos, tal vez Mae Montaño sea la que mayor presencia nacional y atención general tenga para representar a la oposición seria en la Asamblea. Junto a ella, Pablo Lucio Paredes es quien con mayor coherencia y claridad podría explicar al país por qué el modelo de Correa y Acosta no apunta al progreso.
Ojalá emerja esa voz. De lo contrario, los asambleístas de la mayoría del Gobierno impondrán su discurso sin escuchar argumentos contrarios que al menos los haga pensar antes de votar en masa.
Los micrófonos están abiertos para esa voz que tome el liderazgo de la oposición. Estamos atentos. No queremos que pasen casi diez años, como en Venezuela, para que finalmente las circunstancias obliguen la aparición de una oposición con fuerza suficiente, que impida la profundización de un modelo socialista que camina para atrás.
La Asamblea es la oportunidad para que surja esa voz que hoy está callada. Esa voz que explique por qué este socialismo que pretende establecer el gobierno no es la solución. Esa voz que alerte a esa mayoría que levantará las manos en bloque para aprobar lo que propongan Correa y Acosta, sobre el grave retroceso que significa implantar un modelo estatista y centralista. Esa voz que muestre con argumentos sólidos cómo progresan los países en los que el Estado no se impone, no acapara, y no asume funciones del sector privado; sino que brinda el apoyo y las facilidades para que los individuos y el sector privado florezcan. Esa voz que presente las propuestas para una Constitución que nos garantice libertad y condiciones para progresar.
El voto de esa voz será insignificante. No le hará cosquillas a los votos de la mayoría. Pero se haría escuchar. Captaría la atención de todos.
El problema es que por más que buscamos esa voz frontal, coherente, preparada y carismática, no la encontramos. Dentro de la Asamblea, la oposición se pierde entre partidos que representan el pasado político que queremos dejar atrás y nuevas voces sin fuerza y presencia suficiente. Fuera de la Asamblea, Jaime Nebot, la principal voz de oposición en estos días, se limita todavía a una oposición local, sin miras a convertirse en voz nacional.
Las voces de partidos como el Prian y Sociedad Patriótica no se pueden llamar de
oposición. Son voces sin definición, que según las conveniencias suenan a derecha, a izquierda, o a puro populismo. No son constructivas. El Partido Social Cristiano tiene voces jóvenes, pero que suenan débiles todavía. Por otro lado, voces como la de León Roldós, si bien son respetadas, no despiertan mayor entusiasmo.
Quedan entonces los representantes de los movimientos nuevos. De esos, tal vez Mae Montaño sea la que mayor presencia nacional y atención general tenga para representar a la oposición seria en la Asamblea. Junto a ella, Pablo Lucio Paredes es quien con mayor coherencia y claridad podría explicar al país por qué el modelo de Correa y Acosta no apunta al progreso.
Ojalá emerja esa voz. De lo contrario, los asambleístas de la mayoría del Gobierno impondrán su discurso sin escuchar argumentos contrarios que al menos los haga pensar antes de votar en masa.
Los micrófonos están abiertos para esa voz que tome el liderazgo de la oposición. Estamos atentos. No queremos que pasen casi diez años, como en Venezuela, para que finalmente las circunstancias obliguen la aparición de una oposición con fuerza suficiente, que impida la profundización de un modelo socialista que camina para atrás.
miércoles, diciembre 05, 2007
Revista la U. - Diciembre 2007
Ya está circulando la U. de diciembre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, noviembre 29, 2007
¡Ay, Latinoamérica!
En Bolivia mueren cuatro personas y hay trescientos heridos. La mayoría oficialista aprobó arbitrariamente la Constitución que prácticamente daría plenos poderes a Evo Morales. En un año no se logró nada en la Asamblea Constituyente boliviana, pero eso no impidió que el gobierno pretenda imponer al final su Constitución. Hay disturbios en las calles, represión policial y muerte. ¡Ay, Bolivia!
En Venezuela Hugo Chávez pretende gobernar eternamente. Este domingo será el referéndum que le daría aún más atribuciones al Poder Ejecutivo, como si Chávez no tuviera ya suficientes poderes para hacer y deshacer su país. La maquinaria estatal y los petrodólares están al servicio de la campaña por el Sí. Propaganda chavista hasta en la sopa. Hay manifestaciones de estudiantes contra el abuso del gobierno. Ya murió un joven de dos disparos en una protesta. ¡Ay, Venezuela!
Y más arribita en el mapa, en Nicaragua, Daniel Ortega, el otro integrante de ese escuadrón político dispuesto a enterrar a sus países con tal de alcanzar el poder total, amenaza ahora con gobernar por decreto si la oposición del Parlamento continúa bloqueando sus proyectos de ley. Son todos tan parecidos. Ya podemos imaginar los disturbios y los gases lacrimógenos también en su país. ¡Ay, Nicaragua!
No es coincidencia que las noticias más vergonzosas de estos días vengan justamente de los países latinoamericanos con gobiernos para los que la libertad y la democracia son obstáculos en sus caminos al poder absoluto. Latinoamérica retrocede cada vez que alguno de estos políticos grita a un micrófono “revolución” mientras sueña con más poder; y una mayoría ilusa, seducida y desesperada aplaude.
Hoy nuestros presidentes Rafael Correa y Alberto Acosta asumen –desde ya con arbitrariedades al irse contra el Estatuto– el poder total en la Asamblea Constituyente. Ojalá tengan presente lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Sobre todo en Venezuela, donde la raíz de los males está en la atribución que toma su Presidente para imponer su voluntad sobre un país entero, con la excusa de contar con el voto de una mayoría manipulada.
Aquí no viviremos el relajo boliviano. La mayoría de Alianza PAIS garantiza una Asamblea sin mayores debates ni trabas. Avanzarán con vía libre. Pero esa tranquilidad trae otro peligro más grande: crear una Constitución a su medida, o a la medida de Acosta o Correa. Si eso sucede podemos esperar, aquí también, protestas de un país que saldrá a las calles a exigir que se respete su deseo de cambios positivos, cambios para mejor, no cambios personalizados para dar más poder a unos cuantos.
Hoy es un día de optimismo para quienes confiaron sus esperanzas de cambio al proyecto presidencial. Para quienes miramos con desconfianza el uso del poder absoluto es un día de preocupación. Solo esperamos que quienes ahora tienen el poder de hacer los cambios, no olviden que sus plenos poderes nunca estarán por encima de nuestros derechos y libertades. Si no entienden eso, vendrán tiempos lacrimógenos como los que viven nuestros vecinos con gobiernos “revolucionarios”.
No queremos unirnos a esa Latinoamérica que grita desesperada por un cambio para salir del mal cambio en el que se metió. Que el grito de ¡ay, Ecuador! muera con el éxito de esta Asamblea.
En Venezuela Hugo Chávez pretende gobernar eternamente. Este domingo será el referéndum que le daría aún más atribuciones al Poder Ejecutivo, como si Chávez no tuviera ya suficientes poderes para hacer y deshacer su país. La maquinaria estatal y los petrodólares están al servicio de la campaña por el Sí. Propaganda chavista hasta en la sopa. Hay manifestaciones de estudiantes contra el abuso del gobierno. Ya murió un joven de dos disparos en una protesta. ¡Ay, Venezuela!
Y más arribita en el mapa, en Nicaragua, Daniel Ortega, el otro integrante de ese escuadrón político dispuesto a enterrar a sus países con tal de alcanzar el poder total, amenaza ahora con gobernar por decreto si la oposición del Parlamento continúa bloqueando sus proyectos de ley. Son todos tan parecidos. Ya podemos imaginar los disturbios y los gases lacrimógenos también en su país. ¡Ay, Nicaragua!
No es coincidencia que las noticias más vergonzosas de estos días vengan justamente de los países latinoamericanos con gobiernos para los que la libertad y la democracia son obstáculos en sus caminos al poder absoluto. Latinoamérica retrocede cada vez que alguno de estos políticos grita a un micrófono “revolución” mientras sueña con más poder; y una mayoría ilusa, seducida y desesperada aplaude.
Hoy nuestros presidentes Rafael Correa y Alberto Acosta asumen –desde ya con arbitrariedades al irse contra el Estatuto– el poder total en la Asamblea Constituyente. Ojalá tengan presente lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Sobre todo en Venezuela, donde la raíz de los males está en la atribución que toma su Presidente para imponer su voluntad sobre un país entero, con la excusa de contar con el voto de una mayoría manipulada.
Aquí no viviremos el relajo boliviano. La mayoría de Alianza PAIS garantiza una Asamblea sin mayores debates ni trabas. Avanzarán con vía libre. Pero esa tranquilidad trae otro peligro más grande: crear una Constitución a su medida, o a la medida de Acosta o Correa. Si eso sucede podemos esperar, aquí también, protestas de un país que saldrá a las calles a exigir que se respete su deseo de cambios positivos, cambios para mejor, no cambios personalizados para dar más poder a unos cuantos.
Hoy es un día de optimismo para quienes confiaron sus esperanzas de cambio al proyecto presidencial. Para quienes miramos con desconfianza el uso del poder absoluto es un día de preocupación. Solo esperamos que quienes ahora tienen el poder de hacer los cambios, no olviden que sus plenos poderes nunca estarán por encima de nuestros derechos y libertades. Si no entienden eso, vendrán tiempos lacrimógenos como los que viven nuestros vecinos con gobiernos “revolucionarios”.
No queremos unirnos a esa Latinoamérica que grita desesperada por un cambio para salir del mal cambio en el que se metió. Que el grito de ¡ay, Ecuador! muera con el éxito de esta Asamblea.
jueves, noviembre 22, 2007
Conociendo a Alberto
Estos días cercanos a la Asamblea Constituyente, los medios han puesto su atención en Alberto Acosta: futuro presidente de la Asamblea, cinturón negro en kárate, o como lo llama Carlos Vera, “el hombre más poderoso del país”. Las ideas de Alberto Acosta sobre su modelo ideal de país nos pueden decir mucho sobre el camino que tomará la Asamblea y lo que podemos esperar para el Ecuador en los próximos años.
A mí me han quedado dos impresiones principales de quien llevará las riendas de los plenos poderes.
Primero: Acosta es un hombre serio, honesto, que dice lo que piensa. Esto tranquiliza. Si bien el presidente Rafael Correa será el jefe supremo de esta Asamblea, con el constante peligro de convertirla en su instrumento para saltarse todas las instituciones y leyes a favor de sus planes inmediatos de gobierno, tranquiliza que los plenos poderes estén en manos de alguien que refleja seriedad y vocación democrática.
Segundo: Acosta desconfía profundamente de todo lo que huela a sector privado. Su ideología pone al Estado como principal y único actor en la vida de los ecuatorianos. Parecería que para Acosta si el Estado no está presente, algo anda mal. Y que una acción social es válida y legítima solo si el Estado interviene en ella. Esto preocupa.
Sus recientes declaraciones en relación a la Junta de Beneficencia de Guayaquil reflejan que en lugar de querer imitar y reproducir la gran labor social de esta institución, a Acosta le incomoda que no sea el Estado el que presta los servicios de la Junta. Como si un servicio social fuese menos legítimo porque lo realiza un grupo o institución privada. La visión de Acosta supone la profundización de la estatización del país, con todo el retroceso, ineficiencia y corrupción que eso significa.
Es posible que ese mundo que sueña Acosta, con un Estado eficiente, libre de corrupción, y con burócratas pensando solo en servir y no en los términos de su contrato colectivo o en los viáticos que recibirán por el último viaje, exista en algún lugar, pero no aquí. Todas las leyes y decretos que se den en la Asamblea Constituyente no cambiarán la realidad del sector público.
Si la visión de Acosta se impone sobre el grupo de Asambleístas vamos inevitablemente hacia el Estado omnipotente, omnipresente y todopoderoso. Los avances logrados a través de colaboraciones con el sector privado, concesiones o la gran obra social de instituciones privadas sin fines de lucro peligrarían para dar paso a este dios Estado, donde se privilegia siempre el manejo público, incluso cuando este sea ineficiente. La torta pública se agrandará más. Es decir, podemos esperar más corrupción por el reparto de esta torta.
Acosta debe recordar que la nueva Constitución no transformará de repente al sector público. Los servicios públicos seguirán en su gran mayoría igual de ineficientes, pero con más funciones y más dinero que malgastar. Solo incorporando la iniciativa privada, no marginándola, se podrá servir mejor a los ecuatorianos.
Las buenas cualidades que Acosta transmite lastimosamente se opacan por una ideología que ha fracasado demasiadas veces en el mundo, y esta no será la excepción.
A mí me han quedado dos impresiones principales de quien llevará las riendas de los plenos poderes.
Primero: Acosta es un hombre serio, honesto, que dice lo que piensa. Esto tranquiliza. Si bien el presidente Rafael Correa será el jefe supremo de esta Asamblea, con el constante peligro de convertirla en su instrumento para saltarse todas las instituciones y leyes a favor de sus planes inmediatos de gobierno, tranquiliza que los plenos poderes estén en manos de alguien que refleja seriedad y vocación democrática.
Segundo: Acosta desconfía profundamente de todo lo que huela a sector privado. Su ideología pone al Estado como principal y único actor en la vida de los ecuatorianos. Parecería que para Acosta si el Estado no está presente, algo anda mal. Y que una acción social es válida y legítima solo si el Estado interviene en ella. Esto preocupa.
Sus recientes declaraciones en relación a la Junta de Beneficencia de Guayaquil reflejan que en lugar de querer imitar y reproducir la gran labor social de esta institución, a Acosta le incomoda que no sea el Estado el que presta los servicios de la Junta. Como si un servicio social fuese menos legítimo porque lo realiza un grupo o institución privada. La visión de Acosta supone la profundización de la estatización del país, con todo el retroceso, ineficiencia y corrupción que eso significa.
Es posible que ese mundo que sueña Acosta, con un Estado eficiente, libre de corrupción, y con burócratas pensando solo en servir y no en los términos de su contrato colectivo o en los viáticos que recibirán por el último viaje, exista en algún lugar, pero no aquí. Todas las leyes y decretos que se den en la Asamblea Constituyente no cambiarán la realidad del sector público.
Si la visión de Acosta se impone sobre el grupo de Asambleístas vamos inevitablemente hacia el Estado omnipotente, omnipresente y todopoderoso. Los avances logrados a través de colaboraciones con el sector privado, concesiones o la gran obra social de instituciones privadas sin fines de lucro peligrarían para dar paso a este dios Estado, donde se privilegia siempre el manejo público, incluso cuando este sea ineficiente. La torta pública se agrandará más. Es decir, podemos esperar más corrupción por el reparto de esta torta.
Acosta debe recordar que la nueva Constitución no transformará de repente al sector público. Los servicios públicos seguirán en su gran mayoría igual de ineficientes, pero con más funciones y más dinero que malgastar. Solo incorporando la iniciativa privada, no marginándola, se podrá servir mejor a los ecuatorianos.
Las buenas cualidades que Acosta transmite lastimosamente se opacan por una ideología que ha fracasado demasiadas veces en el mundo, y esta no será la excepción.
jueves, noviembre 15, 2007
Y sigue hablando
El ya célebre “¿Por qué no te callas?” del Rey de España dirigido al dictador –camuflado de presidente democrático– Hugo Chávez en la última Cumbre Iberoamericana, resumió en una frase lo que muchísimos latinoamericanos sentimos.
Chávez, que representa la peor tradición caudillista, dictatorial y populista de la región, se ha convertido en vocero de Latinoamérica. Y ante este protagonismo, los latinoamericanos, y en particular nuestros líderes, tranquilamente lo abrazan y lo dejan hablar a nuestro nombre.
Sin duda, los millones de petrodólares que Chávez tiene para despilfarrar le abren las puertas de las casas de gobierno latinoamericanas. El dinero compra apoyos, abrazos y silencios ante sus atropellos a las libertades y su proyecto totalitario.
Chávez habla lo que le da la gana. Esta vez se dedicó a llamar fascista al ex presidente español José María Aznar, de quien podría aprender mucho sobre democracia y libertades. Aunque la actitud del rey Juan Carlos no fue la más apropiada para este tipo de Cumbres, dio en el clavo ante un insolente Chávez y expresó lo que los líderes latinoamericanos no se atreven a decirle.
Chávez debería verse en el espejo cuando habla de fascismo, ideología política de la que presenta varias características: pone a la nación por encima del individuo, centraliza todo, concentra poder, crea constantemente enemigos internos y externos, incrementa exageradamente su poderío militar, y basa su gobierno no en leyes ni instituciones sino en su figura carismática. Y con la nueva reforma constitucional podrá ir más lejos, reeligiéndose eternamente y declarando estados de excepción sin límite de tiempo, en los que podrá detener a ciudadanos sin cargos e imponer la censura de prensa.
Y claro, esta reforma, al igual que su gobierno, se disfrazarán de democráticos con los votos de ese pueblo al que tiene seducido con bonos, dádivas y políticas paternalistas. Pero en un país donde su palabra es ley, se cierran canales de televisión y ni Alejandro Sanz puede ir a cantar por atreverse a criticarlo, hablar de democracia es una broma.
Chávez sigue hablando. Y una embobada Latinoamérica lo sigue escuchando. Chávez habla porque lo dejamos hablar. Porque nuestros presidentes y nuestras masas seducidas lo reciben con brazos abiertos y le celebran sus caducos cantos contra el progreso.
¿Seguirá Latinoamérica permitiendo que Chávez hable a nombre de la región? ¿O ignorarán finalmente nuestros gobernantes su demagogia? Nuestro Presidente, a pesar de su pública identificación con el gobierno de Chávez, hizo bien en distanciarse de él en esta Cumbre y expresar su desacuerdo con la reelección indefinida. Ojalá no se quede ahí y se aleje completamente de las destructivas y dictatoriales políticas y estrategias de este personaje.
Chávez dejó de ser una broma. ¿Seguirá Latinoamérica celebrándolo? ¿Continuaremos alabándole, como a Fidel, sus insultos y delirios, mientras hunde a su país en la pobreza y acaba con sus libertades?
Chávez no se calla porque muchos ilusos todavía lo quieren escuchar. Solo los venezolanos podrán callarlo de verdad en las urnas. Mientras tanto, el resto de latinoamericanos podemos empezar por ignorarlo. De lo contrario, como su maestro Fidel, seguirá hablando por muchos años. Y por favor, no queremos que nuestros hijos tengan que aguantarlo.
Chávez, que representa la peor tradición caudillista, dictatorial y populista de la región, se ha convertido en vocero de Latinoamérica. Y ante este protagonismo, los latinoamericanos, y en particular nuestros líderes, tranquilamente lo abrazan y lo dejan hablar a nuestro nombre.
Sin duda, los millones de petrodólares que Chávez tiene para despilfarrar le abren las puertas de las casas de gobierno latinoamericanas. El dinero compra apoyos, abrazos y silencios ante sus atropellos a las libertades y su proyecto totalitario.
Chávez habla lo que le da la gana. Esta vez se dedicó a llamar fascista al ex presidente español José María Aznar, de quien podría aprender mucho sobre democracia y libertades. Aunque la actitud del rey Juan Carlos no fue la más apropiada para este tipo de Cumbres, dio en el clavo ante un insolente Chávez y expresó lo que los líderes latinoamericanos no se atreven a decirle.
Chávez debería verse en el espejo cuando habla de fascismo, ideología política de la que presenta varias características: pone a la nación por encima del individuo, centraliza todo, concentra poder, crea constantemente enemigos internos y externos, incrementa exageradamente su poderío militar, y basa su gobierno no en leyes ni instituciones sino en su figura carismática. Y con la nueva reforma constitucional podrá ir más lejos, reeligiéndose eternamente y declarando estados de excepción sin límite de tiempo, en los que podrá detener a ciudadanos sin cargos e imponer la censura de prensa.
Y claro, esta reforma, al igual que su gobierno, se disfrazarán de democráticos con los votos de ese pueblo al que tiene seducido con bonos, dádivas y políticas paternalistas. Pero en un país donde su palabra es ley, se cierran canales de televisión y ni Alejandro Sanz puede ir a cantar por atreverse a criticarlo, hablar de democracia es una broma.
Chávez sigue hablando. Y una embobada Latinoamérica lo sigue escuchando. Chávez habla porque lo dejamos hablar. Porque nuestros presidentes y nuestras masas seducidas lo reciben con brazos abiertos y le celebran sus caducos cantos contra el progreso.
¿Seguirá Latinoamérica permitiendo que Chávez hable a nombre de la región? ¿O ignorarán finalmente nuestros gobernantes su demagogia? Nuestro Presidente, a pesar de su pública identificación con el gobierno de Chávez, hizo bien en distanciarse de él en esta Cumbre y expresar su desacuerdo con la reelección indefinida. Ojalá no se quede ahí y se aleje completamente de las destructivas y dictatoriales políticas y estrategias de este personaje.
Chávez dejó de ser una broma. ¿Seguirá Latinoamérica celebrándolo? ¿Continuaremos alabándole, como a Fidel, sus insultos y delirios, mientras hunde a su país en la pobreza y acaba con sus libertades?
Chávez no se calla porque muchos ilusos todavía lo quieren escuchar. Solo los venezolanos podrán callarlo de verdad en las urnas. Mientras tanto, el resto de latinoamericanos podemos empezar por ignorarlo. De lo contrario, como su maestro Fidel, seguirá hablando por muchos años. Y por favor, no queremos que nuestros hijos tengan que aguantarlo.
jueves, noviembre 08, 2007
Nuestra lucha
Que este Gobierno busca desprestigiar y acabar lo bueno que se ha hecho en Guayaquil está clarísimo. Al Presidente no le importa ir contra su propia gente atacando una gestión municipal ejemplar que ha mejorado la vida de los guayaquileños. El fin es causar la polémica que se transforma en votos. La actitud civilizada del Presidente el pasado 9 de octubre, por lo visto, fue pura pantalla.
El enemigo de Guayaquil no ha cambiado. Es el mismo de siempre. Se llama centralismo. Solo ha cambiado su disfraz. Hoy viste verde, es socialista, se hace llamar altivo y soberano, y lo más triste de todo, es guayaquileño. El enemigo sigue siendo ese político centralista de ayer y hoy, que pretende controlarlo todo y ataca toda gestión local exitosa que signifique menos plata y poder para su cargo.
La existencia de un enemigo común suele unir a la gente. El centralismo ha unido a los guayaquileños en su lucha por la autonomía. Pero hoy, que la amenaza es mayor, en lugar de unirnos peleamos entre nosotros o en luchas equivocadas.
La lucha no es contra la Junta Cívica. Más allá de diferencia de criterios, los guayaquileños debemos apoyar su misión cívica, uniendo fuerzas. La lucha aquí es contra los centralistas que atacan la labor de esta Junta Cívica y de otras instituciones locales buscando su desprestigio.
La lucha no es contra los habitantes de la provincia de Santa Elena. Más allá de la rabia que nos cause la división, la provincialización no convierte a los peninsulares en nuestros enemigos. La gran mayoría de ellos son hombres y mujeres honestos que solo quieren trabajar y nada tienen que ver con estos actos políticos. La lucha aquí es contra el apoyo irresponsable del Gobierno a la provincialización por fines políticos, incluso estando en contra de ella.
La lucha no es contra quienes quemaron la bandera de Guayaquil. Más allá del rechazo que este acto nos causó, como bien lo escribió hace poco Carlos Jijón, “los hombres que amamos la libertad, y que pretendemos defenderla, no podemos caer en la incoherencia de perseguir la prisión de alguien, o de un grupo social, que finalmente solo ha expresado públicamente lo que piensa”. La lucha aquí es contra el comportamiento confrontacional y antiguayaquileño del Gobierno, que incitó estos actos de los peninsulares.
La lucha ni siquiera es contra el Gobierno o su Presidente. Más allá de que ha hecho los méritos para tener nuestro rechazo, como ciudad democrática debemos respetar su mandato y apoyar sus buenas acciones. La lucha frontal aquí es contra los planes centralistas del Gobierno y del Presidente y cualquier ataque a Guayaquil que atente contra nuestra libertad y progreso.
La lucha de Guayaquil sigue siendo contra el mismo enemigo: el centralismo. El objetivo sigue siendo el mismo: buscar el progreso de Guayaquil a través de su autonomía y evitar que modelos centralistas, y peor aún planes socialistas fracasados, nos hundan.
Entonces, dejémonos de peleas entre nosotros y contra enemigos creados. Si queremos tener la fuerza para enfrentar lo que se viene, lo primero es estar juntos. Y luchar juntos por un Guayaquil con libertad para trabajar, progresar y liderar su propio destino.
El enemigo de Guayaquil no ha cambiado. Es el mismo de siempre. Se llama centralismo. Solo ha cambiado su disfraz. Hoy viste verde, es socialista, se hace llamar altivo y soberano, y lo más triste de todo, es guayaquileño. El enemigo sigue siendo ese político centralista de ayer y hoy, que pretende controlarlo todo y ataca toda gestión local exitosa que signifique menos plata y poder para su cargo.
La existencia de un enemigo común suele unir a la gente. El centralismo ha unido a los guayaquileños en su lucha por la autonomía. Pero hoy, que la amenaza es mayor, en lugar de unirnos peleamos entre nosotros o en luchas equivocadas.
La lucha no es contra la Junta Cívica. Más allá de diferencia de criterios, los guayaquileños debemos apoyar su misión cívica, uniendo fuerzas. La lucha aquí es contra los centralistas que atacan la labor de esta Junta Cívica y de otras instituciones locales buscando su desprestigio.
La lucha no es contra los habitantes de la provincia de Santa Elena. Más allá de la rabia que nos cause la división, la provincialización no convierte a los peninsulares en nuestros enemigos. La gran mayoría de ellos son hombres y mujeres honestos que solo quieren trabajar y nada tienen que ver con estos actos políticos. La lucha aquí es contra el apoyo irresponsable del Gobierno a la provincialización por fines políticos, incluso estando en contra de ella.
La lucha no es contra quienes quemaron la bandera de Guayaquil. Más allá del rechazo que este acto nos causó, como bien lo escribió hace poco Carlos Jijón, “los hombres que amamos la libertad, y que pretendemos defenderla, no podemos caer en la incoherencia de perseguir la prisión de alguien, o de un grupo social, que finalmente solo ha expresado públicamente lo que piensa”. La lucha aquí es contra el comportamiento confrontacional y antiguayaquileño del Gobierno, que incitó estos actos de los peninsulares.
La lucha ni siquiera es contra el Gobierno o su Presidente. Más allá de que ha hecho los méritos para tener nuestro rechazo, como ciudad democrática debemos respetar su mandato y apoyar sus buenas acciones. La lucha frontal aquí es contra los planes centralistas del Gobierno y del Presidente y cualquier ataque a Guayaquil que atente contra nuestra libertad y progreso.
La lucha de Guayaquil sigue siendo contra el mismo enemigo: el centralismo. El objetivo sigue siendo el mismo: buscar el progreso de Guayaquil a través de su autonomía y evitar que modelos centralistas, y peor aún planes socialistas fracasados, nos hundan.
Entonces, dejémonos de peleas entre nosotros y contra enemigos creados. Si queremos tener la fuerza para enfrentar lo que se viene, lo primero es estar juntos. Y luchar juntos por un Guayaquil con libertad para trabajar, progresar y liderar su propio destino.
miércoles, noviembre 07, 2007
Revista la U. - Noviembre 2007
Ya está circulando la U. de noviembre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, noviembre 01, 2007
El bobo nacionalismo
Anoche, las brujas, los fantasmas y las calabazas nos pasaron de largo. Por exigencia del Ministro de Educación los niños no pudieron celebrar Halloween en sus escuelas.
En un comunicado, de esos que deben colgarse en la galería de nuestros absurdos nacionalismos, el ministro Vallejo indicó que “es importante que en el sistema educativo, se evite la organización del festejo de Halloween, costumbre de origen celta extraña a nuestra tradición cultural…”. En su lugar, el Ministerio solicitó que se realicen actos cívicos para conmemorar el Día del Escudo Nacional.
En otras palabras, olvídense niños de estimular su imaginación y creatividad disfrazándose y decorando sus escuelas con brujas y calabazas. Mejor prepárense para marchar bajo el sol del mediodía como soldados, cantar el himno y aguantarse un discurso de su director.
Parece algo secundario, pero son estas actitudes las que sientan las bases de una sociedad que camina para atrás, aislada del mundo. Al decirles a los niños que no celebren Halloween por no ser ecuatoriano, le están creando un rechazo a lo extranjero. Les meten la idea de que solo lo nuestro es bueno y lo de afuera es malo. Y que debemos defender al país de influencias extranjeras (salvo, claro está, si lo extranjero usa boina roja o fuma un habano).
¿Acaso hay algo 100% ecuatoriano, que no haya tomado algo de otras culturas y tradiciones? ¿Acaso la “cultura ecuatoriana” se formó aislada del mundo? Las manifestaciones culturales del mundo son una mezcla de tradiciones que olvidan su origen.
El bobo nacionalismo está de moda en nuestro país. Nuestro Presidente lleva la bandera. Este Gobierno que ha calificado de “bobo aperturismo” la integración de mercados, camina en dirección contraria cerrándonos al mundo.
Y lo más triste es que la gente compra el discurso nacionalista. Ayer, en un programa de la mañana, una presentadora dijo que, siguiendo el llamado del Gobierno a no celebrar Halloween, decidieron no disfrazarse ni decorar el set, para así “hacer patria”. El desayuno se me revolvió en el estómago al escuchar tal ridiculez. ¡No celebrar Halloween se convierte ahora en hacer patria! Les aseguro que más patria hacemos moviendo el comercio local al comprar máscaras y disfraces de brujas.
El bobo nacionalismo pretende imponernos una solo cultura, una sola tradición, una sola mentalidad. Ignora la riqueza cultural y artística de este planeta, que como ciudadanos libres del mundo tenemos todo el derecho a celebrar o incluso elegir sobre nuestras tradiciones locales. Impone la mentalidad aldeana como estandarte patriotero. Muy bien que prefiramos y celebremos lo local. Pero la opción por lo local debe nacer en cada individuo, no imponerse o “recomendarse” desde arriba.
Espero que cuando mi hija vaya a la escuela le incentiven la aventura del conocimiento, mostrándole que el mundo no termina en nuestro país, que hay cosas buenas en todos lados, incluso brujas y calabazas venidas del norte. Que aprenda de lo local y lo extranjero. No de lo local contra lo extranjero. Que entienda que somos parte de un mundo diverso e interesante, del que podemos escoger la música, tradiciones, cultura que más nos guste.
Empieza la era del bobo nacionalismo y del bobo proteccionismo. ¿Cuánto tiempo durarán? Ojalá alguna bruja nos libre del hechizo.
En un comunicado, de esos que deben colgarse en la galería de nuestros absurdos nacionalismos, el ministro Vallejo indicó que “es importante que en el sistema educativo, se evite la organización del festejo de Halloween, costumbre de origen celta extraña a nuestra tradición cultural…”. En su lugar, el Ministerio solicitó que se realicen actos cívicos para conmemorar el Día del Escudo Nacional.
En otras palabras, olvídense niños de estimular su imaginación y creatividad disfrazándose y decorando sus escuelas con brujas y calabazas. Mejor prepárense para marchar bajo el sol del mediodía como soldados, cantar el himno y aguantarse un discurso de su director.
Parece algo secundario, pero son estas actitudes las que sientan las bases de una sociedad que camina para atrás, aislada del mundo. Al decirles a los niños que no celebren Halloween por no ser ecuatoriano, le están creando un rechazo a lo extranjero. Les meten la idea de que solo lo nuestro es bueno y lo de afuera es malo. Y que debemos defender al país de influencias extranjeras (salvo, claro está, si lo extranjero usa boina roja o fuma un habano).
¿Acaso hay algo 100% ecuatoriano, que no haya tomado algo de otras culturas y tradiciones? ¿Acaso la “cultura ecuatoriana” se formó aislada del mundo? Las manifestaciones culturales del mundo son una mezcla de tradiciones que olvidan su origen.
El bobo nacionalismo está de moda en nuestro país. Nuestro Presidente lleva la bandera. Este Gobierno que ha calificado de “bobo aperturismo” la integración de mercados, camina en dirección contraria cerrándonos al mundo.
Y lo más triste es que la gente compra el discurso nacionalista. Ayer, en un programa de la mañana, una presentadora dijo que, siguiendo el llamado del Gobierno a no celebrar Halloween, decidieron no disfrazarse ni decorar el set, para así “hacer patria”. El desayuno se me revolvió en el estómago al escuchar tal ridiculez. ¡No celebrar Halloween se convierte ahora en hacer patria! Les aseguro que más patria hacemos moviendo el comercio local al comprar máscaras y disfraces de brujas.
El bobo nacionalismo pretende imponernos una solo cultura, una sola tradición, una sola mentalidad. Ignora la riqueza cultural y artística de este planeta, que como ciudadanos libres del mundo tenemos todo el derecho a celebrar o incluso elegir sobre nuestras tradiciones locales. Impone la mentalidad aldeana como estandarte patriotero. Muy bien que prefiramos y celebremos lo local. Pero la opción por lo local debe nacer en cada individuo, no imponerse o “recomendarse” desde arriba.
Espero que cuando mi hija vaya a la escuela le incentiven la aventura del conocimiento, mostrándole que el mundo no termina en nuestro país, que hay cosas buenas en todos lados, incluso brujas y calabazas venidas del norte. Que aprenda de lo local y lo extranjero. No de lo local contra lo extranjero. Que entienda que somos parte de un mundo diverso e interesante, del que podemos escoger la música, tradiciones, cultura que más nos guste.
Empieza la era del bobo nacionalismo y del bobo proteccionismo. ¿Cuánto tiempo durarán? Ojalá alguna bruja nos libre del hechizo.
jueves, octubre 25, 2007
Buscando plata
A diferencia de oscuros tiempos pasados, el aeropuerto de Guayaquil hoy sí funciona. La concesión del aeropuerto acabó con su desastroso manejo público, tan típico de muchas “empresas” estatales para las que el término servicio al cliente es una broma.
Por eso, me sorprendió leer que para nuestro Presidente “la concesión de los aeropuertos ha sido un atraco”. No sé por dónde llevan al Presidente cuando toma el avión presidencial, pero parece que no ha visto los cambios que las concesiones aeroportuarias han logrado.
Al seguir leyendo la noticia entendí mejor las declaraciones presidenciales. Por lo visto, para este Gobierno es secundario el desarrollo que brinda un aeropuerto eficiente y lo que eso significa en ingresos por turismo, nuevas plazas de trabajo e impuestos. Lo que molesta al Presidente es que las concesiones de los aeropuertos no traen un aporte económico directo al Gobierno central. Como Jerry Maguire, este Gobierno grita desesperado “¡Show me the money!”.
El problema es que cuando se gasta sin control en subsidios, bonos, nuevos ministerios, edificios para Asamblea y ministerios, asignaciones para nuevas provincias, y otros gastos políticos improductivos, se necesita encontrar fondos por donde sea. Por eso, el Presidente ataca todo lo que tenga que ver con concesiones privadas: aeropuertos, petroleras, telefónicas, medios de comunicación, con el siempre popular argumento de que estas empresas ganan mucho dinero sin dar lo que corresponde al Estado.
Esta búsqueda apurada por más plata se ve también en los nuevos aranceles que propone el Gobierno. Con la excusa de proteger la industria local quieren imponer impuestos a productos que ni son de lujo ni producimos localmente. De algún lado tienen que salir los fondos para mantener el ritmo de gasto público. Y para esto, funciona muy bien armar todo un exagerado show con el cuento de proteger el interés nacional.
La actitud del Gobierno frente a la empresa privada solo suena a culpar, extraer, recaudar, quitar. ¿Cuándo escucharemos verbos como producir, cooperar, competir, generar? Sería tan sencillo, con la popularidad que goza el Presidente, contagiar en todos los ecuatorianos el apoyo a iniciativas y empresas privadas que generan empleo y recursos para el país. Sería tan sencillo convertirnos en un país de emprendedores con solo apuntar en esa dirección.
Pero lastimosamente para el socialismo del siglo XXI, que tanto alaba este Gobierno, palabras como empresa, negocio, competencia, utilidades son malas palabras. Es cierto que no todas las empresas privadas son unas santas que compiten limpiamente. No todas las concesiones se han dado de forma ideal. Hay abusos y negociados. Y el Gobierno hace bien en enfrentarlos. Pero hace mal al meter toda iniciativa privada en el mismo saco, creando un clima antiempresa que pone equivocadamente al Estado como única fuente de progreso. En lugar de animarnos a preguntar, ¿qué puedo hacer para salir adelante?, nos llevan a preguntar cómodamente, ¿qué va hacer el Gobierno y su Asamblea para arreglarme la vida?
Por ahora, ya vemos lo que piensan hacer: extraer del sector privado para distribuir según intereses políticos. Estaremos esperando el día en que entiendan que el progreso solo llega de la mano de la iniciativa privada, nunca contra ella.
Por eso, me sorprendió leer que para nuestro Presidente “la concesión de los aeropuertos ha sido un atraco”. No sé por dónde llevan al Presidente cuando toma el avión presidencial, pero parece que no ha visto los cambios que las concesiones aeroportuarias han logrado.
Al seguir leyendo la noticia entendí mejor las declaraciones presidenciales. Por lo visto, para este Gobierno es secundario el desarrollo que brinda un aeropuerto eficiente y lo que eso significa en ingresos por turismo, nuevas plazas de trabajo e impuestos. Lo que molesta al Presidente es que las concesiones de los aeropuertos no traen un aporte económico directo al Gobierno central. Como Jerry Maguire, este Gobierno grita desesperado “¡Show me the money!”.
El problema es que cuando se gasta sin control en subsidios, bonos, nuevos ministerios, edificios para Asamblea y ministerios, asignaciones para nuevas provincias, y otros gastos políticos improductivos, se necesita encontrar fondos por donde sea. Por eso, el Presidente ataca todo lo que tenga que ver con concesiones privadas: aeropuertos, petroleras, telefónicas, medios de comunicación, con el siempre popular argumento de que estas empresas ganan mucho dinero sin dar lo que corresponde al Estado.
Esta búsqueda apurada por más plata se ve también en los nuevos aranceles que propone el Gobierno. Con la excusa de proteger la industria local quieren imponer impuestos a productos que ni son de lujo ni producimos localmente. De algún lado tienen que salir los fondos para mantener el ritmo de gasto público. Y para esto, funciona muy bien armar todo un exagerado show con el cuento de proteger el interés nacional.
La actitud del Gobierno frente a la empresa privada solo suena a culpar, extraer, recaudar, quitar. ¿Cuándo escucharemos verbos como producir, cooperar, competir, generar? Sería tan sencillo, con la popularidad que goza el Presidente, contagiar en todos los ecuatorianos el apoyo a iniciativas y empresas privadas que generan empleo y recursos para el país. Sería tan sencillo convertirnos en un país de emprendedores con solo apuntar en esa dirección.
Pero lastimosamente para el socialismo del siglo XXI, que tanto alaba este Gobierno, palabras como empresa, negocio, competencia, utilidades son malas palabras. Es cierto que no todas las empresas privadas son unas santas que compiten limpiamente. No todas las concesiones se han dado de forma ideal. Hay abusos y negociados. Y el Gobierno hace bien en enfrentarlos. Pero hace mal al meter toda iniciativa privada en el mismo saco, creando un clima antiempresa que pone equivocadamente al Estado como única fuente de progreso. En lugar de animarnos a preguntar, ¿qué puedo hacer para salir adelante?, nos llevan a preguntar cómodamente, ¿qué va hacer el Gobierno y su Asamblea para arreglarme la vida?
Por ahora, ya vemos lo que piensan hacer: extraer del sector privado para distribuir según intereses políticos. Estaremos esperando el día en que entiendan que el progreso solo llega de la mano de la iniciativa privada, nunca contra ella.
jueves, octubre 18, 2007
Moraleja de un balde de agua
En una reciente entrevista, el asambleísta electo Rolando Panchana contó una anécdota sobre Rafael Correa de su época de estudiantes.
La historia iba más o menos así: Rafael Correa era el capitán de un equipo, en el que estaba Rolando Panchana. Los chicos habían llevado sus termos con agua para tomarla después del partido de fútbol. Al terminar el juego, el joven Correa reunió al equipo y puso un balde frente a ellos. Les dijo que de ahora en adelante compartirían el agua para que todos, incluso los que no habían traído termo, puedan tomar. Cada chico vació su termo en el balde como pidió su líder. Y el agua alcanzó para todos.
Sin duda los chicos aprendieron una lección sobre la importancia de compartir. Pero más allá de la moraleja inicial de la historia, imaginé lo que podría pasar en los siguientes partidos de fútbol si este cuento continuara:
El primer día el agua alcanzaría para todos: desde el gordito que siempre llevaba un termo grandote, hasta al flaco que nunca llevaba agua y vivía muerto de sed. Todo un éxito la idea.
Pero imagino el siguiente partido. Al vaciar los chicos sus termos en el balde, habría menos agua que la vez anterior. Y las siguientes semanas el nivel de agua en el balde seguiría bajando. Su líder se preguntaría qué estaría fallando con su método altivo y solidario. Tal vez enfurecido se le cargaría al gordito, culpándolo de tomarse el agua que es de todos. Pero nadie estaría robándose el agua. Sencillamente ahora habría menos agua que cuando cada uno tomaba de su propio termo.
¿Qué pasaría entonces? Pues, que los chicos tendrían un menor interés en traer agua. El gordito, por ejemplo, le diría a su mamá que ya no le mande un termo tan pesado. Total, se lo tomaban los otros. Y varios que llevaban antes sus termos, ahora lo harían rara vez. Igual su capitán se encargaría de que les toque tanta agua como a los que sí llevan termo. Hasta que llegaría el día en que solo uno de ellos traería su termo, y al no querer echar su agua en el balde lo culparían de egoísta y le caerían a patadas.
Real moraleja del cuento: suelen fracasar los proyectos que se enfocan solo en distribuir y en los que una autoridad exige a la gente que “comparta” lo suyo. Eso no es compartir. Es quitarnos algo para dárselo a otro. El fracaso del socialismo se repite en ese error. Con el agravante de que cuando una persona controla todo el pastel, en este caso todo el balde de agua, es más fácil que se den injusticias, corrupción, y excesos al poder decidir quién recibe y cuánto y cómo. En cambio, cuando cada quien cuida lo suyo sin imposiciones ni presiones sobre lo que debe hacer con sus cosas, nos acercamos más a la justicia.
Por pretender que el agua sea de todos, el agua puede ser de nadie. Una mejor lección le hubiera dado el joven Rafael al pequeño Rolando y sus amigos haciéndolos a cada uno responsable por traer su propia agua, preocupándose como su capitán, eso sí, de que nadie se les lleve los termos.
La historia iba más o menos así: Rafael Correa era el capitán de un equipo, en el que estaba Rolando Panchana. Los chicos habían llevado sus termos con agua para tomarla después del partido de fútbol. Al terminar el juego, el joven Correa reunió al equipo y puso un balde frente a ellos. Les dijo que de ahora en adelante compartirían el agua para que todos, incluso los que no habían traído termo, puedan tomar. Cada chico vació su termo en el balde como pidió su líder. Y el agua alcanzó para todos.
Sin duda los chicos aprendieron una lección sobre la importancia de compartir. Pero más allá de la moraleja inicial de la historia, imaginé lo que podría pasar en los siguientes partidos de fútbol si este cuento continuara:
El primer día el agua alcanzaría para todos: desde el gordito que siempre llevaba un termo grandote, hasta al flaco que nunca llevaba agua y vivía muerto de sed. Todo un éxito la idea.
Pero imagino el siguiente partido. Al vaciar los chicos sus termos en el balde, habría menos agua que la vez anterior. Y las siguientes semanas el nivel de agua en el balde seguiría bajando. Su líder se preguntaría qué estaría fallando con su método altivo y solidario. Tal vez enfurecido se le cargaría al gordito, culpándolo de tomarse el agua que es de todos. Pero nadie estaría robándose el agua. Sencillamente ahora habría menos agua que cuando cada uno tomaba de su propio termo.
¿Qué pasaría entonces? Pues, que los chicos tendrían un menor interés en traer agua. El gordito, por ejemplo, le diría a su mamá que ya no le mande un termo tan pesado. Total, se lo tomaban los otros. Y varios que llevaban antes sus termos, ahora lo harían rara vez. Igual su capitán se encargaría de que les toque tanta agua como a los que sí llevan termo. Hasta que llegaría el día en que solo uno de ellos traería su termo, y al no querer echar su agua en el balde lo culparían de egoísta y le caerían a patadas.
Real moraleja del cuento: suelen fracasar los proyectos que se enfocan solo en distribuir y en los que una autoridad exige a la gente que “comparta” lo suyo. Eso no es compartir. Es quitarnos algo para dárselo a otro. El fracaso del socialismo se repite en ese error. Con el agravante de que cuando una persona controla todo el pastel, en este caso todo el balde de agua, es más fácil que se den injusticias, corrupción, y excesos al poder decidir quién recibe y cuánto y cómo. En cambio, cuando cada quien cuida lo suyo sin imposiciones ni presiones sobre lo que debe hacer con sus cosas, nos acercamos más a la justicia.
Por pretender que el agua sea de todos, el agua puede ser de nadie. Una mejor lección le hubiera dado el joven Rafael al pequeño Rolando y sus amigos haciéndolos a cada uno responsable por traer su propia agua, preocupándose como su capitán, eso sí, de que nadie se les lleve los termos.
jueves, octubre 11, 2007
Lluvia de octubre
Este 9 de octubre llovió en Guayaquil. Cosa rara en esta época del año. Pero sucedió algo más extraño aún: nuestro Presidente dejó la confrontación política a un lado y se unió, civilizada y conciliadoramente, a las celebraciones de la ciudad junto al Alcalde. Bienvenido sea este cambio de clima.
Rafael Correa y Jaime Nebot se sentaron juntos, conversaron y hasta parecía que disfrutaban de su mutua compañía. Cada uno habló de lo suyo en sus discursos sin atacar al otro. Muy distinto a lo que sucedió en las recientes fiestas de julio, cuando los insultos presidenciales y su intromisión en temas locales, como el del puente, hicieron de las fiestas de Guayaquil una excusa para el protagonismo político.
¿Qué sucedió de julio hasta acá? La campaña por la Asamblea terminó. El Presidente que antes buscaba polémica para ganar votos, ya no los necesita, al menos por un tiempo. Ahora puede dejar de buscar protagonismo y gobernar.
Con su actitud de este 9 de octubre, Correa parece demostrar que quiere unir y sumar fuerzas por Guayaquil, no dividirlo. Sabremos que no se trata de un hecho aislado ni pasajero, mientras el Presidente entienda que el éxito del Gobierno está en sumar esfuerzos con los gobiernos locales por el bien de las ciudades y del país. No en impulsar su agenda política para poner alcaldes “altivos y soberanos” que consoliden desde lo local aún más su poder central.
La actitud positiva del Presidente este 9 de octubre sirvió para moderar en algo esas canciones y homenajes al Che Guevara, por quien Correa siente “profunda admiración”, que contaminaron el día anterior los vientos libres de nuestra ciudad. Guayaquil, ciudad que representa libertad, fue convertida en escenario de exaltación a un hombre hecho mártir, cuyo legado nada tiene que ver con la libertad.
Es que en Carondelet la palabra libertad tiene significados extraños. Para Correa la revolución cubana es un proceso “digno, soberano y amante de la libertad”. Eso lo acaba de decir, según la página web de la Presidencia, en una entrevista a Telesur por los 40 años de la muerte del Che Guevara. Para Correa, Cuba “vive una forma de democracia” y “es un Gobierno del pueblo y para el pueblo”. Qué miedo pensar lo que “libertad” y “democracia” significan para nuestro Presidente.
El 9 de Octubre se traduce en una palabra: libertad. Esperamos que la actitud conciliadora de Correa signifique el respeto a esta libertad de Guayaquil por sobre todas las cosas. Pero la libertad de verdad. La libertad que protege nuestra opinión, actividades, comercio, aspiraciones, ideas. No esa falsa “libertad” que se vive en Cuba que nuestro Presidente dice admirar.
La lluvia de octubre nos recordó que a veces sucede lo inesperado. Esta vez –pasadas las gastadas alabanzas al Che, a Fidel y a todo ese romanticismo socialista que solo ha llevado a Latinoamérica a más pobreza, opresión y violencia– lo inesperado fue una positiva unión de dos políticos, que más allá de sus diferencias e ideas opuestas, entendieron que deben empujar en la misma dirección. Que esta unión del 9 de octubre sea el inicio de un gobierno distinto que sume y se una al progreso. Y sobre todo, que proteja nuestra libertad, la de verdad.
Rafael Correa y Jaime Nebot se sentaron juntos, conversaron y hasta parecía que disfrutaban de su mutua compañía. Cada uno habló de lo suyo en sus discursos sin atacar al otro. Muy distinto a lo que sucedió en las recientes fiestas de julio, cuando los insultos presidenciales y su intromisión en temas locales, como el del puente, hicieron de las fiestas de Guayaquil una excusa para el protagonismo político.
¿Qué sucedió de julio hasta acá? La campaña por la Asamblea terminó. El Presidente que antes buscaba polémica para ganar votos, ya no los necesita, al menos por un tiempo. Ahora puede dejar de buscar protagonismo y gobernar.
Con su actitud de este 9 de octubre, Correa parece demostrar que quiere unir y sumar fuerzas por Guayaquil, no dividirlo. Sabremos que no se trata de un hecho aislado ni pasajero, mientras el Presidente entienda que el éxito del Gobierno está en sumar esfuerzos con los gobiernos locales por el bien de las ciudades y del país. No en impulsar su agenda política para poner alcaldes “altivos y soberanos” que consoliden desde lo local aún más su poder central.
La actitud positiva del Presidente este 9 de octubre sirvió para moderar en algo esas canciones y homenajes al Che Guevara, por quien Correa siente “profunda admiración”, que contaminaron el día anterior los vientos libres de nuestra ciudad. Guayaquil, ciudad que representa libertad, fue convertida en escenario de exaltación a un hombre hecho mártir, cuyo legado nada tiene que ver con la libertad.
Es que en Carondelet la palabra libertad tiene significados extraños. Para Correa la revolución cubana es un proceso “digno, soberano y amante de la libertad”. Eso lo acaba de decir, según la página web de la Presidencia, en una entrevista a Telesur por los 40 años de la muerte del Che Guevara. Para Correa, Cuba “vive una forma de democracia” y “es un Gobierno del pueblo y para el pueblo”. Qué miedo pensar lo que “libertad” y “democracia” significan para nuestro Presidente.
El 9 de Octubre se traduce en una palabra: libertad. Esperamos que la actitud conciliadora de Correa signifique el respeto a esta libertad de Guayaquil por sobre todas las cosas. Pero la libertad de verdad. La libertad que protege nuestra opinión, actividades, comercio, aspiraciones, ideas. No esa falsa “libertad” que se vive en Cuba que nuestro Presidente dice admirar.
La lluvia de octubre nos recordó que a veces sucede lo inesperado. Esta vez –pasadas las gastadas alabanzas al Che, a Fidel y a todo ese romanticismo socialista que solo ha llevado a Latinoamérica a más pobreza, opresión y violencia– lo inesperado fue una positiva unión de dos políticos, que más allá de sus diferencias e ideas opuestas, entendieron que deben empujar en la misma dirección. Que esta unión del 9 de octubre sea el inicio de un gobierno distinto que sume y se una al progreso. Y sobre todo, que proteja nuestra libertad, la de verdad.
jueves, octubre 04, 2007
Otra seducción
Después de un triunfo tan arrollador de una propuesta política basada en la confrontación y el estatismo sofocante, uno se queda preocupado. ¿Tan baja es nuestra cultura política para dejarnos convencer por típicas acciones populistas, emociones y promesas de revolución?
Pues, parece que sí. Esta no es la primera, ni será la última vez, que el país se deja seducir votando con el corazón.
Aquí no existen tendencias ideológicas. Pocos saben el modelo de país que quieren. Solo existen tendencias emocionales. Lo importante es que nos hagan emocionar. Rafael Correa lo hace bien. Ha demostrado ser un excelente candidato. ¿Podrá dejar su candidatura atrás y dar el siguiente paso?
Rafael Correa barrió en estas elecciones. Lo hizo de forma injusta, desigual, abusando de los recursos del Estado a favor de sus candidatos, y utilizando todas las artimañas de la vieja política que él tanto critica. Pero barrió. Supo derrotar a los partidos tradicionales que cavaron su propia tumba con errores, abusos y desunión. Y así recordaremos estas elecciones.
Ahora Correa domina la Asamblea. Es decir, domina las decisiones sobre el futuro de este país. Correa tiene todo el poder. Ese que convierte un deseo en orden. ¡Cuánta responsabilidad!
El exceso de poder siempre es peligroso y se aleja de la verdadera democracia. Correa tiene el enorme reto de demostrar que puede manejarlo sin caer en abusos. Ha dado un primer buen paso al hablar de la necesidad de diálogos en la Asamblea y no simplemente de la imposición de los votos de la mayoría. Que mantenga esa postura por el bien de todos.
Una postura conciliadora no impondrá los deseos de una mayoría en perjuicio de la minoría. Entenderá que este proyecto socialista “altivo y soberano” no puede imponerse por encima de nuestra libertad individual. Que no se puede limitar nuestro elemental derecho a hacer con nuestra vida, tiempo y recursos lo que escojamos, para imponernos un modelo de Estado que decida por nosotros con la excusa del bien común. Ya sabemos cómo terminan todos esos experimentos que limitan la libertad del individuo en favor de supuestos beneficios mayores. Que este no sea uno de esos.
Ojalá este Presidente y sus asambleístas nos den una lección de democracia y una Constitución ejemplar. Que nos prueben que no hay peligro en los plenos poderes de la Asamblea, es decir de Correa. Sabemos que la primera acción abusiva de la Asamblea será acabar con el balance de poder, al mandar al Congreso a su casa. ¿Detendrán ahí los abusos de poder? ¿O será ese solo el comienzo de una serie de atribuciones que se tome la Asamblea, es decir Correa, con la excusa del cambio?
El papel de la oposición, por pequeña que sea y aunque sus votos no cuenten, será crucial para proteger los derechos de cada ecuatoriano. Una oposición sincera e inteligente hará, al menos, reflexionar a los asambleístas del Gobierno sobre el país que quieren construir.
Veremos qué pasa. ¿Tendremos una Asamblea y una Constitución que amenacen nuestra libertad? ¿O, una Constitución que, como debe ser, cumpla su rol de protegernos como individuos de los abusos de los gobiernos? Veremos qué pasa, con la preocupación de saber que nuevamente gran parte del país se ha dejado seducir.
Pues, parece que sí. Esta no es la primera, ni será la última vez, que el país se deja seducir votando con el corazón.
Aquí no existen tendencias ideológicas. Pocos saben el modelo de país que quieren. Solo existen tendencias emocionales. Lo importante es que nos hagan emocionar. Rafael Correa lo hace bien. Ha demostrado ser un excelente candidato. ¿Podrá dejar su candidatura atrás y dar el siguiente paso?
Rafael Correa barrió en estas elecciones. Lo hizo de forma injusta, desigual, abusando de los recursos del Estado a favor de sus candidatos, y utilizando todas las artimañas de la vieja política que él tanto critica. Pero barrió. Supo derrotar a los partidos tradicionales que cavaron su propia tumba con errores, abusos y desunión. Y así recordaremos estas elecciones.
Ahora Correa domina la Asamblea. Es decir, domina las decisiones sobre el futuro de este país. Correa tiene todo el poder. Ese que convierte un deseo en orden. ¡Cuánta responsabilidad!
El exceso de poder siempre es peligroso y se aleja de la verdadera democracia. Correa tiene el enorme reto de demostrar que puede manejarlo sin caer en abusos. Ha dado un primer buen paso al hablar de la necesidad de diálogos en la Asamblea y no simplemente de la imposición de los votos de la mayoría. Que mantenga esa postura por el bien de todos.
Una postura conciliadora no impondrá los deseos de una mayoría en perjuicio de la minoría. Entenderá que este proyecto socialista “altivo y soberano” no puede imponerse por encima de nuestra libertad individual. Que no se puede limitar nuestro elemental derecho a hacer con nuestra vida, tiempo y recursos lo que escojamos, para imponernos un modelo de Estado que decida por nosotros con la excusa del bien común. Ya sabemos cómo terminan todos esos experimentos que limitan la libertad del individuo en favor de supuestos beneficios mayores. Que este no sea uno de esos.
Ojalá este Presidente y sus asambleístas nos den una lección de democracia y una Constitución ejemplar. Que nos prueben que no hay peligro en los plenos poderes de la Asamblea, es decir de Correa. Sabemos que la primera acción abusiva de la Asamblea será acabar con el balance de poder, al mandar al Congreso a su casa. ¿Detendrán ahí los abusos de poder? ¿O será ese solo el comienzo de una serie de atribuciones que se tome la Asamblea, es decir Correa, con la excusa del cambio?
El papel de la oposición, por pequeña que sea y aunque sus votos no cuenten, será crucial para proteger los derechos de cada ecuatoriano. Una oposición sincera e inteligente hará, al menos, reflexionar a los asambleístas del Gobierno sobre el país que quieren construir.
Veremos qué pasa. ¿Tendremos una Asamblea y una Constitución que amenacen nuestra libertad? ¿O, una Constitución que, como debe ser, cumpla su rol de protegernos como individuos de los abusos de los gobiernos? Veremos qué pasa, con la preocupación de saber que nuevamente gran parte del país se ha dejado seducir.
miércoles, octubre 03, 2007
Revista la U. - Octubre 2007
Ya está circulando la U. de octubre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com (tarifario adjunto). Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
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jueves, septiembre 27, 2007
La cancioncita en mi cabeza
Lo confieso. El otro día me descubrí tarareando “Patria, tierra sagrada”. Traté de autojustificarme diciéndome que esa canción ya la cantaba en el colegio. Pero, a quién engaño. Todos sabemos lo que pasa. La maquinaria comunicacional de este Gobierno me está atrapando. Empieza con una inocente canción. Hasta que sin darme cuenta llamaré a mis amigos “compañeros”. Y no me puedo quitar la cancioncita de la cabeza.
Ahora una cadena nacional me interrumpe el noticiario de la noche. Rafael Correa aparece sonriente. Nos dice que las elecciones de este domingo serán las más democráticas de la historia porque, entre otras cosas, por primera vez los migrantes podrán escoger a sus representantes y todos los candidatos se han dado a conocer en igualdad de condiciones. El Presidente procede a exaltar por varios minutos todas las maravillas que su Gobierno ha hecho por los ecuatorianos estos ocho meses. Y finaliza motivando a que votemos “con infinito amor” en contra de los “lobos vestidos de ovejas”.
Contra los impulsos de mi dedo pulgar, que luchaba por cambiar de canal, me vi toda la cadena. Y es que no podía creer la manera cómo este Gobierno a veces nos quiere ver la cara de tontos, por no usar otro término más apropiado.
Sí, ya estamos acostumbrados a que los gobiernos de turno utilicen recursos públicos (cadenas nacionales, transporte, viajes, funcionarios, horas de trabajo, etcétera) para hacer campaña por su partido. Pero lo que va más allá con este Gobierno es que aparte nos quieran meter el cuento de que estas elecciones son muy justas y democráticas. Y para decirnos eso, utilizan convenientemente una cadena nacional en horario estelar, para luego hacer un recuento de lo maravilloso que es este Gobierno –pura coincidencia que sea la semana de elecciones– y motivarnos a votar con las mismas frases que utiliza el partido de Gobierno en su campaña –otra coincidencia–.
Esta no fue una cadena nacional de “acudamos todos a votar”. Esta fue una cadena de “acudamos todos a votar por mi partido”.
El hecho es que esta campaña ha sido una de las más desiguales que podamos recordar. El partido de Gobierno ha contado con toda una artillería publicitaria disfrazada de cadenas nacionales, viajes oficiales y campañas de Gobierno. El voto migrante suena muy bonito y democrático, pero en nada lo es cuando solo el representante de un partido tiene los recursos –estatales– para visitar a los migrantes y presentarles sus propuestas.
Estas elecciones no serán otra cosa que la ratificación de la popularidad –o rechazo– que tiene este Gobierno. Con una efectiva y constante campaña en medios, acompañada de subsidios y medidas cortoplacistas, Correa ha sabido construir y mantener esa popularidad.
La campaña le funcionó al Gobierno. Y el hábil estatuto electoral, con su supuesta igualdad de condiciones, aniquiló las posibilidades de la oposición. Todo nos dice que este domingo el país votará por darle el poder total a Rafael Correa.
De todos modos yo iré a votar, junto a una minoría, por los candidatos que intentarán moderar el curso gobiernista de la Asamblea. Solo espero que a nadie se le ocurra silbar la cancioncita esa, no vaya a ser que mi subconsciente me traicione mientras rayo la papeleta.
Ahora una cadena nacional me interrumpe el noticiario de la noche. Rafael Correa aparece sonriente. Nos dice que las elecciones de este domingo serán las más democráticas de la historia porque, entre otras cosas, por primera vez los migrantes podrán escoger a sus representantes y todos los candidatos se han dado a conocer en igualdad de condiciones. El Presidente procede a exaltar por varios minutos todas las maravillas que su Gobierno ha hecho por los ecuatorianos estos ocho meses. Y finaliza motivando a que votemos “con infinito amor” en contra de los “lobos vestidos de ovejas”.
Contra los impulsos de mi dedo pulgar, que luchaba por cambiar de canal, me vi toda la cadena. Y es que no podía creer la manera cómo este Gobierno a veces nos quiere ver la cara de tontos, por no usar otro término más apropiado.
Sí, ya estamos acostumbrados a que los gobiernos de turno utilicen recursos públicos (cadenas nacionales, transporte, viajes, funcionarios, horas de trabajo, etcétera) para hacer campaña por su partido. Pero lo que va más allá con este Gobierno es que aparte nos quieran meter el cuento de que estas elecciones son muy justas y democráticas. Y para decirnos eso, utilizan convenientemente una cadena nacional en horario estelar, para luego hacer un recuento de lo maravilloso que es este Gobierno –pura coincidencia que sea la semana de elecciones– y motivarnos a votar con las mismas frases que utiliza el partido de Gobierno en su campaña –otra coincidencia–.
Esta no fue una cadena nacional de “acudamos todos a votar”. Esta fue una cadena de “acudamos todos a votar por mi partido”.
El hecho es que esta campaña ha sido una de las más desiguales que podamos recordar. El partido de Gobierno ha contado con toda una artillería publicitaria disfrazada de cadenas nacionales, viajes oficiales y campañas de Gobierno. El voto migrante suena muy bonito y democrático, pero en nada lo es cuando solo el representante de un partido tiene los recursos –estatales– para visitar a los migrantes y presentarles sus propuestas.
Estas elecciones no serán otra cosa que la ratificación de la popularidad –o rechazo– que tiene este Gobierno. Con una efectiva y constante campaña en medios, acompañada de subsidios y medidas cortoplacistas, Correa ha sabido construir y mantener esa popularidad.
La campaña le funcionó al Gobierno. Y el hábil estatuto electoral, con su supuesta igualdad de condiciones, aniquiló las posibilidades de la oposición. Todo nos dice que este domingo el país votará por darle el poder total a Rafael Correa.
De todos modos yo iré a votar, junto a una minoría, por los candidatos que intentarán moderar el curso gobiernista de la Asamblea. Solo espero que a nadie se le ocurra silbar la cancioncita esa, no vaya a ser que mi subconsciente me traicione mientras rayo la papeleta.
jueves, septiembre 20, 2007
Lecciones españolas
Las recientes charlas en Guayaquil de los ex presidentes españoles Felipe González y José María Aznar me dejaron cierto sabor a esperanza, a pesar de los tiempos que vivimos.
González y Aznar contaron cómo España dejó atrás esa oscura historia como el patito feo de Europa en quien nadie creía, transformándose en una democracia liberal, estable y avanzada. Se puede cambiar. Ningún país está condenado al fracaso.
Según Aznar, el mayor éxito de los españoles fue que la transición democrática con la Constitución de 1978 se logró llegando a acuerdos. Sin imponer una sola visión o modelo. “Con el acuerdo de todos, todos ganaban más que si hubiera prevalecido la pretensión de solo alguna de las partes”. Importante lección para nuestra Asamblea, a la que lastimosamente el Presidente se refiere como una batalla y no un llamado al consenso. ¿Buscará, quien domine la Asamblea, otra Constitución pasajera hecha a su medida, o una que, como la de España, sirva a todos y siga fuerte treinta años después?
Aznar y González resaltaron también algo básico, que el Gobierno ecuatoriano parece no entender: la importancia de crear las condiciones para generar riqueza y empleo. “Solo los países que cuentan con instituciones sólidas y con seguridad jurídica obtienen un crecimiento económico y un desarrollo sostenible en el tiempo”, dijo Aznar. “El gran poder del Estado moderno no es el poder de producir directamente la riqueza, sino el poder de crear el marco regulatorio que haga previsible y segura la generación de riqueza”, dijo González. Rivales políticos, liberal y socialista, coinciden en que el Gobierno genere el clima para que el sector privado cumpla su rol generando riqueza y empleo. Muy distinto al clima antiempresa y de inseguridad que transmite nuestro Gobierno actual.
Aznar alertó sobre el peligro del socialismo del siglo XXI y el populismo revolucionario que atentan contra esta estabilidad, seguridad y libertad necesarias para generar producción y empleo. Y advirtió: “El objetivo común de imponerse democráticamente al proyecto del socialismo del siglo XXI reclama de quienes queremos que triunfe un orden de libertad, amplitud de miras, sentido de la responsabilidad y énfasis en lo mucho que nos une y no en lo que nos separa”.
Esto es clave. Solo con una oposición unida, inteligente y constructiva de quienes creemos en la libertad como principio y objetivo básico, evitaremos estar mañana como la débil oposición venezolana que mira y sufre impotente la destrucción de las libertades de su gente.
Tal vez es muy temprano para que la mayoría de ecuatorianos entienda y reaccione frente a los peligros del socialismo del siglo XXI, maquillado hoy a base de subsidios y politiquería. Pero mañana, cuando se rompa ese sueño, ojalá recordemos lo que escuchamos de estos líderes españoles. Y apoyemos políticas que brinden estabilidad, no aventuras; consensos, no divisiones; y que luchen por las libertades individuales, la apertura, la real democracia, las reglas claras, que los gobiernos socialistas y liberales de González y Aznar supieron defender en España.
España sorprendió a Europa. ¿Podremos algún día sorprender a Latinoamérica?
Por lo pronto, nos toca esperar. Este Gobierno camina para atrás. Cuando, como dijo González, midamos la política “por los resultados, no por las proclamas”, habremos dado un primer paso al frente.
González y Aznar contaron cómo España dejó atrás esa oscura historia como el patito feo de Europa en quien nadie creía, transformándose en una democracia liberal, estable y avanzada. Se puede cambiar. Ningún país está condenado al fracaso.
Según Aznar, el mayor éxito de los españoles fue que la transición democrática con la Constitución de 1978 se logró llegando a acuerdos. Sin imponer una sola visión o modelo. “Con el acuerdo de todos, todos ganaban más que si hubiera prevalecido la pretensión de solo alguna de las partes”. Importante lección para nuestra Asamblea, a la que lastimosamente el Presidente se refiere como una batalla y no un llamado al consenso. ¿Buscará, quien domine la Asamblea, otra Constitución pasajera hecha a su medida, o una que, como la de España, sirva a todos y siga fuerte treinta años después?
Aznar y González resaltaron también algo básico, que el Gobierno ecuatoriano parece no entender: la importancia de crear las condiciones para generar riqueza y empleo. “Solo los países que cuentan con instituciones sólidas y con seguridad jurídica obtienen un crecimiento económico y un desarrollo sostenible en el tiempo”, dijo Aznar. “El gran poder del Estado moderno no es el poder de producir directamente la riqueza, sino el poder de crear el marco regulatorio que haga previsible y segura la generación de riqueza”, dijo González. Rivales políticos, liberal y socialista, coinciden en que el Gobierno genere el clima para que el sector privado cumpla su rol generando riqueza y empleo. Muy distinto al clima antiempresa y de inseguridad que transmite nuestro Gobierno actual.
Aznar alertó sobre el peligro del socialismo del siglo XXI y el populismo revolucionario que atentan contra esta estabilidad, seguridad y libertad necesarias para generar producción y empleo. Y advirtió: “El objetivo común de imponerse democráticamente al proyecto del socialismo del siglo XXI reclama de quienes queremos que triunfe un orden de libertad, amplitud de miras, sentido de la responsabilidad y énfasis en lo mucho que nos une y no en lo que nos separa”.
Esto es clave. Solo con una oposición unida, inteligente y constructiva de quienes creemos en la libertad como principio y objetivo básico, evitaremos estar mañana como la débil oposición venezolana que mira y sufre impotente la destrucción de las libertades de su gente.
Tal vez es muy temprano para que la mayoría de ecuatorianos entienda y reaccione frente a los peligros del socialismo del siglo XXI, maquillado hoy a base de subsidios y politiquería. Pero mañana, cuando se rompa ese sueño, ojalá recordemos lo que escuchamos de estos líderes españoles. Y apoyemos políticas que brinden estabilidad, no aventuras; consensos, no divisiones; y que luchen por las libertades individuales, la apertura, la real democracia, las reglas claras, que los gobiernos socialistas y liberales de González y Aznar supieron defender en España.
España sorprendió a Europa. ¿Podremos algún día sorprender a Latinoamérica?
Por lo pronto, nos toca esperar. Este Gobierno camina para atrás. Cuando, como dijo González, midamos la política “por los resultados, no por las proclamas”, habremos dado un primer paso al frente.
jueves, septiembre 13, 2007
Un lector menos
“Nunca más voy a comprar esa porquería de Diario EL UNIVERSO, por si acaso. Se ha convertido en prensa rosa, y no lo hagan ustedes tampoco”, dijo nuestro Presidente en Manta.
Es una pena. Hemos perdido al lector que más necesita saber lo que los diarios reportan. Aunque ahora que lo pienso, el Presidente solo dijo que ya no comprará el diario. Lo que quiere decir que tal vez lo siga leyendo de algún vecino que se lo preste. Ojalá sea así. Porque el día que deje de leer los diarios que lo critican, ya no tendrá qué leer. Sus fuentes de información se limitarían a El Telégrafo, que ya es de todos, o sea de este Gobierno, y a su página web.
La semana pasada, Rafael Correa dijo en su entrevista con el periodista argentino Jorge Lanata, que lo que la prensa diga de él no le quita el sueño. No sé por qué no le creo. Más bien, imagino al Presidente pendiente de las notas en los diarios y la tele, para encontrar, por ejemplo, un medio a quien culpar por el precio del arroz. O repetir sus discursos sobre los periodistas mediocres, los medios incompetentes, y la famosa “democratización” de los medios, que según voy entendiendo, consiste en que los canales de televisión pasen a manos de “organizaciones sociales”, que mágicamente llenarán nuestros televisores con programas interesantísimos y noticiarios totalmente objetivos que no cuestionarán las decisiones del Presidente.
Por lo visto, Correa llamó porquería y prensa rosa a este Diario porque le molestó un reportaje sobre nepotismo, en el que el Presidente dice hay imprecisiones. Está en su derecho a reclamar y pedir una rectificación si cree que hay un error. Pero que no caiga bajo hablando así de un diario serio y respetado durante varias generaciones. Suenan tan poco presidenciables sus palabras.
Y ese es el problema de siempre con este Presidente. Que no quiere actuar como Presidente. Prefiere continuar como candidato que hace bulla por todo y le echa la culpa a terceros en lugar de asumir su rol.
No es que esperamos líderes acartonados que se guarden siempre lo que sienten. No se trata de eso. Pero sí esperamos líderes que sirvan de ejemplo. Que entiendan que sus palabras no son las de un ciudadano cualquiera. Que se ganen nuestro respeto. Le guste o no, la presidencia la lleva puesta encima todo el día. No la puede dejar en Carondelet por unas horas, como quien deja un sombrero. Cuando él habla, habla el Presidente.
Tal vez su actitud poco respetuosa y poco presidenciable es parte de su estrategia electoral. Total, ya nos dijo que se pasará haciendo campaña estos cuatro años para levantarnos el ánimo a los ecuatorianos. Es decir, será un eterno candidato que intentará hacernos olvidar de los problemas que como Presidente debiera resolver.
En fin, qué lástima que Correa ya no quiera comprar este Diario. Lo necesita más que nadie para saber las implicaciones de sus palabras y sus acciones, las buenas y las malas. Para descubrir las realidades del país, esas que sus asesores no siempre le cuentan. O al menos, para reírse con las caricaturas que hacen de ese Presidente que tantas veces se niega a ser.
Es una pena. Hemos perdido al lector que más necesita saber lo que los diarios reportan. Aunque ahora que lo pienso, el Presidente solo dijo que ya no comprará el diario. Lo que quiere decir que tal vez lo siga leyendo de algún vecino que se lo preste. Ojalá sea así. Porque el día que deje de leer los diarios que lo critican, ya no tendrá qué leer. Sus fuentes de información se limitarían a El Telégrafo, que ya es de todos, o sea de este Gobierno, y a su página web.
La semana pasada, Rafael Correa dijo en su entrevista con el periodista argentino Jorge Lanata, que lo que la prensa diga de él no le quita el sueño. No sé por qué no le creo. Más bien, imagino al Presidente pendiente de las notas en los diarios y la tele, para encontrar, por ejemplo, un medio a quien culpar por el precio del arroz. O repetir sus discursos sobre los periodistas mediocres, los medios incompetentes, y la famosa “democratización” de los medios, que según voy entendiendo, consiste en que los canales de televisión pasen a manos de “organizaciones sociales”, que mágicamente llenarán nuestros televisores con programas interesantísimos y noticiarios totalmente objetivos que no cuestionarán las decisiones del Presidente.
Por lo visto, Correa llamó porquería y prensa rosa a este Diario porque le molestó un reportaje sobre nepotismo, en el que el Presidente dice hay imprecisiones. Está en su derecho a reclamar y pedir una rectificación si cree que hay un error. Pero que no caiga bajo hablando así de un diario serio y respetado durante varias generaciones. Suenan tan poco presidenciables sus palabras.
Y ese es el problema de siempre con este Presidente. Que no quiere actuar como Presidente. Prefiere continuar como candidato que hace bulla por todo y le echa la culpa a terceros en lugar de asumir su rol.
No es que esperamos líderes acartonados que se guarden siempre lo que sienten. No se trata de eso. Pero sí esperamos líderes que sirvan de ejemplo. Que entiendan que sus palabras no son las de un ciudadano cualquiera. Que se ganen nuestro respeto. Le guste o no, la presidencia la lleva puesta encima todo el día. No la puede dejar en Carondelet por unas horas, como quien deja un sombrero. Cuando él habla, habla el Presidente.
Tal vez su actitud poco respetuosa y poco presidenciable es parte de su estrategia electoral. Total, ya nos dijo que se pasará haciendo campaña estos cuatro años para levantarnos el ánimo a los ecuatorianos. Es decir, será un eterno candidato que intentará hacernos olvidar de los problemas que como Presidente debiera resolver.
En fin, qué lástima que Correa ya no quiera comprar este Diario. Lo necesita más que nadie para saber las implicaciones de sus palabras y sus acciones, las buenas y las malas. Para descubrir las realidades del país, esas que sus asesores no siempre le cuentan. O al menos, para reírse con las caricaturas que hacen de ese Presidente que tantas veces se niega a ser.
jueves, septiembre 06, 2007
¿Cuál botón?
“El gerente de una fábrica llamó a un técnico para que repare una importante máquina. Tras observarla un momento, el técnico apretó un botón. Y la máquina volvió a funcionar. Antes de irse, el técnico entregó al gerente una factura por mil dólares. ¡Mil dólares solo por apretar un botón!, se quejó el gerente. Ante la insistencia, el técnico escribió otra factura más detallada. Decía así: apretar un botón, un dólar; saber qué botón apretar, 999 dólares”.
Esta historia, que alguna vez leí, muestra que el valor del trabajo de una persona no lo da el tiempo que toma hacerlo, sino los resultados. La preparación, conocimientos y experiencia nos permiten ser más productivos, hacer un mejor trabajo y ser retribuidos por ello, más allá de las horas o minutos que nos tome.
Esto que parece lógico, no cuadra con el socialismo del siglo XXI, según su creador Heinz Dieterich. Para Dieterich, que nos acaba de visitar, el valor del trabajo o un bien lo determina el tiempo invertido. Así, algo que toma cinco horas fabricar debe ser siempre más caro que lo que toma solo minutos. De igual forma, un gerente que trabaja ocho horas diarias, debe recibir lo mismo que el conserje que trabaja el mismo número de horas.
Para Dieterich, la oferta y demanda o la calidad del producto son secundarias. Las cualidades, preparación o experiencia de una persona importan poco. Lo que realmente importa al momento de valorar algo es el tiempo de trabajo.
Que se propongan estas ideas no es el problema. El problema es que la gente las tome en serio. Y peor aun, que líderes como Chávez las tomen muy en serio y que en nuestra ilógica Latinoamérica se conduzcan planes de gobierno con ellas.
El presidente Rafael Correa también se proclama seguidor del socialismo del siglo XXI. Sus discursos ponen al Estado y la sociedad por encima del individuo y mucho de lo que dice va en esta línea antimercado de Dieterich. Sin embargo, resulta difícil pensar que nuestro Presidente apoyaría, por ejemplo, que los choferes que manejan buses entre Guayaquil y Quito ganen más que los pilotos de avión que cubren la misma ruta, argumentando que el viaje de los choferes requiere más horas de trabajo.
Sí preocupa, en cambio, que el cacareado socialismo del siglo XXI de este Gobierno siga los planteamientos generales de lo que Dieterich propone.
Es decir, un sistema que rechaza la propiedad privada. Un sistema donde enriquecerse es un mal que debe terminar, para dar paso a un individuo que debe vivir y trabajar en función de un plan social impuesto desde arriba, y no en función de sus propios deseos, gustos y ambiciones. En otras palabras, un sistema igualito al fracasado comunismo de siempre, pero empaquetado distinto.
Asusta pensar que este Gobierno se tome en serio estas teorías para conducir al país… Aunque pensándolo mejor, ya que estamos en esta onda socialista del siglo XXI, por qué no aplicarlo para tomarnos la vida con más calma. Trabajaremos por largas horas sin apuros, ni estrés, ni competencia.
Total, ahora solo importa que el tiempo corra. Nuestras horas de ineficiencia serán premiadas, aunque al final del día ni sepamos qué botón presionar. Sería todo mejor, ¿o no?
Esta historia, que alguna vez leí, muestra que el valor del trabajo de una persona no lo da el tiempo que toma hacerlo, sino los resultados. La preparación, conocimientos y experiencia nos permiten ser más productivos, hacer un mejor trabajo y ser retribuidos por ello, más allá de las horas o minutos que nos tome.
Esto que parece lógico, no cuadra con el socialismo del siglo XXI, según su creador Heinz Dieterich. Para Dieterich, que nos acaba de visitar, el valor del trabajo o un bien lo determina el tiempo invertido. Así, algo que toma cinco horas fabricar debe ser siempre más caro que lo que toma solo minutos. De igual forma, un gerente que trabaja ocho horas diarias, debe recibir lo mismo que el conserje que trabaja el mismo número de horas.
Para Dieterich, la oferta y demanda o la calidad del producto son secundarias. Las cualidades, preparación o experiencia de una persona importan poco. Lo que realmente importa al momento de valorar algo es el tiempo de trabajo.
Que se propongan estas ideas no es el problema. El problema es que la gente las tome en serio. Y peor aun, que líderes como Chávez las tomen muy en serio y que en nuestra ilógica Latinoamérica se conduzcan planes de gobierno con ellas.
El presidente Rafael Correa también se proclama seguidor del socialismo del siglo XXI. Sus discursos ponen al Estado y la sociedad por encima del individuo y mucho de lo que dice va en esta línea antimercado de Dieterich. Sin embargo, resulta difícil pensar que nuestro Presidente apoyaría, por ejemplo, que los choferes que manejan buses entre Guayaquil y Quito ganen más que los pilotos de avión que cubren la misma ruta, argumentando que el viaje de los choferes requiere más horas de trabajo.
Sí preocupa, en cambio, que el cacareado socialismo del siglo XXI de este Gobierno siga los planteamientos generales de lo que Dieterich propone.
Es decir, un sistema que rechaza la propiedad privada. Un sistema donde enriquecerse es un mal que debe terminar, para dar paso a un individuo que debe vivir y trabajar en función de un plan social impuesto desde arriba, y no en función de sus propios deseos, gustos y ambiciones. En otras palabras, un sistema igualito al fracasado comunismo de siempre, pero empaquetado distinto.
Asusta pensar que este Gobierno se tome en serio estas teorías para conducir al país… Aunque pensándolo mejor, ya que estamos en esta onda socialista del siglo XXI, por qué no aplicarlo para tomarnos la vida con más calma. Trabajaremos por largas horas sin apuros, ni estrés, ni competencia.
Total, ahora solo importa que el tiempo corra. Nuestras horas de ineficiencia serán premiadas, aunque al final del día ni sepamos qué botón presionar. Sería todo mejor, ¿o no?
miércoles, septiembre 05, 2007
Revista la U. - Septiembre 2007
Ya está circulando la U. de septiembre en tu universidad!!!
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jueves, agosto 30, 2007
Lo de fondo
Si los gays se pueden casar, o la adolescente que metió la pata puede abortar, son temas muy importantes para discutir, pero no los más importantes en esta Asamblea.
Recientes entrevistas a candidatos muestran que estos temas sociales van ganado una relevancia exagerada en la campaña. Escucho a candidatos centrar su discurso en temas como el matrimonio entre homosexuales o el aborto. Y algunos electores votarían en función de la postura de los candidatos frente a estas cuestiones.
Estos temas son esenciales. Suelen ser los temas que más nos apasionan y los que mejores debates provocan. La Asamblea deberá tratarlos en su momento y tomar decisiones al respecto. Pero a la hora de votar yo no los pondría por encima de los temas de fondo que sí determinarán la organización del Estado y de nuestra sociedad.
El país está en pañales en temas mucho más importantes que afectan nuestro día a día. Países desarrollados y sociedades más avanzadas que ya tienen en gran medida solucionado lo principal, como su distribución territorial, manejo de la economía, respeto a la propiedad, libertad en los medios, manejo de la justicia, educación, etcétera; se pueden dar el lujo de debatir por largas sesiones parlamentarias sobre estos temas sociales.
Acá, en cambio, todavía hay debates y problemas más básicos que solucionar. Tenemos políticos que atentan contra la propiedad privada. Tenemos socialismos extremos que rechazan el mercado. Se escuchan voces en contra de la libertad de los medios. Intereses políticos podrían bloquear la despolitización de los organismos de control. Hay amenazas a la estabilidad de la moneda. Se confunde soberanía con cerrarnos a los mercados y culturas de otros países. Esos son los temas que sí afectan la vida de la mayoría.
Si mis vecinos homosexuales el día de mañana pueden adoptar un niño, la vida de la mayoría de ecuatorianos no se afecta. La familia, como base de la sociedad, continuará existiendo igual que hoy, con sus diferencias y particularidades. Si la chica que hoy aborta clandestina e ilegalmente, mañana puede hacerlo legalmente, la vida de la mayoría de ecuatorianos tampoco se afecta. Los abortos, con ley o sin ley, continuarán, solo cambiaría la facilidad para realizarlos y su grado de riesgo.
La tradición y las costumbres de una sociedad pesan más que lo que diga una ley. Nuestra sociedad no cambiará por lo que diga la Constitución sobre estos temas sociales. Su influencia será mínima. Pero si mañana censuran nuestra libertad de expresión, limitan la propiedad privada, se niegan las autonomías, no se democratizan los partidos políticos, se confunde lo que debe ser el papel del Estado, se pone en riesgo la estabilidad de la economía, ahí sí la vida de la mayoría de ecuatorianos se verá afectada.
El Ecuador necesita consolidar lo básico, lo estructural. Nos falta mucho para llegar al punto en el que el debate central del país sean temas como aborto, clonación, eutanasia, etcétera. Esos debates, por ahora, los pueden liderar sociedades avanzadas con su casa bien construida. Aquí no hemos levantado las paredes todavía. Enfoquémonos en lo importante.
Lo social deberá ser tratado, en su momento, con profundidad y seriedad en la Asamblea. Pero mi voto no se centrará en ello.
Recientes entrevistas a candidatos muestran que estos temas sociales van ganado una relevancia exagerada en la campaña. Escucho a candidatos centrar su discurso en temas como el matrimonio entre homosexuales o el aborto. Y algunos electores votarían en función de la postura de los candidatos frente a estas cuestiones.
Estos temas son esenciales. Suelen ser los temas que más nos apasionan y los que mejores debates provocan. La Asamblea deberá tratarlos en su momento y tomar decisiones al respecto. Pero a la hora de votar yo no los pondría por encima de los temas de fondo que sí determinarán la organización del Estado y de nuestra sociedad.
El país está en pañales en temas mucho más importantes que afectan nuestro día a día. Países desarrollados y sociedades más avanzadas que ya tienen en gran medida solucionado lo principal, como su distribución territorial, manejo de la economía, respeto a la propiedad, libertad en los medios, manejo de la justicia, educación, etcétera; se pueden dar el lujo de debatir por largas sesiones parlamentarias sobre estos temas sociales.
Acá, en cambio, todavía hay debates y problemas más básicos que solucionar. Tenemos políticos que atentan contra la propiedad privada. Tenemos socialismos extremos que rechazan el mercado. Se escuchan voces en contra de la libertad de los medios. Intereses políticos podrían bloquear la despolitización de los organismos de control. Hay amenazas a la estabilidad de la moneda. Se confunde soberanía con cerrarnos a los mercados y culturas de otros países. Esos son los temas que sí afectan la vida de la mayoría.
Si mis vecinos homosexuales el día de mañana pueden adoptar un niño, la vida de la mayoría de ecuatorianos no se afecta. La familia, como base de la sociedad, continuará existiendo igual que hoy, con sus diferencias y particularidades. Si la chica que hoy aborta clandestina e ilegalmente, mañana puede hacerlo legalmente, la vida de la mayoría de ecuatorianos tampoco se afecta. Los abortos, con ley o sin ley, continuarán, solo cambiaría la facilidad para realizarlos y su grado de riesgo.
La tradición y las costumbres de una sociedad pesan más que lo que diga una ley. Nuestra sociedad no cambiará por lo que diga la Constitución sobre estos temas sociales. Su influencia será mínima. Pero si mañana censuran nuestra libertad de expresión, limitan la propiedad privada, se niegan las autonomías, no se democratizan los partidos políticos, se confunde lo que debe ser el papel del Estado, se pone en riesgo la estabilidad de la economía, ahí sí la vida de la mayoría de ecuatorianos se verá afectada.
El Ecuador necesita consolidar lo básico, lo estructural. Nos falta mucho para llegar al punto en el que el debate central del país sean temas como aborto, clonación, eutanasia, etcétera. Esos debates, por ahora, los pueden liderar sociedades avanzadas con su casa bien construida. Aquí no hemos levantado las paredes todavía. Enfoquémonos en lo importante.
Lo social deberá ser tratado, en su momento, con profundidad y seriedad en la Asamblea. Pero mi voto no se centrará en ello.
jueves, agosto 23, 2007
Desilusión Constituyente
Estos días los espacios publicitarios del Tribunal Supremo Electoral rompen nuestra tranquilidad con las promesas de los miles de candidatos a la Asamblea Constituyente. En la televisión y la radio, los desconocidos candidatos interrumpen telenovelas y canciones con “propuestas” que olvidamos al instante. Imposible recordar algo entre tantas listas, caras y promesas.
Los candidatos han llegado. Y con ellos sus campañas, sus frustraciones, sus enojos, sus promesas y su demagogia. Demagogia que ahora ha alcanzado niveles increíbles, pues nos ofrecen cosas que nada tienen que ver con la Asamblea Constituyente. Antes dudábamos de las exageradas promesas de candidatos presidenciales. Pero al menos eran ofertas que un presidente en teoría podría realizar, como el clásico ofrecimiento de construir miles de casas. Ahora los candidatos van más allá. Nos prometen cosas que simplemente no son realizables desde una Asamblea.
Por ahí van los candidatos ofreciendo más empleo, apoyo a los artistas, créditos para los graduados, comisariatos del agricultor, cárcel para los corruptos, control de precios, subsidios y tantas cosas más. Como si se estuvieran lanzando para alcaldes de sus ciudades y no para escribir la nueva Constitución.
Siento pena por aquellos que llenos de optimismo creían firmemente que la Asamblea Constituyente sería la salvación del país. Ahora, al escuchar a ciertos candidatos, deben estar preguntándose ¿cómo me dejé engañar? La campaña presidencial de Rafael Correa logró convencer a casi todos los ecuatorianos que lo que necesitaban para resolver todos los problemas era una cosa mágica que se llama Asamblea Constituyente. Brillante estrategia para ganar votos creando sueños que acabarán en desilusión general.
Pero bueno, ya estamos metidos en esto. Debemos apoyar a esos candidatos que sí valen la pena. Aquellos con propuestas concretas, que pueden hacer un buen trabajo.
El problema es que por mucho que los cuento y vuelvo a contar, me sobran los dedos de mis manos para identificar a esos candidatos valiosos. Salvo excepciones, sobran candidatos de relleno y gente que parece realmente confundida sobre lo que harán en la Asamblea.
Los que todavía creen en esta Asamblea me dirán que no sea tan pesimista, que le dé tiempo a que se instale antes de perder las esperanzas sobre lo que esta pueda lograr. Pero es difícil ser optimista ante algo que desde sus inicios tenía una etiqueta verde y azul gigante que gritaba: “Esta Asamblea es una estrategia electoral. Lo importante no es lo que logre la Asamblea. Lo importante es crear este sueño en los ecuatorianos para que me den su voto y después ya veremos”.
Y ahora que nos encontramos en la etapa del ya veremos, el Gobierno habla poco de los cambios que espera que la Asamblea logre, y más bien se concentra en los poderes que quien controle la Asamblea tendrá para controlar al Estado.
En fin, la apatía general frente al proceso electoral para la Constituyente nos indica que la emoción y las ilusiones han disminuido.
Empezamos a entender que la Asamblea no arreglará este país. Queda el reto de asegurarnos que no lo destruya, evitando con nuestro voto que la mitad más uno vaya al peligroso Socialismo del Siglo XXI. O pasaremos de la desilusión a la desesperación.
Los candidatos han llegado. Y con ellos sus campañas, sus frustraciones, sus enojos, sus promesas y su demagogia. Demagogia que ahora ha alcanzado niveles increíbles, pues nos ofrecen cosas que nada tienen que ver con la Asamblea Constituyente. Antes dudábamos de las exageradas promesas de candidatos presidenciales. Pero al menos eran ofertas que un presidente en teoría podría realizar, como el clásico ofrecimiento de construir miles de casas. Ahora los candidatos van más allá. Nos prometen cosas que simplemente no son realizables desde una Asamblea.
Por ahí van los candidatos ofreciendo más empleo, apoyo a los artistas, créditos para los graduados, comisariatos del agricultor, cárcel para los corruptos, control de precios, subsidios y tantas cosas más. Como si se estuvieran lanzando para alcaldes de sus ciudades y no para escribir la nueva Constitución.
Siento pena por aquellos que llenos de optimismo creían firmemente que la Asamblea Constituyente sería la salvación del país. Ahora, al escuchar a ciertos candidatos, deben estar preguntándose ¿cómo me dejé engañar? La campaña presidencial de Rafael Correa logró convencer a casi todos los ecuatorianos que lo que necesitaban para resolver todos los problemas era una cosa mágica que se llama Asamblea Constituyente. Brillante estrategia para ganar votos creando sueños que acabarán en desilusión general.
Pero bueno, ya estamos metidos en esto. Debemos apoyar a esos candidatos que sí valen la pena. Aquellos con propuestas concretas, que pueden hacer un buen trabajo.
El problema es que por mucho que los cuento y vuelvo a contar, me sobran los dedos de mis manos para identificar a esos candidatos valiosos. Salvo excepciones, sobran candidatos de relleno y gente que parece realmente confundida sobre lo que harán en la Asamblea.
Los que todavía creen en esta Asamblea me dirán que no sea tan pesimista, que le dé tiempo a que se instale antes de perder las esperanzas sobre lo que esta pueda lograr. Pero es difícil ser optimista ante algo que desde sus inicios tenía una etiqueta verde y azul gigante que gritaba: “Esta Asamblea es una estrategia electoral. Lo importante no es lo que logre la Asamblea. Lo importante es crear este sueño en los ecuatorianos para que me den su voto y después ya veremos”.
Y ahora que nos encontramos en la etapa del ya veremos, el Gobierno habla poco de los cambios que espera que la Asamblea logre, y más bien se concentra en los poderes que quien controle la Asamblea tendrá para controlar al Estado.
En fin, la apatía general frente al proceso electoral para la Constituyente nos indica que la emoción y las ilusiones han disminuido.
Empezamos a entender que la Asamblea no arreglará este país. Queda el reto de asegurarnos que no lo destruya, evitando con nuestro voto que la mitad más uno vaya al peligroso Socialismo del Siglo XXI. O pasaremos de la desilusión a la desesperación.
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