jueves, marzo 09, 2006

El gusto de escribir

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador


Cumplo un año escribiendo esta columna. En este tiempo han pasado muchas cosas en el país, pero al mismo tiempo no ha sucedido nada. Hace un año, por ejemplo, nos quejábamos del Presidente y la Corte Suprema. Hoy nos seguimos quejando de ambos, aunque tengan otras caras y otros nombres. Cambian algunos actores, pero la película nacional sigue tristemente igual. Solo nuestra forzada ilusión de que el próximo presidente será mejor nos trae ciertas esperanzas de un cambio.



Escribir permite desahogarse. Unos le gritan al televisor, otros se dan contra la pared, en mi caso puedo descargarme en un papel. El gusto de escribir aumenta con cada e-mail que recibo de los lectores. Los mensajes de apoyo me dejan claro que uno nunca está solo en lo que piensa. También las críticas me enseñan que nuestras diferencias están solo en la forma, pues en el fondo queremos lo mismo: un país mejor. Quienes viven fuera son los que más escriben, como si la página editorial fuera su conexión con el país que dejaron. Sus historias y mensajes me muestran ese Ecuador puertas afuera que trabaja mucho y extraña más.

Las felicitaciones y aprobaciones a esta columna siempre son agradables y constructivas. Pero las críticas y confrontaciones enseñan y enriquecen incluso más. Aquí unos pocos e-mail de este primer año que han quedado en mi memoria y que he rescatado de mi computadora:

Un capitán de la Armada en respuesta a un artículo que escribí en contra de los privilegios de las Fuerzas Armadas y a favor del desarrollo turístico de la Base de Salinas me advirtió: “...voy a pedir… que se impida su ingreso [a la Base de Salinas] y me encargaré personalmente de hacerlo. Somos leales hasta la muerte con nuestros amigos, pero también a nuestros enemigos los seguimos como perro en desierto”. Por lo visto estaba algo enojado ese lector de que me meta con las Fuerzas Armadas.

Otro e-mail, en esta categoría de los indignados, expresaba ante un artículo algo sentimental y personal que escribí “...nosotros no tenemos por qué soportar estas meloserías, dedíquese ya que intenta ser analista a comentar sobre nuestra situación política o social… ilústrese para que no tenga que recurrir a estúpidas cursilerías”. Ante el mismo artículo, otro lector en cambio escribió: “Con mucho sentimiento y verdad, esas letras pusieron lágrimas en mis ojos”. Por lo visto las cursilerías para unos son verdades que conmueven a otros. ¡Nada como las lágrimas o la piel de gallina en el lector como signo de aprobación!



Son muchos y variados los comentarios, sugerencias y bofetadas de los lectores que han enriquecido mi primer año en EL UNIVERSO. Gracias por el apoyo, las historias compartidas, los comentarios y las críticas. Estos solo confirman que hay mucho que decir y que no queremos ni podemos quedarnos callados.

Lo que escribía hace un año se puede repetir casi idéntico hoy. Solo habría que cambiar ciertos nombres de los personajes. El país no avanza. Pero sigue la esperanza. La esperanza de poder escribir más sobre el progreso que empezamos a vivir, y menos sobre los mismos problemas de ayer. Si bien escribir esta columna no cambia las cosas, al menos puede ayudar a pensar un poco. Y quién sabe, con algo de suerte, puede hacer que algún político en algún momento importante tome mejores decisiones.

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