Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
No, no es la lista de artistas invitados a algún evento de farándula criolla. No es la cartelera de cantantes para algún show en la ciudad. No son los nombres en alguna columna de chismes. Agárrense de sus asientos: es la lista de nuestros aspirantes –y muy posibles ganadores– a diputados.
Para aquellos que se están preparando en la universidad, haciendo maestrías de administración pública, robándole horas a la noche leyendo e instruyéndose, preparándose con dedicación para ocupar un puesto público y servir al país, el mensaje de nuestros partidos políticos es clarísimo: no sean nerds, no pierdan su tiempo preparándose, mejor aprendan a actuar, bailar y agarrar un micrófono, háganse famosos en la tele, y listo.
Esto no quiere decir que los famosos que pretenden ir al Congreso no tengan las mejores intenciones, o no sean honestos o capaces, o no piensen luchar por este país. Pueden tener las mejores intenciones de este mundo. Y pueden sorprendernos con su excelente actuación. Ojalá. Pero ya los partidos políticos han desnudado su degradación. Han revelado el bajísimo estándar que requieren en sus candidatos. La única pregunta que se hacen es ¿cuántos votos puede conseguir esta persona? Ya ni se les pasa por la mente preguntar ¿cómo ejercerá su cargo esta persona?, ¿tiene los atributos, la formación, las cualidades, y sobre todo la experiencia necesarios?, ¿cómo representará los ideales (¿existen todavía?) de nuestro partido?
A esta vergonzosa lista de candidatos al Congreso se suma la triste improvisación con que se pretende escoger binomios presidenciales. Estamos a poquísimos días de que se cierren las inscripciones, y a contados días para que tengamos que votar, y recién nos empezamos a enterar de quiénes serán los binomios de los candidatos. En algunos casos, ni estamos seguros de quiénes serán los candidatos presidenciales. De los tres últimos presidentes que hemos elegido, los tres han caído, y sus vicepresidentes han gobernado (si contamos la cortísima presidencia de Rosalía). Esto nos debe gritar algo acerca de la importancia de quien acompaña al candidato presidencial en la papeleta. No se trata de cualquier figureti. Se trata del vicepresidente y potencial presidente del país. Lástima que nuestros partidos y candidatos parecen no entenderlo, y siguen buscando a última hora en noticieros y páginas de farándula un acompañante para el viaje electoral.
Bienvenidos a las elecciones de lo que salga, lo que venga. Lo que se cruce a última hora. Eso de prepararse no tiene sentido. Eso de formar jóvenes líderes que tomen la posta de los partidos políticos es una pérdida de tiempo. Ideología, preparación, inteligencia, experiencia, y todo aquello que sirve para ejercer un puesto público son detalles, tonterías para nuestros partidos. Lo que importa es la popularidad que gana votos.
Así, nuestros partidos políticos nos tienen hasta el último momento con una incertidumbre nunca antes vivida en el panorama electoral. Y cuando finalmente aparecen los candidatos nos dejan boquiabiertos. Como diría Rachito: ¡Sorpresa! El nivel de improvisación en estas elecciones demuestra lo bajo que han caído nuestros partidos y su subterráneo respeto hacia los puestos públicos.
Ojalá nos sorprendan todos aquellos famosos que nuestros votantes obligados seguro escogerán. Ojalá sus años frente a las cámaras y micrófonos les sirvan para legislar y gobernar con altura. Ojalá el próximo Congreso nos traiga más respeto y menos sorpresas.
¡Ay, pero cómo lo dudamos!
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