Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Lo decimos siempre. Que nuestro país tiene de todo: montañas, selvas, costa, playas, islas, de todo. Que hay tanto por ver, sentir, recorrer, admirar, experimentar. Pero al final del día nos quedamos en la casa viendo tele, viajando en el Travel Channel a tierras exóticas y ciudades emocionantes. Eso de recorrer el país lo vamos postergando, y cuando nos damos cuenta pasaron los años y apenas salimos de nuestra manzana.
Me puse a pensar en esto mientras atravesaba este fin de semana los bosques, páramos y paisajes maravillosos del Parque Nacional Cajas. Mientras caminaba por las angostas calles de piedra del centro de Cuenca, que no visitaba hace años, imaginaba los miles de turistas que aún no nos visitan, los que están a kilómetros de aquí y los que vivimos tan cerca.
Pero, por suerte y porque en ello muchas personas han trabajado, miles de turistas sí nos conocen y nos visitan y se maravillan con nuestros paisajes. Como los turistas franceses que caminaron por tres horas con nosotros los senderos del Cajas. O esos gringos que disparan miles de fotos ante cualquier pajarito que se les cruza.
Varias personas que estuvieron en Alemania durante el Mundial me han comentado con orgullo la emoción que sintieron al ver la promoción que se hizo del Ecuador en ese país. Fue un plan concreto, práctico y bien dirigido. Dinero bien gastado que hará que miles de alemanes y gente de alrededor del mundo, que tal vez no tenía idea de lo que era este paisito en Sudamérica, ahora hagan planes para visitarnos. Estos esfuerzos se complementan con lo que están haciendo organizaciones locales que trabajan por el turismo, como la Fundación Turismo para Cuenca, que nos recibió con brazos abiertos en esa ciudad y promociona a nivel nacional e internacional lo que Cuenca y sus alrededores tienen para ofrecer.
Pero todas esas acciones acertadas por llevar al país al mundo y para que el mundo venga al país pueden quedarse estancadas si nuestro siguiente gobierno no pone al turismo como una prioridad en su agenda. Estamos demasiado ocupados contando los billetes que el petróleo nos dejará. E ignoramos que en el turismo tenemos una de las mayores oportunidades para salir adelante.
Este fin de semana en Cuenca me abrió los ojos a lo mucho que tenemos que no estamos viendo. Invertir en turismo es invertir en el desarrollo del país. Suena a eslogan repetido, pero solemos ignorarlo. Invertir en turismo no significa limitarse a promocionar el país. Significa invertir en carreteras e infraestructura para que los turistas no tengan miedo de alquilar un carro o tomar un bus. Es invertir en educación para que nuestros meseros, taxistas y cualquier caminante sean los mejores guías turísticos. Es invertir en seguridad para que historias de robos y asaltos no lleguen a oídos de potenciales visitantes. Y es, sobre todo, invertir en la gente, porque no hay mejor lugar para visitar que aquel en el que la gente vive feliz y orgullosa de lo que tiene.
Los dólares, euros y otras monedas que llegan con el turismo se multiplican en beneficios para todo el país. Que los candidatos pongan al turismo bien alto en sus planes y agendas. Que nos levantemos del sofá, nos sacudamos el canguil, y empecemos por conocer lo que tenemos a la vuelta de la esquina.
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