Uno aquí, partiéndose la cabeza planeando ese nuevo gran negocio cuando hay otra forma mucho más fácil de hacerse millonario al instante: trabajar en Andinatel. Según nos hemos enterado en estos días, hay quienes ganan sueldos millonarios en esta empresa pública. Y lo peor de todo es que esos ingresos recibidos ya han sido justificados. Es decir, son legales. ¿Quién dijo que no existe el robo perfecto?
Es fácil repartir plata y ser generosísimo con los sueldos cuando ese dinero no es de uno. Al fin de cuentas, ¿de quién es Andinatel, Pacifictel y tantas de nuestras empresas públicas? ¿Son de todos? Más bien parece que son de nadie. Si no hay un dueño, accionista, o administrador privado con un interés directo en que la empresa marche bien, produzca eficientemente y sea rentable, nadie perderá el sueño por el éxito o fracaso de la empresa. Necesitamos incentivos y reglas claras para ser productivos. Nada de eso existe en nuestras empresas públicas.
La palabra privatización asusta a muchos, sobre todo a los partidarios del futuro gobierno. Pero privatizar no es la única opción para volver eficientes estas empresas y acabar con estos abusos y robos legales. Lo importante es acabar con el estatus de empresas de todos y de nadie. Pueden mantenerse como empresas públicas, pero en manos de administradores privados que deban rendir cuentas y cuyos ingresos dependan del éxito de su gestión. Y con la autonomía necesaria para que ningún presidente, ministro, ni ninguno de esos que pasean a diario por Carondelet puedan intervenir en las decisiones de la empresa o palanquear el ingreso de algún pariente para que reciba un sueldo dorado.
Aquella burocracia idealizada e idealista, racional, positiva y eficiente de la que escribía el alemán Max Weber, hace más de cien años, sin duda no se aplica bien en este mundo, y sobre todo en este país. Quienes están en el sector público y en el privado buscan lo mismo: estabilidad, mejores ingresos, bienestar. La diferencia radica en que en el sector privado esto se obtiene trabajando mucho, siendo creativos y proactivos para ganar más plata. En el sector público esto se adquiere, en gran medida, manteniendo ineficiencias que permitan sueldos legales exorbitantes como el de la funcionaria de Andinatel y jugando con el sistema de tal forma que no haya cambios que pongan en riesgo los puestos y privilegios.
El sector público es necesario a pesar de sus males. Necesitamos un Estado que se encargue de aquellas pocas cosas que el mercado y el sector privado no pueden manejar. Pero ese sector público debe parecerse en la mayor medida al privado, de tal forma que sus empleados y administradores ganen en función de su trabajo y eficiencia, y no en función de supercontratos colectivos e individuales que se consiguen a base de estirar leyes y dinero público.
Ladrón no es solo el que rompe la ley metiéndose a medianoche a una casa y llevándose joyas y televisores. También hay ladrones que roban dentro de la ley. Aquellos que consciente y descaradamente manipulan el sistema de privilegios del sector público para recibir más de lo que deben y merecen. Al menos el primero se reconoce como ladrón. Los segundos caminan entre nosotros como si nada.
1 comentario:
'toy de acuerdo, excepto en que en el sector privado la gente es buena y trabajadora y en el público vaga y ladrona. ¿los bancos que quebraron en el 99, eran pùblicos? ¿enron, era pública?
el problema no está en quién es el dueño, sino en cómo el dueño ejerce un debido control. por eso los propietarios de las empresas públicas ecuatorianas, o sea, los y las ecuatorianas, debemos exigirle a nuesro mandatario que cumpla su mandato de ejercer mejor control. debemos involucrarnos más en la vida pública. por ahí hay iniciativas como la de 'participación ciudadana'. lo que debemos exigir del gobernante es que controle bien, al sector público y al privado, que aquí no habemos santos, solo humanos.
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