Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Cuando veo a nuestro Congreso pienso en el colegio. Ahí están los mismos personajes: los relajosos, los vagos, los tramposos, algunos aplicados, y los dormilones –personificados en el “lechucero”, como le dicen, según un reportaje de este Diario, a un diputado que suele dormirse en las sesiones de la mañana–.
Solo el 0,6% de los ecuatorianos cree en el Congreso, según el reportaje de EL UNIVERSO. Triste, pero ya no nos sorprende.
Quiero pensar que muchos de nuestros diputados vienen al Congreso con ganas de trabajar por el país. Imagino al flamante diputado llegar emocionado y bien puntual a su primera sesión. Pero su idealismo y sus ganas empiezan a flaquear entre sesiones estancadas, eternos discursos, amarres, negociados, presiones, hombres de maletín, camisetazos, en fin. Nuestro diputado entra en el juego. Se deja llevar por esa modorra burocrática que impide terminantemente trabajar más de ocho horas, ni mover un dedo más allá del mínimo necesario. Se va acomodando en los beneficios de ser diputado, y solo trabaja por apoyar leyes que le competen a él, a sus amigos, o a su jefe de partido. Del país que se encargue otro.
Como en una clase con muchos estudiantes, es fácil esconderse entre cien diputados, no hacer nada, pasar el curso “de a vaca”. Y lo mejor de ser diputado es que si uno la embarra, por ejemplo, pasando alguna ley retrógrada como la de Huaquillas, no hay problema. Entre tanto diputado anónimo es fácil echarle la culpa al otro, hablar a las cámaras de cosas como soberanía y justicia, y ya, aquí no pasó nada. En el colegio al menos ponían rojo, o amenazaban con perder el año. Acá en cambio no importan los errores, la ineficiencia, las siestas parlamentarias, la ausencia de proyectos de ley. Cada mes igual llega el sueldo completito, más las yapas por sesiones extraordinarias, viáticos y algún merecidísimo bono. Y al final del período nuestros diputados se lanzan a la reelección y nosotros, tan tontos y fáciles de convencer, votamos nuevamente por los mismos.
¿Necesitamos tantos diputados? Con la mitad basta y sobra. Para qué más. Todo lo que se gasta en sueldos, secretarias, asesores, viáticos, viajes y bonos podría ir directo a la educación de los ecuatorianos. Siendo menos diputados no se podrían esconder tanto como hoy. No podrían echarse el muerto eternamente. Y a nuestro amigo el lechucero no le quedaría otra que tomarse unas cuantas tazas de café o una buena dosis de Red Bull para aguantar la sesión.
Según este Diario, 40% de los diputados aspira a reelegirse en las próximas elecciones. Y muchos lo lograrán. Junto a ellos, ya asoman los mismos candidatos improvisados, que porque salen en la tele moviendo las caderas se creen en condiciones para legislar. Y nosotros, los que les pagamos el sueldo, al momento de votar nos vemos forzados a rayar la papeleta por los mismos de siempre, sin mayores alternativas o remedios.
El camino hacia un Congreso decente y eficiente es largo y difícil. Un primer objetivo deberá apuntar a reducir el número de diputados. Mientras tanto, lo mejor que podemos hacer es votar por los menos malos, castigando al Congreso de hoy oponiéndonos a su reelección.
Hace un año se repetía la frase “que se vayan todos”. Nadie se fue, ni piensa irse. Despertemos a los lechuceros de su plácido sueño.
jueves, abril 27, 2006
jueves, abril 20, 2006
'Te estoy esperando'
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Nuestra Comisión de Tránsito del Guayas llegó a la cúspide de su genialidad. Colocó en la carretera a Salinas macabros avisos con la muerte en forma de calavera y la frase “te estoy esperando”, seguido por un minicementerio con lápidas. Ahí yaceremos quienes no seamos capaces de esquivar los obstáculos que la misma CTG nos pone en el camino.
¿No sería acaso más inteligente evitar los accidentes que esos carteles anuncian –no previenen– quitando los conos anaranjados en mitad del camino, que debemos esquivar con maniobras de eslalon? ¿O avisar con suficiente anticipación las curvas, cambios de vía, puentes en construcción, etcétera, con carteles hechos con estándares internacionales y no por el carpintero de la esquina? Nuevamente las “soluciones” de nuestra CTG se convierten en más problemas.
Esta falta de eficiencia, unida a la corrupción en la Comisión de Tránsito, deben ser una alerta en el camino hacia las autonomías. La autonomía que todos buscamos debe aprender de esta institución local lo que no se debe hacer. Y hasta que no tengamos una CTG limpia y eficiente, las autonomías en Guayaquil y el Guayas caminarán con una piedra en el zapato.
Me cuentan historias de tiempos cuando la CTG y sus miembros eran respetados. Épocas cuando la ciudadanía daba regalos por Navidad a los vigilantes, en agradecimiento por su labor. Imposible pensar eso hoy. Por eso preocupa, y debe preocuparle a nuestro Alcalde, el futuro de nuestra ciudad y de los logros autonómicos, cuando él ya no esté a cargo de las cosas.
Los últimos resultados en las elecciones del Perú nos muestran que una y otra vez los latinoamericanos nos equivocamos al votar. Los jóvenes peruanos que no recuerdan el desastroso gobierno de Alan García hoy votan por él. Ni hablar del triunfo del discurso divisivo y nacionalista de Humala. No debe sorprendernos entonces, que en futuras elecciones municipales vuelvan al poder los que tanto mal le hicieron a la ciudad, los que lanzaban juguetes desde el balcón municipal mientras las madres morían asfixiadas, los que convirtieron los corredores del Municipio en guarida de pipones. Ojalá no ocurra, pero debemos estar listos para ello.
Nebot ha demostrado con su trabajo y sus logros que mientras él esté a cargo de la ciudad las cosas marcharán. Pero que no olvide que no es eterno. Que convierta al Municipio en una institución sólida y con gente preparada, y a las fundaciones de la ciudad en instituciones fuertes y autónomas a las que sea muy difícil corromper, sin importar quien ocupe el sillón de Olmedo. Que nuestro Alcalde empiece hoy mismo a ceder poder y control sobre las fundaciones, en favor de la institucionalidad e independencia que les permitirá a estas estar por encima de los intereses particulares de cualquier alcalde.
La ciudad y las autonomías avanzan. Pero estas no pueden depender de una persona. Nuestro Alcalde debe asegurarse que perdurarán y avanzarán más allá de su administración. Nadie puede garantizar que los logros de hoy continúen con el tiempo si no contamos con instituciones locales sólidas. Basta el ejemplo de la CTG para probarlo. Solo con un Municipio fuerte y sus fundaciones fuertes –que no es lo mismo que un alcalde fuerte– podremos asegurar el futuro de la ciudad y las autonomías. De lo contrario otras CTG nos estarán esperando.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Nuestra Comisión de Tránsito del Guayas llegó a la cúspide de su genialidad. Colocó en la carretera a Salinas macabros avisos con la muerte en forma de calavera y la frase “te estoy esperando”, seguido por un minicementerio con lápidas. Ahí yaceremos quienes no seamos capaces de esquivar los obstáculos que la misma CTG nos pone en el camino.
¿No sería acaso más inteligente evitar los accidentes que esos carteles anuncian –no previenen– quitando los conos anaranjados en mitad del camino, que debemos esquivar con maniobras de eslalon? ¿O avisar con suficiente anticipación las curvas, cambios de vía, puentes en construcción, etcétera, con carteles hechos con estándares internacionales y no por el carpintero de la esquina? Nuevamente las “soluciones” de nuestra CTG se convierten en más problemas.
Esta falta de eficiencia, unida a la corrupción en la Comisión de Tránsito, deben ser una alerta en el camino hacia las autonomías. La autonomía que todos buscamos debe aprender de esta institución local lo que no se debe hacer. Y hasta que no tengamos una CTG limpia y eficiente, las autonomías en Guayaquil y el Guayas caminarán con una piedra en el zapato.
Me cuentan historias de tiempos cuando la CTG y sus miembros eran respetados. Épocas cuando la ciudadanía daba regalos por Navidad a los vigilantes, en agradecimiento por su labor. Imposible pensar eso hoy. Por eso preocupa, y debe preocuparle a nuestro Alcalde, el futuro de nuestra ciudad y de los logros autonómicos, cuando él ya no esté a cargo de las cosas.
Los últimos resultados en las elecciones del Perú nos muestran que una y otra vez los latinoamericanos nos equivocamos al votar. Los jóvenes peruanos que no recuerdan el desastroso gobierno de Alan García hoy votan por él. Ni hablar del triunfo del discurso divisivo y nacionalista de Humala. No debe sorprendernos entonces, que en futuras elecciones municipales vuelvan al poder los que tanto mal le hicieron a la ciudad, los que lanzaban juguetes desde el balcón municipal mientras las madres morían asfixiadas, los que convirtieron los corredores del Municipio en guarida de pipones. Ojalá no ocurra, pero debemos estar listos para ello.
Nebot ha demostrado con su trabajo y sus logros que mientras él esté a cargo de la ciudad las cosas marcharán. Pero que no olvide que no es eterno. Que convierta al Municipio en una institución sólida y con gente preparada, y a las fundaciones de la ciudad en instituciones fuertes y autónomas a las que sea muy difícil corromper, sin importar quien ocupe el sillón de Olmedo. Que nuestro Alcalde empiece hoy mismo a ceder poder y control sobre las fundaciones, en favor de la institucionalidad e independencia que les permitirá a estas estar por encima de los intereses particulares de cualquier alcalde.
La ciudad y las autonomías avanzan. Pero estas no pueden depender de una persona. Nuestro Alcalde debe asegurarse que perdurarán y avanzarán más allá de su administración. Nadie puede garantizar que los logros de hoy continúen con el tiempo si no contamos con instituciones locales sólidas. Basta el ejemplo de la CTG para probarlo. Solo con un Municipio fuerte y sus fundaciones fuertes –que no es lo mismo que un alcalde fuerte– podremos asegurar el futuro de la ciudad y las autonomías. De lo contrario otras CTG nos estarán esperando.
jueves, abril 13, 2006
Como el sueco
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Entre tantos forwards con chistes, fotos sin censura, cursilerías, oraciones, angelitos, amenazas de castigo eterno si no reenviamos el mensaje, y promesas de una tal Foxy de largas noches de placer, recibí hace unos meses uno que me hizo reflexionar.
Era más o menos así: un latino de visita en Suecia acompañaba a su amigo sueco al trabajo. Llegaron temprano, antes que los otros trabajadores, cuando el parqueo de la empresa estaba casi vacío. Le llamó la atención al latino que el sueco se parqueara en uno de los espacios más lejanos al edificio de oficinas. Al preguntarle por qué no utilizaba un espacio más cercano, el sueco le dijo: “Como he llegado temprano, puedo darme el lujo de caminar y aun así llegar a tiempo. En cambio, mis compañeros que lleguen después tendrán más necesidad de los parqueos cercanos para entrar puntuales”.
¿Está loco nuestro amigo sueco? Acá le pondríamos una marca de idiota en la frente. ¿Parquearse lejos para dejar que los que llegan tarde ocupen los mejores parqueos? ¿Pensar en los demás antes que en uno mismo? Ninguno de nosotros haría algo semejante. Pensamos tanto en yo, yo, y yo que rara vez actuamos en base al nosotros. La historia me hizo reflexionar sobre el nivel de colaboración al que se puede llegar en una sociedad civilizada.
¿Qué tan civilizados somos nosotros? ¿Qué tanto pensamos en el bien colectivo y en nuestros vecinos? Vivimos a diario una agresividad y falta de consideración por los demás que deja mucho que desear. ¡Que no se metan conmigo, que me abran paso, que no me callen en el cine si me da la gana de contestar el celular, que me esperen para la reunión, yo me paso la cola si me da la gana, que se haga a un lado ese peatón, que cruce rápido la viejita o la atropello! Andamos todos apurados para llegar no sé adónde. La luz no cambia todavía a verde y ya estamos pitando desesperados. Todavía no salimos del ascensor y ya nos están empujando hacia adentro el grupo que intenta entrar. Terminamos de comer en un patio de comidas y dejamos todo perfectamente sucio para que lo limpie el siguiente.
El de al lado no importa. Nos preocupamos desde nuestra vereda para adentro. La basura en la calle no es cosa nuestra. La cerca de nuestra casa marca el límite de nuestra urbanidad.
No creo que lleguemos nunca a hacer lo que hace el sueco. No se puede pedir tanto. ¿Pero por qué tanta agresividad y falta de consideración? Hoy nos preocupamos más que nunca por la violencia y los robos en las calles de la ciudad. Podríamos contribuir un poco a aliviar tensiones con una actitud enfocada en el bien común en lugar de ver cómo fregamos al otro.
Como siempre la solución a nuestra conducta está en una buena educación. Pero esta va más allá de las matemáticas y geografía que aprendemos en el colegio. Esta se respira en el ambiente. Se enseña con el ejemplo.
Hace algunos años salían unos comerciales con Juanita Vallejo y un muñequito que enseñaba lo que se debía y no se debía hacer. Nos mostraban las actitudes positivas para hacer de nuestra ciudad y nuestro país un lugar civilizado donde vivir. Parece que olvidamos las lecciones. Que nos las enseñen otra vez.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Entre tantos forwards con chistes, fotos sin censura, cursilerías, oraciones, angelitos, amenazas de castigo eterno si no reenviamos el mensaje, y promesas de una tal Foxy de largas noches de placer, recibí hace unos meses uno que me hizo reflexionar.
Era más o menos así: un latino de visita en Suecia acompañaba a su amigo sueco al trabajo. Llegaron temprano, antes que los otros trabajadores, cuando el parqueo de la empresa estaba casi vacío. Le llamó la atención al latino que el sueco se parqueara en uno de los espacios más lejanos al edificio de oficinas. Al preguntarle por qué no utilizaba un espacio más cercano, el sueco le dijo: “Como he llegado temprano, puedo darme el lujo de caminar y aun así llegar a tiempo. En cambio, mis compañeros que lleguen después tendrán más necesidad de los parqueos cercanos para entrar puntuales”.
¿Está loco nuestro amigo sueco? Acá le pondríamos una marca de idiota en la frente. ¿Parquearse lejos para dejar que los que llegan tarde ocupen los mejores parqueos? ¿Pensar en los demás antes que en uno mismo? Ninguno de nosotros haría algo semejante. Pensamos tanto en yo, yo, y yo que rara vez actuamos en base al nosotros. La historia me hizo reflexionar sobre el nivel de colaboración al que se puede llegar en una sociedad civilizada.
¿Qué tan civilizados somos nosotros? ¿Qué tanto pensamos en el bien colectivo y en nuestros vecinos? Vivimos a diario una agresividad y falta de consideración por los demás que deja mucho que desear. ¡Que no se metan conmigo, que me abran paso, que no me callen en el cine si me da la gana de contestar el celular, que me esperen para la reunión, yo me paso la cola si me da la gana, que se haga a un lado ese peatón, que cruce rápido la viejita o la atropello! Andamos todos apurados para llegar no sé adónde. La luz no cambia todavía a verde y ya estamos pitando desesperados. Todavía no salimos del ascensor y ya nos están empujando hacia adentro el grupo que intenta entrar. Terminamos de comer en un patio de comidas y dejamos todo perfectamente sucio para que lo limpie el siguiente.
El de al lado no importa. Nos preocupamos desde nuestra vereda para adentro. La basura en la calle no es cosa nuestra. La cerca de nuestra casa marca el límite de nuestra urbanidad.
No creo que lleguemos nunca a hacer lo que hace el sueco. No se puede pedir tanto. ¿Pero por qué tanta agresividad y falta de consideración? Hoy nos preocupamos más que nunca por la violencia y los robos en las calles de la ciudad. Podríamos contribuir un poco a aliviar tensiones con una actitud enfocada en el bien común en lugar de ver cómo fregamos al otro.
Como siempre la solución a nuestra conducta está en una buena educación. Pero esta va más allá de las matemáticas y geografía que aprendemos en el colegio. Esta se respira en el ambiente. Se enseña con el ejemplo.
Hace algunos años salían unos comerciales con Juanita Vallejo y un muñequito que enseñaba lo que se debía y no se debía hacer. Nos mostraban las actitudes positivas para hacer de nuestra ciudad y nuestro país un lugar civilizado donde vivir. Parece que olvidamos las lecciones. Que nos las enseñen otra vez.
miércoles, abril 12, 2006
Revista la U - Abril 2006
Ya está circulando la U de Abril!
En esta edición:
- Ilfn Florsheim: la mujer detrás de un extraño nombre.
- Bloggeando: Blogs Made in Ecuador.
- Cheerleading: mucho más que falditas cortas.
- Reviews de esto y lo otro.
- Top 10: Cosas que debes saber sobre la U.
- Las playas de Esmeraldas.
- El lUk en Boa Lua Café Lounge.
- Anécdota: Máncora Trip.
- Noticias de por allá: Actuando la vida universitaria en Boston College.
- Noticias de tu U. en la circular.
- TramitUlogía.
- El cuestionariU a Sonnia de Chavarría, rectora del ITSU.
- Gánate membresía al Hyper Gym, explorando la ciudad.
...y mucho más.
Para mayor información o publicidad escríbeme a manueligomez@yahoo.com. Para colaborar con artículos, fotos, ideas o comentarios escríbenos a revistalau@yahoo.com.
En esta edición:
- Ilfn Florsheim: la mujer detrás de un extraño nombre.
- Bloggeando: Blogs Made in Ecuador.
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- Reviews de esto y lo otro.
- Top 10: Cosas que debes saber sobre la U.
- Las playas de Esmeraldas.
- El lUk en Boa Lua Café Lounge.
- Anécdota: Máncora Trip.
- Noticias de por allá: Actuando la vida universitaria en Boston College.
- Noticias de tu U. en la circular.
- TramitUlogía.
- El cuestionariU a Sonnia de Chavarría, rectora del ITSU.
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...y mucho más.
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jueves, abril 06, 2006
Antigringos
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Bush se ha ganado olímpicamente el odio e irrespeto de millones de personas alrededor del mundo. Muchas de ellas, en nuestro país, protestan hoy contra el TLC. El TLC se vuelve una excusa para atacar a Estados Unidos, el Darth Vader de la película internacional.
Para el creciente grupo anti Estados Unidos el tema de fondo no es si el TLC es bueno o malo para el país, o cómo resolver el tema de la Oxy. El asunto es sencillo: Bush malo = Estados Unidos malo = multinacionales gringas malas = TLC malo. Si el tratado fuese con la Unión Europea, China o quien sea, seguro casi nadie saldría a protestar. Los europeos y los chinos nos caen bien (por ahora). Pero los gringos desgraciados, que nos viven negando la visa todos estos años, merecen nuestro frontal rechazo.
A mí personalmente me disgusta Bush. Dirige un gobierno plagado de decisiones erradas, improvisaciones, meteduras de pata, hipocresía, y una sangrienta guerra a nombre de dudosos intereses. Me molesta el gobierno de Bush. Pero el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos es una oportunidad que no podemos dejar pasar.
No voy a oponerme a vender más a nuestro principal socio comercial solo porque su presidente es incompetente. No voy a juzgar a los empresarios gringos con quienes haremos más negocios solo por quien ocupa temporalmente la Casa Blanca. Si a los habitantes de un país se los juzga por sus presidentes, no quiero ni saber cómo nos ven a los ecuatorianos. Pobre de nuestra reputación e imagen. Si ser equiparado a Bush es malo, serlo a un Abdalá, Lucio o Palacio es realmente aterrador.
Está de moda levantar la bandera antiyanqui. Y para esto contamos con el apoyo de Chávez y sus petrodólares. Un reciente reportaje del New York Times estima que el gobierno de Chávez gasta alrededor de 3 mil millones de dólares al año en ayuda y contribuciones a sus vecinos. Chávez compra bonos a Argentina, vende petróleo barato a los países del Caribe, envía cerca de 100.000 barriles diarios a Cuba a cambio de médicos y otros servicios, provee gasolina con un 40% de descuento a los habitantes pobres del Bronx, en Nueva York, y hasta auspicia a una de las escuelas de samba en el Carnaval de Río. ¡Cómo no querer a Chávez y unirse a su cruzada antigringa! Si bien el Presidente venezolano está en todo su derecho de ayudar a nuestros países, como lo hacen los países desarrollados, ¿acaso no tiene suficientes problemas y miseria casa adentro como para repartir billetes con olor a gasolina, vanidad y propaganda por toda América Latina?
Muchos que se oponen al TLC lo hacen en todo su derecho tras un análisis serio del mismo. Lastimosamente vemos cada vez más a esta masa antiyanqui liderando las voces contra el tratado. Dudo que mediten su postura y diferencien al Gobierno de Estados Unidos del tratado comercial. Queda esperar que el Gobierno gringo intente recuperar su popularidad perdida. Que nuestro Presidente y el siguiente no se dejen llevar por este sentimiento antiyanqui que tiene mucho de pasión e irracionalidad, y muy poco de cabeza. Y que sepan consolidar responsablemente la relación entre ambos países.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Bush se ha ganado olímpicamente el odio e irrespeto de millones de personas alrededor del mundo. Muchas de ellas, en nuestro país, protestan hoy contra el TLC. El TLC se vuelve una excusa para atacar a Estados Unidos, el Darth Vader de la película internacional.
Para el creciente grupo anti Estados Unidos el tema de fondo no es si el TLC es bueno o malo para el país, o cómo resolver el tema de la Oxy. El asunto es sencillo: Bush malo = Estados Unidos malo = multinacionales gringas malas = TLC malo. Si el tratado fuese con la Unión Europea, China o quien sea, seguro casi nadie saldría a protestar. Los europeos y los chinos nos caen bien (por ahora). Pero los gringos desgraciados, que nos viven negando la visa todos estos años, merecen nuestro frontal rechazo.
A mí personalmente me disgusta Bush. Dirige un gobierno plagado de decisiones erradas, improvisaciones, meteduras de pata, hipocresía, y una sangrienta guerra a nombre de dudosos intereses. Me molesta el gobierno de Bush. Pero el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos es una oportunidad que no podemos dejar pasar.
No voy a oponerme a vender más a nuestro principal socio comercial solo porque su presidente es incompetente. No voy a juzgar a los empresarios gringos con quienes haremos más negocios solo por quien ocupa temporalmente la Casa Blanca. Si a los habitantes de un país se los juzga por sus presidentes, no quiero ni saber cómo nos ven a los ecuatorianos. Pobre de nuestra reputación e imagen. Si ser equiparado a Bush es malo, serlo a un Abdalá, Lucio o Palacio es realmente aterrador.
Está de moda levantar la bandera antiyanqui. Y para esto contamos con el apoyo de Chávez y sus petrodólares. Un reciente reportaje del New York Times estima que el gobierno de Chávez gasta alrededor de 3 mil millones de dólares al año en ayuda y contribuciones a sus vecinos. Chávez compra bonos a Argentina, vende petróleo barato a los países del Caribe, envía cerca de 100.000 barriles diarios a Cuba a cambio de médicos y otros servicios, provee gasolina con un 40% de descuento a los habitantes pobres del Bronx, en Nueva York, y hasta auspicia a una de las escuelas de samba en el Carnaval de Río. ¡Cómo no querer a Chávez y unirse a su cruzada antigringa! Si bien el Presidente venezolano está en todo su derecho de ayudar a nuestros países, como lo hacen los países desarrollados, ¿acaso no tiene suficientes problemas y miseria casa adentro como para repartir billetes con olor a gasolina, vanidad y propaganda por toda América Latina?
Muchos que se oponen al TLC lo hacen en todo su derecho tras un análisis serio del mismo. Lastimosamente vemos cada vez más a esta masa antiyanqui liderando las voces contra el tratado. Dudo que mediten su postura y diferencien al Gobierno de Estados Unidos del tratado comercial. Queda esperar que el Gobierno gringo intente recuperar su popularidad perdida. Que nuestro Presidente y el siguiente no se dejen llevar por este sentimiento antiyanqui que tiene mucho de pasión e irracionalidad, y muy poco de cabeza. Y que sepan consolidar responsablemente la relación entre ambos países.
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