Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Hace un año escribí sobre nuestra peligrosa y vergonzosa carretera a la costa. Se acerca un nuevo carnaval, y este monumento a la ineficiencia sigue tan peligroso como antes. Y como si los puentes sin construir y los obstáculos mortales no fueran suficientes, los conductores creamos más caos. Algo parecido a lo que sucede en nuestro país tan lleno de barreras. En lugar de facilitar las cosas, podemos añadir problemas. He aquí algunos de los responsables:
El sabido: El sabido avanza porque avanza. El resto de vehículos no importa. Suele conducir un cuatro por cuatro o un bus. Maneja a toda velocidad e impone su tamaño para abrirse espacio. En la noche, el sabido utiliza las luces intensas. ¡Qué importa que el resto se encandelille mientras yo vea bien! Para el sabido cualquier espacio libre en el camino es transitable. Por eso cuando se forman embotellamientos, no tiene inconveniente en conducir por la tierra junto al carretero, sin importar el caos y la nube de polvo que genera. En el día a día, el sabido es el clásico sinvergüenza. Aplica su lema de la carretera a los negocios y la política: yo avanzo aunque tenga que fregar al resto.
El ignorante: No todos los que crean caos en la carretera lo hacen a propósito. Muchos son víctimas de la falta de educación. El ignorante detiene el tránsito desconociendo que el carril izquierdo es para rebasar, y no para pasearse a 50 km/h. Cuando uno le hace luces desde atrás para que se cambie de carril ni se inmuta. Una buena campaña de comunicación haría que muchos ignorantes dejen de serlo. Pero nadie invierte en ellos. Igual sucede fuera de la carretera. Un sistema educativo decadente les negó el conocimiento y los condenó a conducir por el carril equivocado de la vida, mientras el progreso les hace luces y los pasa de largo.
La víctima: Las víctimas somos quienes sufrimos los actos de los sabidos, los ignorantes y de nuestra falta de acción. Somos la mayoría. Manejamos por nuestro carril y seguimos las leyes mientras los sabidos nos hacen a un lado y los ignorantes bloquean el camino. Conducimos a la defensiva y solo nos preocupamos por llegar sin molestar. Muchas víctimas deciden no volver al carretero ante tanto desorden. Igual que inversionistas que deciden no meter ni un centavo más en el país, o el hombre trabajador que decide emigrar ante tantas trabas para producir. Las víctimas nos pasamos quejando de los sabidos y los ignorantes. Al comienzo nos proponemos hacer algo para cambiar las cosas. Pero a la mitad del camino nos resignamos y dejamos que los sabidos y los ignorantes tomen el poder.
El Gobierno es culpable del mal estado de la carretera nacional, pero nosotros somos culpables de convertirla en un camino menos transitable. Los sabidos y los ignorantes son la minoría, pero causan suficiente caos para que nos provoque largarnos. Solo enfrentando a los primeros e invirtiendo en la educación de todos, el resto de conductores, que somos la mayoría, llegaremos tranquilos y en poco tiempo a ese destino de bienestar y progreso que seguimos. Mientras tanto, enseñemos con el ejemplo, en lugar de seguir al sabido que tomó un atajo fuera del camino.
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