Cada fin de año me emociona escuchar la canción de Mecano Un año más. Dice entre otras cosas: “…en el reloj de antaño/ como de año en año/ cinco minutos más para la cuenta atrás. / Hacemos el balance de lo bueno y malo/ cinco minutos antes/ de la cuenta atrás…/ Y aunque para las uvas hay algunos nuevos/ a los que ya no están echaremos de menos/ y a ver si espabilamos los que estamos vivos/ y en el año que viene nos reímos…/ Y decimos adiós/ y pedimos a Dios/ que en el año que viene/ a ver si en vez de un millón/ pueden ser dos”.
Termina el año y hacemos el balance de lo bueno y malo que nos sucedió y sucedió a nuestro alrededor. Viendo las cosas por el lado amable, descubrimos que el 2006 no fue tan malo como lo pintamos día a día, sobre todo, en esta página en la que solemos ser tan críticos.
En este año vibramos viendo a nuestra Selección ganar en el Mundial. Parece ya tan lejano, pero sucedió este año. Y aunque muchos estamos decepcionados por los resultados electorales a nivel presidencial y por los nombres y rostros faranduleros que ocuparán el reconstruido Congreso Nacional, debemos sentirnos tranquilos y satisfechos porque el proceso electoral fue bastante limpio y claro. Y aunque suene conformista –y es que la realidad política de este país no nos deja gran alternativa– más allá de los errores y horrores del presidente saliente, de cuyo nombre ya no queremos acordarnos, podemos estar contentos porque terminó su periodo y en este 2006 no tuvimos más helicópteros, fugas, ni sobresaltos en Carondelet. En lo personal, aunque nos quejamos todos los días y tuvimos problemas y momentos tristes, seguro fueron muchas más las razones para sonreír y ser feliz. Yo, por ejemplo, en este 2006 me enteré que sería papá por primera vez. Una buena noticia más poderosa que todos los noticiarios con sus escándalos, sus chismes y sus crónicas rojas.
Como dice la canción, a ver si en el año que viene nos reímos y en vez de un millón pueden ser dos. El gobierno de Rafael Correa tendrá mucho que ver en esto. Pero al final del día, cada uno de nosotros será responsable de nuestras propias lágrimas y sonrisas, y de que en nuestra familia, trabajo, barrio, política y todo lo que rodea nuestras vidas las cosas salgan mejor.
Cada fin de año, justo antes de que el reloj marque las doce, mi abuelo se cambiaba sus medias por un flamante par de medias amarillas. Era su cábala de fin de año. Otros comen uvas, ponen dinero en sus zapatos, corren con maletas, entre otras cosas extrañas que esperan les traiga buena suerte.
Que el 2007 sea lo que esas uvas esperan y más. Sabemos que será un año de eventos importantes para el país. Que todos los ecuatorianos, y sobre todo, quienes se estrenan en sus funciones públicas, seamos parte de la solución caminando en una misma dirección. Si entendemos que más allá de nuestras diferencias debemos remar hacia el mismo lugar, seguro las uvas, maletas y medias amarillas estarán de más. Y el próximo diciembre festejaremos y miraremos contentos hacia atrás por ese gran año que logramos.
jueves, diciembre 28, 2006
jueves, diciembre 21, 2006
Navidad entre iPods y niños plateados
La ciudad enloquece entre carros apurados, taxis pitando, océanos de gente cruzando las calles y papanoeles criollos sudando a chorros en medio del calor sofocante. Los niños se portan mejor que nunca esperando que les traigan todos los regalos de su lista. Llegó la Navidad.
En Navidad vivimos más de cerca los contrastes y desigualdades de este Tercer Mundo. Los centros comerciales rebosan de gente comprando hasta las diez de la noche iPods, celulares y televisores, mientras afuera en las calles un batallón de niños descamisados busca una moneda de carro en carro “limpiando” los parabrisas. “¿Por qué Papá Noel no les lleva regalos a los niños pobres?”, pregunta un niño a su mamá, que busca cansada de tienda en tienda ese regalo inservible que seguro su suegro nunca usará. Ella traga saliva, busca una respuesta y cambia de conversación.
El reto del próximo gobierno será lograr que más niños vayan a la escuela en lugar de pedir limosna en las calles la próxima Navidad. Esto deberá ir acompañado de más personas comprando y vendiendo en los centros comerciales. Es decir, el reto no es quitarle a unos para darle a otros; sino lograr el ambiente y las oportunidades para que todos puedan trabajar, producir y progresar juntos.
En estos días hemos ido conociendo a quienes ocuparán puestos clave en el próximo gobierno. Estamos algo preocupados al ver a personas ocupando ministerios de temas que parecen no conocer, y la creación de nuevos ministerios que significarán más sueldos y burocracia calentando más puestos. Dijimos que apoyaríamos a nuestro nuevo Presidente, así que, aguantándome las ganas de continuar mi crítica a lo que veo como desaciertos, le dejo por ahora el espacio a la duda.
Esperemos que Rafael Correa tenga todo claro y los resultados de sus decisiones nos dejen boquiabiertos de alegría. Esperemos que esas canciones del Che Guevara que el Presidente electo coreaba a todo pulmón en una reciente reunión con sus partidarios sea solo una canción, y que no signifique que quiera conducir este país por los caminos de la Isla que hoy se hunde en el atraso.
Navidad nos vuelve más pensativos a todos. Nos entristece más que nunca la pobreza de los niños con sus cuerpos pintados de plata en media calle mientras vamos con bolsas llenas de regalos. No dudo que los futuros ministros que están apareciendo hoy en nuestros televisores quieren trabajar para que ese niño plateado pueda estudiar en lugar de trabajar. ¿Qué harán para lograrlo? ¿Cómo lo cumplirán?
He escuchado ya muchas declaraciones en estos días con un marcado énfasis en culpar de todos nuestros males a las mafias y los corruptos. Excelente. Muy bien que quieran acabar con quienes tanto retroceso nos han causado. Pero, por alguna razón esas acusaciones me suenan muy parecidas a las del doctor que refundaría esta nación y que hoy hemos olvidado. Que tenga claro el nuevo gobierno que acabar con las mafias no es su fin, sino un medio más para alcanzar sus metas. Que su enfoque sea constructivo. Que se pregunte: ¿qué haré?, ¿en qué áreas trabajaré?, ¿cómo impulsaré mis objetivos?, antes que ¿a quién tumbaré?, ¿con quién acabaré?
Que en esta Navidad nuestro futuro Presidente, sus ministros y todos quienes tomarán las riendas del país reflexionen. Feliz Navidad para ellos. Descansen. Que a partir de enero exigiremos muchísimo de ustedes.
En Navidad vivimos más de cerca los contrastes y desigualdades de este Tercer Mundo. Los centros comerciales rebosan de gente comprando hasta las diez de la noche iPods, celulares y televisores, mientras afuera en las calles un batallón de niños descamisados busca una moneda de carro en carro “limpiando” los parabrisas. “¿Por qué Papá Noel no les lleva regalos a los niños pobres?”, pregunta un niño a su mamá, que busca cansada de tienda en tienda ese regalo inservible que seguro su suegro nunca usará. Ella traga saliva, busca una respuesta y cambia de conversación.
El reto del próximo gobierno será lograr que más niños vayan a la escuela en lugar de pedir limosna en las calles la próxima Navidad. Esto deberá ir acompañado de más personas comprando y vendiendo en los centros comerciales. Es decir, el reto no es quitarle a unos para darle a otros; sino lograr el ambiente y las oportunidades para que todos puedan trabajar, producir y progresar juntos.
En estos días hemos ido conociendo a quienes ocuparán puestos clave en el próximo gobierno. Estamos algo preocupados al ver a personas ocupando ministerios de temas que parecen no conocer, y la creación de nuevos ministerios que significarán más sueldos y burocracia calentando más puestos. Dijimos que apoyaríamos a nuestro nuevo Presidente, así que, aguantándome las ganas de continuar mi crítica a lo que veo como desaciertos, le dejo por ahora el espacio a la duda.
Esperemos que Rafael Correa tenga todo claro y los resultados de sus decisiones nos dejen boquiabiertos de alegría. Esperemos que esas canciones del Che Guevara que el Presidente electo coreaba a todo pulmón en una reciente reunión con sus partidarios sea solo una canción, y que no signifique que quiera conducir este país por los caminos de la Isla que hoy se hunde en el atraso.
Navidad nos vuelve más pensativos a todos. Nos entristece más que nunca la pobreza de los niños con sus cuerpos pintados de plata en media calle mientras vamos con bolsas llenas de regalos. No dudo que los futuros ministros que están apareciendo hoy en nuestros televisores quieren trabajar para que ese niño plateado pueda estudiar en lugar de trabajar. ¿Qué harán para lograrlo? ¿Cómo lo cumplirán?
He escuchado ya muchas declaraciones en estos días con un marcado énfasis en culpar de todos nuestros males a las mafias y los corruptos. Excelente. Muy bien que quieran acabar con quienes tanto retroceso nos han causado. Pero, por alguna razón esas acusaciones me suenan muy parecidas a las del doctor que refundaría esta nación y que hoy hemos olvidado. Que tenga claro el nuevo gobierno que acabar con las mafias no es su fin, sino un medio más para alcanzar sus metas. Que su enfoque sea constructivo. Que se pregunte: ¿qué haré?, ¿en qué áreas trabajaré?, ¿cómo impulsaré mis objetivos?, antes que ¿a quién tumbaré?, ¿con quién acabaré?
Que en esta Navidad nuestro futuro Presidente, sus ministros y todos quienes tomarán las riendas del país reflexionen. Feliz Navidad para ellos. Descansen. Que a partir de enero exigiremos muchísimo de ustedes.
jueves, diciembre 14, 2006
Ladrones legales
Uno aquí, partiéndose la cabeza planeando ese nuevo gran negocio cuando hay otra forma mucho más fácil de hacerse millonario al instante: trabajar en Andinatel. Según nos hemos enterado en estos días, hay quienes ganan sueldos millonarios en esta empresa pública. Y lo peor de todo es que esos ingresos recibidos ya han sido justificados. Es decir, son legales. ¿Quién dijo que no existe el robo perfecto?
Es fácil repartir plata y ser generosísimo con los sueldos cuando ese dinero no es de uno. Al fin de cuentas, ¿de quién es Andinatel, Pacifictel y tantas de nuestras empresas públicas? ¿Son de todos? Más bien parece que son de nadie. Si no hay un dueño, accionista, o administrador privado con un interés directo en que la empresa marche bien, produzca eficientemente y sea rentable, nadie perderá el sueño por el éxito o fracaso de la empresa. Necesitamos incentivos y reglas claras para ser productivos. Nada de eso existe en nuestras empresas públicas.
La palabra privatización asusta a muchos, sobre todo a los partidarios del futuro gobierno. Pero privatizar no es la única opción para volver eficientes estas empresas y acabar con estos abusos y robos legales. Lo importante es acabar con el estatus de empresas de todos y de nadie. Pueden mantenerse como empresas públicas, pero en manos de administradores privados que deban rendir cuentas y cuyos ingresos dependan del éxito de su gestión. Y con la autonomía necesaria para que ningún presidente, ministro, ni ninguno de esos que pasean a diario por Carondelet puedan intervenir en las decisiones de la empresa o palanquear el ingreso de algún pariente para que reciba un sueldo dorado.
Aquella burocracia idealizada e idealista, racional, positiva y eficiente de la que escribía el alemán Max Weber, hace más de cien años, sin duda no se aplica bien en este mundo, y sobre todo en este país. Quienes están en el sector público y en el privado buscan lo mismo: estabilidad, mejores ingresos, bienestar. La diferencia radica en que en el sector privado esto se obtiene trabajando mucho, siendo creativos y proactivos para ganar más plata. En el sector público esto se adquiere, en gran medida, manteniendo ineficiencias que permitan sueldos legales exorbitantes como el de la funcionaria de Andinatel y jugando con el sistema de tal forma que no haya cambios que pongan en riesgo los puestos y privilegios.
El sector público es necesario a pesar de sus males. Necesitamos un Estado que se encargue de aquellas pocas cosas que el mercado y el sector privado no pueden manejar. Pero ese sector público debe parecerse en la mayor medida al privado, de tal forma que sus empleados y administradores ganen en función de su trabajo y eficiencia, y no en función de supercontratos colectivos e individuales que se consiguen a base de estirar leyes y dinero público.
Ladrón no es solo el que rompe la ley metiéndose a medianoche a una casa y llevándose joyas y televisores. También hay ladrones que roban dentro de la ley. Aquellos que consciente y descaradamente manipulan el sistema de privilegios del sector público para recibir más de lo que deben y merecen. Al menos el primero se reconoce como ladrón. Los segundos caminan entre nosotros como si nada.
Es fácil repartir plata y ser generosísimo con los sueldos cuando ese dinero no es de uno. Al fin de cuentas, ¿de quién es Andinatel, Pacifictel y tantas de nuestras empresas públicas? ¿Son de todos? Más bien parece que son de nadie. Si no hay un dueño, accionista, o administrador privado con un interés directo en que la empresa marche bien, produzca eficientemente y sea rentable, nadie perderá el sueño por el éxito o fracaso de la empresa. Necesitamos incentivos y reglas claras para ser productivos. Nada de eso existe en nuestras empresas públicas.
La palabra privatización asusta a muchos, sobre todo a los partidarios del futuro gobierno. Pero privatizar no es la única opción para volver eficientes estas empresas y acabar con estos abusos y robos legales. Lo importante es acabar con el estatus de empresas de todos y de nadie. Pueden mantenerse como empresas públicas, pero en manos de administradores privados que deban rendir cuentas y cuyos ingresos dependan del éxito de su gestión. Y con la autonomía necesaria para que ningún presidente, ministro, ni ninguno de esos que pasean a diario por Carondelet puedan intervenir en las decisiones de la empresa o palanquear el ingreso de algún pariente para que reciba un sueldo dorado.
Aquella burocracia idealizada e idealista, racional, positiva y eficiente de la que escribía el alemán Max Weber, hace más de cien años, sin duda no se aplica bien en este mundo, y sobre todo en este país. Quienes están en el sector público y en el privado buscan lo mismo: estabilidad, mejores ingresos, bienestar. La diferencia radica en que en el sector privado esto se obtiene trabajando mucho, siendo creativos y proactivos para ganar más plata. En el sector público esto se adquiere, en gran medida, manteniendo ineficiencias que permitan sueldos legales exorbitantes como el de la funcionaria de Andinatel y jugando con el sistema de tal forma que no haya cambios que pongan en riesgo los puestos y privilegios.
El sector público es necesario a pesar de sus males. Necesitamos un Estado que se encargue de aquellas pocas cosas que el mercado y el sector privado no pueden manejar. Pero ese sector público debe parecerse en la mayor medida al privado, de tal forma que sus empleados y administradores ganen en función de su trabajo y eficiencia, y no en función de supercontratos colectivos e individuales que se consiguen a base de estirar leyes y dinero público.
Ladrón no es solo el que rompe la ley metiéndose a medianoche a una casa y llevándose joyas y televisores. También hay ladrones que roban dentro de la ley. Aquellos que consciente y descaradamente manipulan el sistema de privilegios del sector público para recibir más de lo que deben y merecen. Al menos el primero se reconoce como ladrón. Los segundos caminan entre nosotros como si nada.
jueves, diciembre 07, 2006
Metiendo carpeta
Gobierno nuevo, gente nueva. Mucha gente nueva. En ministerios, gobernaciones, superintendencias, Petroecuador, Fondo de Solidaridad, embajadas, en fin. A nuestro nuevo presidente le tocará escoger entre su gente de confianza a los nuevos ministros, viceministros, asesores, subsecretarios, gobernadores, directores, gerentes, intendentes, embajadores, etcétera, que, según informa este Diario, son unos 2.800 cargos. Eso es mucha gente de confianza.
Según el reportaje de este diario, Correa ha dicho que escogerá a “los mejores hombres y mujeres del país, con nosotros se inaugurará la meritocracia y se sepultará la palancocracia”. Bien dicho. Le tomamos la palabra. Pero cuando hay tanto puesto disponible y favores que devolver, es difícil evitar que la palanca mueva sus influencias.
El reportaje indica que los distintos movimientos sociales que apoyaron a Correa ya han mostrado su interés en sectores específicos. Los socialistas están interesados en el Ministerio de Educación, Pachakutik en los ministerios de Agricultura y Salud, el Movimiento Blanco en las direcciones provinciales de Salud. Nada de malo en esto. Es normal que quienes apoyaron al candidato ganador quieran ocuparse de áreas para las que se sienten calificados.
Pero ahí es donde Correa y su equipo deben estar alertas. Una cosa es decir que se escogerá a los mejores hombres. Otra es tener a amigos, conocidos, arrimados y supuestos amigos llamando, insistiendo y metiendo carpeta por todos lados para que les consigan algún puestito por ahí, a ellos, al hermano, al primo, al cuñado pobrecito que perdió su trabajo hace cuatro meses y sigue desempleado. Y con solo un mes para designar todos estos cargos, lo fácil es ceder, devolver el favor a quienes los acompañaron en la campaña, ser buena gente con el pana de colegio, tomar la carpeta, darle una rápida ojeada a ese currículo con faltas ortográficas y más ficción que novela, y decirle que sí, que se venga a trabajar al gobierno que cambiará al país.
¡Qué difícil conseguir esos 2.800 buenos hombres y mujeres! Encontrarlos es fácil, están aquí, entre nosotros. Pero la mayoría de ellos están trabajando y produciendo en puestos estables. Lo difícil es conseguir esos buenos hombres y mujeres dispuestos a dejar lo que están haciendo para ir al sector público y trabajar por el país. En cambio, no es tan complicado encontrar esos hombres y mujeres no tan buenos que digamos, para quienes ser parte del gobierno no sería un sacrificio sino una gran oportunidad.
El anuncio de Correa de que bajará su sueldo de presidente lleva un buen mensaje de austeridad para el sector público. Pero al mismo tiempo aleja a aquellos “mejores hombres y mujeres del país” que el presidente electo busca. Si son realmente buenos, su trabajo vale más que los nuevos sueldos. Y ahí se complica la selección.
Esperemos que esos 2.800 sean realmente buenos. Que este nuevo gobierno no caiga en el error de repartir puestos públicos como camisetas en campaña electoral. Queremos ministros y servidores públicos que duren los cuatro años, o al menos gran parte de ellos. Si queremos un cambio, debemos empezar por un gobierno estable. De las selecciones que Correa y su equipo hagan en estas semanas depende gran parte de esa estabilidad.
Según el reportaje de este diario, Correa ha dicho que escogerá a “los mejores hombres y mujeres del país, con nosotros se inaugurará la meritocracia y se sepultará la palancocracia”. Bien dicho. Le tomamos la palabra. Pero cuando hay tanto puesto disponible y favores que devolver, es difícil evitar que la palanca mueva sus influencias.
El reportaje indica que los distintos movimientos sociales que apoyaron a Correa ya han mostrado su interés en sectores específicos. Los socialistas están interesados en el Ministerio de Educación, Pachakutik en los ministerios de Agricultura y Salud, el Movimiento Blanco en las direcciones provinciales de Salud. Nada de malo en esto. Es normal que quienes apoyaron al candidato ganador quieran ocuparse de áreas para las que se sienten calificados.
Pero ahí es donde Correa y su equipo deben estar alertas. Una cosa es decir que se escogerá a los mejores hombres. Otra es tener a amigos, conocidos, arrimados y supuestos amigos llamando, insistiendo y metiendo carpeta por todos lados para que les consigan algún puestito por ahí, a ellos, al hermano, al primo, al cuñado pobrecito que perdió su trabajo hace cuatro meses y sigue desempleado. Y con solo un mes para designar todos estos cargos, lo fácil es ceder, devolver el favor a quienes los acompañaron en la campaña, ser buena gente con el pana de colegio, tomar la carpeta, darle una rápida ojeada a ese currículo con faltas ortográficas y más ficción que novela, y decirle que sí, que se venga a trabajar al gobierno que cambiará al país.
¡Qué difícil conseguir esos 2.800 buenos hombres y mujeres! Encontrarlos es fácil, están aquí, entre nosotros. Pero la mayoría de ellos están trabajando y produciendo en puestos estables. Lo difícil es conseguir esos buenos hombres y mujeres dispuestos a dejar lo que están haciendo para ir al sector público y trabajar por el país. En cambio, no es tan complicado encontrar esos hombres y mujeres no tan buenos que digamos, para quienes ser parte del gobierno no sería un sacrificio sino una gran oportunidad.
El anuncio de Correa de que bajará su sueldo de presidente lleva un buen mensaje de austeridad para el sector público. Pero al mismo tiempo aleja a aquellos “mejores hombres y mujeres del país” que el presidente electo busca. Si son realmente buenos, su trabajo vale más que los nuevos sueldos. Y ahí se complica la selección.
Esperemos que esos 2.800 sean realmente buenos. Que este nuevo gobierno no caiga en el error de repartir puestos públicos como camisetas en campaña electoral. Queremos ministros y servidores públicos que duren los cuatro años, o al menos gran parte de ellos. Si queremos un cambio, debemos empezar por un gobierno estable. De las selecciones que Correa y su equipo hagan en estas semanas depende gran parte de esa estabilidad.
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