Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
La conversación del momento gira en torno a los personajes del mundo de la farándula y la televisión criolla que pretenden representarnos en el Congreso. Estamos avergonzados, desesperados, asombrados, indignados, y _________ (poner aquí el adjetivo que mejor califique tu frustración).
Esta frustración ha despertado una reacción que toma fuerza de quienes proponen y apoyan el votar por ninguno de estos candidatos. Ha empezado la campaña por el voto nulo. Ya he recibido como diez e-mails con el mismo mensaje.
Comparto las motivaciones y razones de aquellos que proponen el voto nulo. Todos nos sentimos frustrados. Pero votar nulo es como votar por estos mismos personajes que queremos oponer. El voto nulo suena muy romántico, muy rebelde, muy revolucionario. Pero no es práctico, no funciona. Es contraproducente. Cada voto nulo es un voto menos en contra de los malos candidatos. Cuando ellos ocupen su sillón en el Congreso todos olvidarán el número de votos nulos, pero tendremos cuatro años para recordar a diario las personas que nuestro voto nulo llevó al poder.
No cometamos ese error. Canalicemos nuestra frustración hacia propuestas constructivas que generen reales cambios. En lugar de una campaña por el voto nulo, los esfuerzos se deben enfocar en campañas por los pocos candidatos que merecen nuestro voto, y si no existen, en esfuerzos por encontrar y motivar la participación de buenos candidatos.
De estos e-mails que circulan, hay temas que merecen la pena rescatarse. Como el que dice: "Si 100 diputados cuestan 4.500 dólares mensuales cada uno, da un total de 450.000 dólares mensuales para el Ecuador (sin viáticos ni dietas). Construir y habilitar una escuela para niños con discapacidad mental cuesta aproximadamente 100.000 dólares. Calcule: con ese monto se pudieran construir mensualmente cuatro escuelas para esta clase de niños, y en un año el Ecuador alcanzaría 40 y media escuelas para infantes con discapacidad mental".
Esto demuestra que mantener a un diputado no es barato, y con el Congreso de hoy, es un despilfarro de dinero. Por eso mismo debemos asegurarnos que quien vaya al Congreso sea la persona correcta, o al menos, lo mejorcito dentro de lo malo. Eso se logra votando a favor de alguien. No en contra de todos. El voto nulo puede mandar un mensaje fuerte sobre el estado decadente de nuestra democracia. Pero ese mensaje no servirá de mucho cuando quienes se encarguen de legislar sean justamente los candidatos que motivaron la frustración.
No votemos nulo. Votemos por el mejor, o el mal menor. Los problemas no se arreglan simplemente oponiéndose al problema. Se solucionan oponiéndose al problema y ofreciendo soluciones prácticas. La supuesta rebelión forajida nos enseñó lo poco o nada que se logra cuando uno solo se opone a algo y no ofrece una solución. Tanta bulla, tanto canto, tanta emoción, tanto romanticismo callejero y al final terminamos con un gobierno igual, y muy probablemente, peor que el que se tumbó. El voto nulo hace lo mismo: se opone a algo, pero no ofrece una solución.
La solución no está en botar a los malos, sino en votar por los buenos, o al menos, por los menos malos. Que en estas elecciones votemos con la cabeza por una solución, no con las emociones por mandar un mensaje que pocos escucharán.
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