Me enteré hace poco sobre el escándalo del contralor estatal de Nueva York, Alan Hevesi. Resulta que Hevesi, un demócrata de Queens en plena campaña por su reelección, se metió en graves problemas. Durante tres años Hevesi había utilizado a un empleado estatal como chofer de su esposa. Un comité de ética estatal lo acusó de violar la ley al no reembolsar al Estado el valor de los honorarios de este empleado público. Es decir, se acusó de corrupción a Hevesi por utilizar los servicios de un empleado público para algo privado. Sus opositores pidieron su renuncia, sus antiguos partidarios y aliados le quitaron el respaldo. Todo un escándalo. Hevesi se excusó y terminó firmando un cheque por 82.000 dólares para reembolsar al Estado los servicios que se había autoprestado.
Cuando me enteré de esta noticia, mi muy ecuatoriana reacción fue “tanto escándalo solo por eso”. Acá que un diputado, ministro u otro funcionario público utilice para asuntos personales el chofer que le asignan es cosa de todos los días. El chofer lleva al hijo, la esposa y la abuela del funcionario donde sea, sin importar que el sueldo de ese chofer lo paguemos todos los ecuatorianos. En este país tenemos niveles de corrupción más avanzados como para preocuparnos de esas cosas que discuten los gringos.
Corrupción hay en todos lados. Pero los niveles de corrupción son muy distintos. Cuando estudiaba la universidad en Estados Unidos, el castigo por copiar en un examen o plagiar un trabajo era expulsión inmediata. Aquí entregar trabajos plagiados y literalmente copiados de internet es cosa de todos los días entre estudiantes universitarios. Desde las aulas de colegios y universidades empiezan a desarrollarse los niveles de corrupción de nuestra sociedad.
El diario Expreso de este martes nos dice que según una encuesta, cuatro de cada diez guayaquileños justifican “a veces” pagar coimas. Si nos para un vigilante y tenemos unos tragos encima, esa coima viene perfecta. Si necesitamos que Pacifictel nos instale una línea rápido, un billetito es ideal para agilizar las cosas. Todos participamos de la corrupción en el país. El sistema burocrático, centralizado y corrupto que enfrentamos y nuestro conformismo con este sistema han vuelto de la corrupción algo de todos los días. No por nada Ecuador aparece entre los países más corruptos de América junto a Haití y Venezuela, y en el puesto 138 entre 163 países según Transparencia Internacional.
Nuestro puesto en la lista no cambiará de la noche en la mañana. Estamos en un círculo vicioso en el que el sistema corrupto liderado por políticos corruptos genera una sociedad habituada a la corrupción, y a su vez, la sociedad corrupta alimenta estas instituciones y políticos corruptos. Podemos empezar nuestro camino hacia un país más honesto con lo que tenemos a mano, negándonos a ser parte de la corrupción del día a día presente en las coimas. Solo así podemos exigir honestidad total en nuestros gobernantes, sobre todo, nuestros futuros flamantes diputados y presidente. A ver si en cuatro años, cuando haya pasado otro gobierno, mejoramos posiciones en la lista.
Y si querían saberlo, con escándalo y todo, el contralor Hevesi fue reelegido este martes. Se la perdonaron por esta vez.
2 comentarios:
Muy acertado, nosotros ya estamos "en otro nivel" como para preocuparnos de esas pequeñeces...
Lastimosamente.
Otro ejemplito de corrupción del mismo estilo....
Los Magistrados de la Corte Suprema, electa por la vía de "candidatos idóneos" ahora van a tener "asesores" uno por cada juecesito ocioso e incompetente.
Adedddante Ecuadodd Adedddante!!!!
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