Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
La declaración de los obispos del Ecuador que circuló en relación a El Código da Vinci habla de “irrespeto a los creyentes”, “fraude” y “calumnia”. Más allá de saber que se trata de una obra de ficción que no debe tomarse como documento histórico, los obispos y muchos cristianos sienten que se intenta “descalificar la fe en la divinidad de Jesucristo”.
En este mundo diverso, con tantas creencias, culturas y tradiciones, cada quien puede creer lo que quiera y no tiene que aceptar las mismas creencias religiosas de otros. La divinidad de Jesús es una creencia religiosa aceptada por los cristianos, no un dato histórico aceptado universalmente. Si alguien quiere dudar de la divinidad de Jesús está en todo su derecho a hacerlo, como puede dudar de la virginidad de María o la existencia de un paraíso. Esto no es desinformar o falsificar la historia, ni atacar e irrespetar a los cristianos. Es simplemente discrepar sobre dogmas y creencias religiosas de determinados grupos.
Hay datos históricos. Y hay creencias religiosas. Que Jesús existió, tuvo seguidores y murió crucificado son hechos históricos con los que concuerdan historiadores, tanto cristianos como no cristianos. Que Jesús haya sido concebido sin un padre humano o que resucitara, son creencias religiosas que los cristianos aceptan por su fe, pero que la historia no prueba. Decir que Jesús se casó con María Magdalena y tuvo descendencia no es ofender a los cristianos. Siendo Jesús una figura histórica, cualquier persona está en su derecho a interesarse en su vida y generar teorías en relación a la misma.
Todos tenemos el derecho a seguir una religión o ninguna, a creer en algo o en nada. Lo importante es vivir en paz y armonía entre todos. Lo importante es que cada uno viva su fe y su religión, o la ausencia de ellas, en su espacio privado o junto a su congregación y que no intente imponerla a los demás. El que no quiere ver la película está en todo su derecho, pero que no intente evitar que otros lo hagan o que se sientan culpables al hacerlo.
Afortunadamente aquí nadie ha impedido que veamos la película. Incluso muchos grupos religiosos han aprovechado la oportunidad que “El Código da Vinci” presentó. En lugar de oponerse a la película, varias congregaciones han alentado a sus fieles a que la vean para luego debatirla abiertamente y fortalecer sus creencias. El Opus Dei, aunque aparezca como el malo en la novela y la película, ha sabido aprovechar la curiosidad de lectores alrededor del mundo para darse a conocer a más personas. Un artículo en la página web del Opus Dei titulado “Estoy en deuda con Dan Brown” cuenta de un hombre que ahora pertenece a esta institución gracias al interés que la novela despertó en él. Estas experiencias demuestran que en lugar de enfrentarse y quejarse por lo que dice una obra de ficción, resulta mejor concentrarse en las oportunidades que esta genera.
Esperemos que ante todo gane siempre la libertad de expresión, de opinión y de cultos. Que en lugar de intentar imponer un punto de vista, un tipo de creencia y una fe, se respete la diversidad de creencias que existen en el país y el mundo. Y que prevalezca el derecho a crear nuevas historias que nos entretengan, nos desafíen, y pongan a volar nuestra imaginación.
3 comentarios:
Manuel, muy bueno el artículo y estoy de acuerdo con la esencia de tú opinión. Sólo quería aportar un poco a la discusión subrayando que aunque la fe por definición no debe sentar sus raíces en el método científico, lo cierto es que la arquelogía y la historia en general (y el método filosófico) apoyan en forma llamativa a los evangelios. Es algo que muchos cristianos ignoramos y creo que puede ser una gran herramienta de fortalecimiento de la fe. Para quienes estén interesados les recomiendo leer "The Case For Faith" y "The Case for Christ" de Lee Strobel, abogado graduado en Yale y ex-periodista del Chicago Tribune.
Flavio Arosemena Burbano
Estimado Manuel:
Me parece muy interesante el artìculo que has escrito, coincido contigo en algunas de tus observaciones y por otro lado creo que al margen de que, como tu bien señalaste, este film es unicamente ficcion, lamentablemente la falta de conocimiento en la docrtina de fe que supuestamente profesamos los cristianos ha conllevado a que las autoridades religiosas hagan una aclaracion sobre este tema. Talvez no coincida en la forma que lo estan haciendo pero la esencia es importante rescatar
Mas que el film en si, o la intenciòn del autor, mi preocupacion esta orientada a quienes quieren utilizar el contenido de este film para cuestionar, desacreditar y desligitimar una doctrina religiosa.
La Declaracion de Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales reconocen el derecho que tiene toda persona a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, derecho que debe ser respetado y protegido por los Estados y la comunidad internacional.
Asi mismo, la misma declaracion reconoce a todo individuo la libertad de opinión y de expresión
En este sentido podria entenderse que cualquier persona en ejercicio de su derecho a la libertad de opinion y expresion puede decir lo que quiera, sien embargo, al ser estos derechos indivisibles e interdependientes entre si, se entiende que el derecho a tener una creencia religiosa va acompañada del respeto y tolerancia de los demas a esa persona por sus creencias y que el ejercicio del derecho a libertad de opinion no puede atentar contra dichas creencias. Recordemos que el derecho de un individuo termina cuando comienza el derecho de otro.
Si hemos reconocido el derecho a la honra que tiene toda persona porque no fortalecer a traves de la promocion de la tolerancia y conocimiento el respeto a tu creencias religiosas y a la doctrina religiosa en si, sea cual fuera
Lo màs importante es que vivas de acuerdo a lo que crees o dices creer sin atentar contra el mismo derecho que tienen los demas
Leticia Baquerizo Guzman
leticiabaquerizo@hotmail.com
Estimado Manuel Ignacio:
Movido por al artículo que publicaste en El Universo el pasado 25 de mayo, me tomé el trabajo de buscar la declaración de los Obispos que tanto te había irritado, grande fue mi sorpresa al no descubrir en ella ningún ataque visceral a la libertad de expresión.
Pretendes limitar la tarea de la Iglesia a aquello que sea cool o afín a tus pensamientos, lastimosamente, esa no es la función de la Iglesia. Su deber es predicar la Verdad, no buscar tu aprobación, ni pronunciarse según las encuestas o vaivenes de moda en tal o cual sociedad. La Iglesia, todos los bautizados, tenemos el mandato recibido directamente de Cristo de ir por el mundo y predicar el Evangelio, al precio que fuere. La Iglesia, por conducto de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, cumplió con tal labor al informar a "la comunidad cristiana y advertir a la sociedad en general el carácter tendencioso del material que se difunde y que raya en el fraude y la calumnia".
Tu artículo incurre en un garrafal error filosófico al considerar que la certeza y veracidad de los datos históricos depende de su aceptación generalizada. Lo que pasó, pasó independientemente de que su ocurrencia sea "aceptada universalmente". Tu formación basada en el cogito ergo sum cartesiano limita de sobremanera la filosofía del ser al circunscribirlo únicamente a lo que puede conocer el finito e imperfecto entendimiento humano. De llamarte la atención profundizar en este tema, recurre a Aristóteles o a Tomás de Aquino.
En el mismo sentido, al omitir cualquier investigación o referencia a los errores históricos y falsedades prima facie que se le imputan al libro de Brown, carece de profundidad y equilibrio pues solamente arremetes con un secularismo decimonónico en contra de los dogmas de fe contenidos en los Evangelios.
Una cosa es el derecho de libertad de expresión y otra muy distinta el ampararse bajo el escudo de una pretendida "ficción" para propagar dolosamente errores y agravios contra personajes históricos, organizaciones y creencias, con fines meramente comerciales. Ten presente que no se vende ni publicita como una novela de historia-ficción en un pasado alternativo o una Europa imaginaria, (como Harry Potter, o el Sr. De los Anillos). Se intenta vender como erudición, investigación histórica y trabajo serio de documentación. En una nota al principio del libro, el autor, Dan Brown, declara: "todas las descripciones de arte, arquitectura, documentos y rituales secretos en esta novela son fidedignas".
La religión no se puede desligar del ámbito social y político, la coherencia exige que se practique lo que se predica. No puedes recitar el credo en la misa, o cuando asistes a algún acontecimiento social alrededor de un sacramento y, después, atacar públicamente los mismos principios en los cuales dices creer, cabe preguntarse, si tu matrimonio católico en la iglesia atendida por el Opus Dei, obedece a un convencimiento íntimo, o por el contrario, a cumplir con paradigmas sociales que no has tenido el coraje de romper.
El Código Da Vinci es una obra anticatólica. Ataca a Jesucristo y a la Iglesia, y niega, punto por punto, la fe que profesamos, denigra a la persona de Jesús, a las Congregaciones e Instituciones Católicas del pasado y del presente y ofrece una imagen totalmente falsa de la doctrina que el Señor Jesús transmitió a sus apóstoles, y por su intermedio, a la Iglesia y a toda la humanidad, para miles de jóvenes y adultos, esta novela será su primer, quizá único contacto con la historia antigua de la Iglesia, una historia regada por la sangre de los mártires y la tinta de evangelistas, apologetas, filósofos y Padres. No sería digno de los cristianos del s. XXI ceder sin lucha ni respuesta ante el neopaganismo el espacio que los cristianos de los primeros siglos ganaron con su fidelidad comprometida a Jesucristo.
Espero estas reflexiones te permitan darte cuenta de la importancia de investigar a profundidad y evaluar las consecuencias de tus escritos, particularmente cuando tocas temas tan delicados como los que abordaste tan ligeramente
Octavio Rosselli
orosselli@tutopia.com
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