Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
En estos días de optimismo futbolístico nos llueven reportajes, artículos y conversaciones que nos invitan a soñar, a creer en nosotros y en el país. Si la Selección pudo, el país también, es el eslogan de hoy.
Pero al llevar comparaciones de la Selección hacia la política y la sociedad olvidamos que la Selección no pudo de repente, por suerte, porque las estrellas y los astros se alinearon a su favor, o porque Diosito quiso. A Alemania no llegaron jugadores improvisados, con algún técnico novato de turno, con una estrategia de juego de última hora. No, a Alemania llegó un equipo preparado, con objetivos claros. No se pudo porque sí, se pudo porque trabajaron para que se pueda.
“Señores, vamos a jugar un Mundial: Maten a sus vacas”, les dijo, según un reportaje que aparece en la página web de la FIFA, Luis Fernando Suárez a sus jugadores antes de empezar el campeonato en Alemania. La frase hace referencia a un cuento que aparece en el libro que Suárez les regaló.
Una familia vivía una vida cómoda sin mayores sacrificios gracias a su vaca que les proporcionaba comida, bebida y abrigo. Tenían todo lo que necesitaban, o creían necesitar. Hasta que alguien mata la vaca y la familia empieza una nueva vida, llena de sacrificios, esfuerzos y nuevos desafíos, que les permite progresar y construir una gran hacienda con muchos animales y comodidades. La vaca que tanto les daba, los condenaba al conformismo. Sin la vaca, llegó el trabajo y el progreso.
Los jugadores de nuestra Selección supieron matar sus vacas: del conformismo, de depender de pocas estrellas en el equipo, de antiguas excusas, y otras vacas personales. Trabajaron unidos, con esfuerzo y lograron vencer los desafíos.
¿Está listo el país para matar sus vacas sagradas y empezar a trabajar? ¿Estamos listos para aplicar todas estas lecciones sacadas del fútbol? El Estado ordeña su vaca petrolera y con eso alimenta a una creciente burocracia, nos subsidia el gas y la luz, nos crea una falsa comodidad y una real dependencia. ¿Matar a la vaca petrolera? Nunca. Es demasiado gorda y da demasiada leche como para que alguien la quiera matar. Un día morirá sola. Mientras tanto, ¿la está aprovechando el Estado? ¿O, al igual que la familia del cuento, se ha vuelto conformista y dependiente de esta vaca, olvidando que hay otras fuentes, otros negocios, otras áreas que desarrollar? ¿Es necesario esperar que muera la vaca petrolera para que el Estado abra los ojos y ponga a trabajar el dinero?
Hoy solo se habla del petróleo, potencial fuente de desarrollo y progreso, pero en gran medida, fuente de un Estado gordo, y de grupos que esperan la repartición antes que trabajar para producir. Mientras dependamos de una sola vaca, el resto quedará estancado. Que el Estado utilice el petróleo para generar y promover nuevos sectores. Que en lugar de conducir al conformismo y pasividad, el dinero petrolero permita a empresarios y emprendedores crear nuevas oportunidades. Que el paisito que hoy depende de una vaca, sea mañana inmenso e irreconocible con cientos de vacas bien alimentadas.
No basta con gritar “sí se puede”. Se trata de trabajar y trabajar. De matar las vacas, o al menos saber aprovecharlas. Pero ya sabemos lo difícil que es lo segundo, sobre todo cuando las decisiones vienen de una decadente clase política acostumbrada a comer gratis.
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