Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
¿Es idea mía, o estos días muchos andan con tanta plata que salen a comprar como en Navidad? Cualquier día, a cualquier hora, en cualquier centro comercial se rebosan los parqueaderos. Los vendedores de televisores de ochocientas pulgadas parecen no tener descanso. Los celulares más caros y avanzados vuelan de las tiendas, aunque cuesten varios sueldos y ayuno de un mes. Y por las calles circulan cada vez más carros flamantes, todavía con el plástico de los asientos.
Nada de malo en comprar más y mejores cosas. Todo lo contrario. Así funcionan las economías, circula el dinero y se mueve el mercado. Pero preocupa que por querer comprar la felicidad en cómodas cuotas mensuales, nos esclavicemos al banco, la tarjeta de crédito o algún chulquero. Ver el Mundial en pantalla gigante se siente muy bien. Pero ver el Mundial en la pantalla gigante que nos costó cinco sueldos y la duda de si podremos pagar el colegio de nuestros hijos, no es nada divertido. Tener dinero o acceso a crédito trae consigo opciones y decisiones. ¿Endeudarnos y disfrutar hoy para pagar más mañana? ¿O invertir hoy para progresar y recibir más mañana?
Con el país pasa igual. El Estado recibirá ahora todo ese dinero petrolero que ayer no tenía. Y tendrá la opción de gastar y endeudarse más que antes. ¿Qué hará el Estado con la plata? ¿Se la feriará en aumentos de sueldos, más puestos burocráticos, las concesiones de siempre a los uniformados, regalos para todo el que grita y el despilfarro al que nos hemos acostumbrado? ¿O lo pondrá a trabajar y producir, invirtiendo en educación, salud y generación de empleo a través del apoyo a la empresa? ¿Aumentará el Estado su obesidad? ¿O finalmente optará por un buen plan de ejercicios y dietas que lo pongan en forma?
Ya hemos desperdiciado demasiado dinero del petróleo desde el tristemente glorioso día en que se lo descubrió. En lugar de invertir y ahorrar, nos endeudamos. La tentación vuelve a rondar. ¿Qué hará el Gobierno esta vez?
Todo depende de las decisiones y firmeza de Palacio y de quien llegue después de él. Todo depende de nuestro voto. Administrar esta aparente riqueza será más difícil que administrar la pobreza. Todos piden y reclaman al que tiene plata. Al pobre lo dejan tranquilo. Nuestro siguiente presidente lidiará con grupos que le exigirán una falsa y pasajera felicidad a crédito, en lugar del duradero bienestar que trae la inversión y producción. Necesitamos un gobierno con capacidad de invertir, no de gastar y repartir. El candidato que hable de cómo va a invertir y hacer producir ese dinero, en lugar de cómo lo va a distribuir, tiene mi voto.
Por ahora podemos estar tranquilos. El mundo no se acabó este martes 666. Y mañana miraremos felices el Mundial sin pensar en excusas para faltar a trabajar. La emoción y la alegría se respiran en calles y oficinas. Al menos por estas semanas, andaremos con la cabeza en una pelota y en el grito de gol, en lugar de las deudas y un Estado fracasado. Pero cuando termine la fiesta y el árbitro diga “no va más”, trabajemos y votemos para no lamentar por otros millones que se nos volvieron a esfumar.
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