Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Estoy viendo en una foto a Evo Morales escoltado por militares. Detrás hay una planta de gas con un inmenso afiche colgado que dice: “Nacionalizado: Propiedad de los bolivianos”. Evo inicia así la nacionalización de los hidrocarburos y según sus palabras “mañana será la minería, será lo forestal, serán todos los recursos naturales, que pelearon nuestros antepasados”. ¡Qué alivio no ser boliviano en estos días!
Latinoamérica vive una montaña rusa: hoy nacionalizamos, mañana privatizamos, pasado mañana volvemos a nacionalizar. Ayer dictadura, hoy democracia, mañana más dictadura. Cerramos las fronteras al comercio, mejor las abrimos, qué tal si las volvemos a cerrar. Y después nos preguntamos por qué tanta pobreza y tanto atraso.
La dolarización es lo mejor que le ha sucedido a nuestro país, al menos en ese terreno ya no vivimos el vaivén de imprimir más billetes según la picazón en la cabeza del mandatario de turno. Lástima que no tengamos un freno obligatorio como el dólar a la hora de limitar el crecimiento del tamaño del Estado. Cada presidente engorda al Estado como quiere, y le confía a una burocracia especializada en el fracaso nuevas empresas “nacionales” con la excusa de moda de la soberanía nacional, la dignidad nacional y otras frases salpicadas de falso patriotismo.
Me preocupa, y deben preocuparnos, los Evos que creen que el Estado debe manejarlo todo. Tienen la receta probada para el fracaso. Aquello de “recuperar” lo nacional o que “nos devuelvan” lo nuestro, no es en la práctica otra cosa que entregarle a la burocracia y los que se alimentan como parásitos de ella, más millones y millones para gastar y repartirse alegremente. Mientras nuestros presidentes pronuncian esas frases con tufo a reciclada y fracasada historia nacional, la burocracia dorada de nuestros países descorcha botellas de champán. El grito de la soberanía es el mejor negocio para la minoría política dueña de lo nacional.
De repente la propiedad privada, motor del progreso de los pueblos, ha pasado a ser una cosa anticuada entre tanto eslogan nacionalista. Mañana algún Evo ecuatoriano decidirá, por ejemplo, que la cerveza es un bien nacional que le pertenece a todos los ecuatorianos y que por ello, por dignidad nacional, y soberanía alcohólica, debe ser nacionalizada. A nuestro Evo le indignará que la cerveza de los ecuatorianos sea propiedad de extranjeros, y la encargará a burócratas nacionales, preferentemente capitalinos. En poco tiempo aquel producto nacional empezaría a escasear entre mala administración, corrupción, nepotismo, exceso de empleados, etcétera. Y los ecuatorianos seguramente acabaríamos importando cerveza más barata y de mejor calidad. ¡Suerte que en la práctica la cerveza no entra en el discurso de la soberanía nacional! Tenemos cerveza nacional garantizada mientras esta permanezca en manos privadas.
No hay nada menos ecuatoriano que lo público. Petroecuador no le pertenece a los ecuatorianos. El IESS no le pertenece a los ecuatorianos. La educación pública no le pertenece a los ecuatorianos. Le pertenece a sus eternos arrimados, a los privilegios de unos pocos que se engordan de lo que en teoría le pertenece a todos.
Así cojea Latinoamérica. Mientras Evo nacionaliza y atenta contra lo privado, Humala llega a una segunda vuelta en Perú con el mismo discurso. Ojalá no sea contagioso.
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