Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
En la época de colegio nos encantaban las huelgas y protestas. Esperábamos emocionados el noticiario solo para escuchar que “mañana se suspenden las clases en todos los establecimientos educativos...”. Música para nuestros oídos. Los maestros de la UNE, los indígenas, y todos esos señores que se dedicaban a hacer bulla, quemar llantas y bloquear carreteras eran nuestros mejores aliados. Que el país se hundiera o nuestros papás se quejaran era secundario. Mañana hay huelga, mañana no hay clases, mañana jugaremos.
Lástima que no podemos festejar eternamente los paros y protestas. Ahora varios indígenas bloquean carreteras para reclamar contra el TLC, la Oxy y cualquier cosa por las que les digan que deben protestar. Y el Gobierno, que ha demostrado una gran capacidad para conceder favores al que más grita, permite que bloqueen carreteras, generen caos y se pierdan millones de dólares.
Dudo mucho que quienes protestan sepan con claridad por qué lo hacen. Si nos dicen que el TLC es malo, malo ha de ser y por eso hay que quemar llantas. Luis Macas, presidente de la Conaie, dice que el TLC representa, entre otras cosas, una amenaza a nuestra “soberanía alimentaria”. ¡Por favor! ¿Desde cuándo es una amenaza importar alimentos más baratos y exportar más de nuestros productos? El término “soberanía” funciona para convencer a cualquiera con ganas de protestar. Queremos ser tan soberanos como la Cuba de Fidel donde nadie tiene hambre, todos tienen doctorados y nadie quiere huir a Florida. Este “patriótico” discurso sobre soberanía suena más a deseos de protagonismo y campaña electoral de la Conaie que a protesta legítima.
Hay momentos y razones para necesarias e impostergables protestas. ¿Pero quemar llantas contra el TLC? Los sectores que sienten que no podrán competir y que perderán con el TLC están en su derecho de exponer sus problemas, negociar protecciones y hacer todo el lobbying que deseen. Pero de eso a bloquear carreteras y el progreso de este país hay una gran diferencia.
Es fácil protestar. Recuerdo mi primera protesta. Estábamos en el colegio y arrancaba el Mundial del noventa. Los muy injustos curas pretendían dictar clase mientras en Italia se jugaba el partido inaugural. Ante tal abuso salimos a protestar frente a la oficina del rector, coreando en una sola voz “queremos Mundial, queremos Mundial”. El rector cedió ante el clamor popular. ¡Se hizo justicia! Se suspendieron las clases por el día y todos vimos jugar a Argentina. Fue fácil protestar por nuestro “derecho” a vagar, lo difícil era quedarse a estudiar y trabajar.
Hoy nuestros bloqueadores de carreteras hacen lo mismo: protestar por el gusto de protestar para exigir supuestos derechos. Es fácil protestar. Lo difícil es producir, trabajar responsablemente, crear empleo, e invertir en este país para generar la justicia, igualdad, libertad y oportunidades, por las que tantas llantas se queman.
Con su casi subterránea popularidad, Palacio tiene poco que perder y mucho que hacerle ganar al país. Que aproveche el momento, se ponga firme, se ajuste el cinturón que hoy tiene flojo y no conceda espacios a protestas irresponsables. Que llegue sin miedo al TLC y ejecute las acciones que el país necesita. Que a diferencia de quienes hoy protestan irresponsablemente, él sí haga lo difícil, lo responsable, lo correcto.
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