Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
En el 2005 se fue un coronel incompetente y vino un doctor ineficiente a calentar el sillón de Carondelet. Los diputados trabajaron para sus bolsillos y los jefes de sus partidos. Los corruptos y sinvergüenzas hicieron su agosto todo el año. Emigrantes desesperados murieron en el mar buscando oportunidades en tierras más libres y justas. Nos quedamos sin Corte y sin justicia, para terminar con Corte, esperando la justicia. Año de incompetencia, corrupción y desesperación.
Pero también en el 2005 clasificamos al Mundial y empezamos a soñar en alemán. Jefferson cruzó primero la meta en Helsinki. Miles de niños aprendieron a leer y escribir, corrieron felices y metieron más de un golazo. Empresarios generaron empleo. Médicos curaron enfermos. Albañiles e ingenieros construyeron. Periodistas reportaron. Bailarinas bailaron. Vendedores vendieron. Profesoras enseñaron. Y miles de familias se sentaron a la mesa a comer en paz. Año de triunfos, emociones y victorias cotidianas.
En el 2005, un populista Chávez vendió falsos sueños financiados con petróleo. Un limitado Bush siguió llevando a su país y al mundo por el camino equivocado. Los disturbios en las calles de Francia abrieron los ojos a una Europa que busca su identidad. Y en Iraq, la muerte y el dolor continuaron en una guerra basada en engaños. Año de populismo, falsas ilusiones y estupideces.
También en el 2005 avanzamos, aunque a paso lento, hacia un TLC y el progreso. Los alcaldes de Quito y Guayaquil hicieron un buen trabajo, aunque pueden mejorarlo. Y varios ciudadanos acostumbrados a ver la historia por televisión esta vez se han levantado, piden un cambio y están dispuestos a hacer algo. Año de avances, acción y expectativas.
En el 2005 nacieron nuevos niños y nuevas promesas en el mundo. Fueron más, muchísimas más, las manos que trabajaron y ayudaron que las que apretaron un gatillo. Y más los labios que besaron y dijeron te quiero, que los que insultaron y maldijeron. En este 2005 cada uno de nosotros tuvo cientos de buenas historias, risas y sonrisas, a pesar de las tristezas pasajeras, las amarguras y las lágrimas por quienes ya no estarán con nosotros este Año Nuevo.
En el 2005 empecé a escribir esta columna. Recibí mis primeros e-mails con insultos y también con frases emotivas, de esas que ponen la piel de gallina. Y fue en este 2005 cuando una mujer muy linda me hizo feliz diciendo que sí, en la salud, la enfermedad y todo lo demás. Y junto a ella, cada mañana descubro que a pesar de la corrupción, los escándalos, los abusos y las estupideces que vivimos a diario, se puede ser feliz en este país, y se puede salir adelante cuando el Estado no mete sus narices donde no debe y nos deja trabajar en libertad.
Las manecillas del reloj se acercarán a las doce y al final del 2005. Quemaremos el año viejo llenando de camaretas sus cachetes, su ojo de vidrio, su enciclopedia, sus baches faciales, su estetoscopio, sus brazos levantados. Y cinco, cuatro, nos abrazaremos, brindaremos... y tres, dos, recordaremos a los que se fueron... y uno, celebraremos por un feliz Año Nuevo que nos traiga amor, salud, dinero, felicidad y un país que camine y que corra si es posible.
jueves, diciembre 29, 2005
jueves, diciembre 22, 2005
En esta Navidad
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
John Lennon, que hace veinticinco años dejó para siempre las calles de Nueva York, escribió una de las canciones de Navidad más lindas. La canción –Feliz Navidad (la guerra terminó)– dice más o menos: “Esto es Navidad/¿y qué hemos hecho?… Feliz Navidad/para los negros y los blancos/los amarillos y los rojos/qué tal si dejamos de pelear… Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo/esperemos que sea uno bueno/sin ningún tipo de miedo”.
Cuando cantaba Lennon esa canción, a inicios de los setenta, la guerra acababa, pero el miedo seguía latente. Y nunca se fue del todo. El miedo a ataques terroristas, miedo a la pobreza y el desempleo, miedo a enfermedades incurables, miedo a desastres naturales y, sobre todo, miedo a políticos y líderes destructivos. Ellos, los fundamentalistas y dueños de la verdad, pueden opacar navidades y destruir más sueños que cualquier huracán o terremoto.
Lennon era un gran soñador que nos invitó a imaginar un mundo mejor sin países ni religiones, con la gente viviendo y compartiendo en paz. En Navidad, como Lennon, somos más positivos y también nos da por soñar. El sentimiento de la Navidad tiene esa fuerza capaz de ver más allá de credos y enredos, más allá del dinero y los bolsillos vacíos, más allá de la sopa aguada y el país que no avanza, más allá de las guerras y el fundamentalismo de Bush y Osama.
Y a pesar del caos, los robos y el tráfico, y de que en lugar de chimeneas, nieve y mejillas coloradas tenemos rejas, calor y sudor en la cara, en Navidad recuperamos algo de esa fantasía de cuando teníamos 5 años. Y creemos, o queremos creer, que la paz, la armonía, la felicidad y todas esas cosas que dicen las tarjetas de Hallmark se cumplirán en estos días y en el año que viene.
Pero la Navidad también nos despierta a la triste realidad de un país con sectores donde Papá Noel no se atreve a entrar. En este país de políticos mafiosos y corrupción impregnada, los niños pidiendo limosna en cada semáforo nos recuerdan que los centros comerciales repletos de gente hasta medianoche son un privilegio de pocos. Que en la mayoría de familias, Papá Noel ecuatoriano con suerte conseguirá un regalito que no cueste más de cinco.
La pobreza y el miedo son culpa de todos, pero sobre todo son culpa de unos pocos que por años y años han monopolizado la política del país y han impedido que Papá Noel nos visite en diciembre. Por eso, esta Navidad, con el optimismo y los sueños de John Lennon, yo solo le pido a Papá Noel, el Niño Dios, los Reyes Magos o quien nos quiera escuchar que, por el bien de todos, esos pocos se vayan y a partir del próximo año permitan con su ausencia el cambio. Si nos dan ese regalo, esas frases de esperanza y felicidad que tanto repetimos en estos días saldrán de las tarjetas y las canciones y se convertirán en una realidad para la mayoría. Mientras tanto, igual seguimos soñando, diciendo feliz Navidad y todo lo demás.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
John Lennon, que hace veinticinco años dejó para siempre las calles de Nueva York, escribió una de las canciones de Navidad más lindas. La canción –Feliz Navidad (la guerra terminó)– dice más o menos: “Esto es Navidad/¿y qué hemos hecho?… Feliz Navidad/para los negros y los blancos/los amarillos y los rojos/qué tal si dejamos de pelear… Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo/esperemos que sea uno bueno/sin ningún tipo de miedo”.
Cuando cantaba Lennon esa canción, a inicios de los setenta, la guerra acababa, pero el miedo seguía latente. Y nunca se fue del todo. El miedo a ataques terroristas, miedo a la pobreza y el desempleo, miedo a enfermedades incurables, miedo a desastres naturales y, sobre todo, miedo a políticos y líderes destructivos. Ellos, los fundamentalistas y dueños de la verdad, pueden opacar navidades y destruir más sueños que cualquier huracán o terremoto.
Lennon era un gran soñador que nos invitó a imaginar un mundo mejor sin países ni religiones, con la gente viviendo y compartiendo en paz. En Navidad, como Lennon, somos más positivos y también nos da por soñar. El sentimiento de la Navidad tiene esa fuerza capaz de ver más allá de credos y enredos, más allá del dinero y los bolsillos vacíos, más allá de la sopa aguada y el país que no avanza, más allá de las guerras y el fundamentalismo de Bush y Osama.
Y a pesar del caos, los robos y el tráfico, y de que en lugar de chimeneas, nieve y mejillas coloradas tenemos rejas, calor y sudor en la cara, en Navidad recuperamos algo de esa fantasía de cuando teníamos 5 años. Y creemos, o queremos creer, que la paz, la armonía, la felicidad y todas esas cosas que dicen las tarjetas de Hallmark se cumplirán en estos días y en el año que viene.
Pero la Navidad también nos despierta a la triste realidad de un país con sectores donde Papá Noel no se atreve a entrar. En este país de políticos mafiosos y corrupción impregnada, los niños pidiendo limosna en cada semáforo nos recuerdan que los centros comerciales repletos de gente hasta medianoche son un privilegio de pocos. Que en la mayoría de familias, Papá Noel ecuatoriano con suerte conseguirá un regalito que no cueste más de cinco.
La pobreza y el miedo son culpa de todos, pero sobre todo son culpa de unos pocos que por años y años han monopolizado la política del país y han impedido que Papá Noel nos visite en diciembre. Por eso, esta Navidad, con el optimismo y los sueños de John Lennon, yo solo le pido a Papá Noel, el Niño Dios, los Reyes Magos o quien nos quiera escuchar que, por el bien de todos, esos pocos se vayan y a partir del próximo año permitan con su ausencia el cambio. Si nos dan ese regalo, esas frases de esperanza y felicidad que tanto repetimos en estos días saldrán de las tarjetas y las canciones y se convertirán en una realidad para la mayoría. Mientras tanto, igual seguimos soñando, diciendo feliz Navidad y todo lo demás.
miércoles, diciembre 21, 2005
Revista la U - Diciembre 2005
Ya está circulando la U de Diciembre!
En esta edición:
- Conociendo a Cholomachine.
- Reviews de cine, CD, arte, libro y más.
- Reportaje: Corrida de Toros ¿Arte o Tortura?
- el lUk en la biblioteca de la UEES.
- Anécdota: Escapando de Katrina.
- ¿Cómo evitar el chuchaqui moral?
- Noticias de tu U.
- CuestionariU a Carlos Ortega, Rector de la UEES.
- Gánate un iPOD nano, explorando la ciudad!!!
...y mucho más.
Para mayor información o publicidad escríbeme a manueligomez@yahoo.com. Para colaborar con artículos, fotos, ideas o comentarios escríbenos a revistalau@yahoo.com.
En esta edición:
- Conociendo a Cholomachine.
- Reviews de cine, CD, arte, libro y más.
- Reportaje: Corrida de Toros ¿Arte o Tortura?
- el lUk en la biblioteca de la UEES.
- Anécdota: Escapando de Katrina.
- ¿Cómo evitar el chuchaqui moral?
- Noticias de tu U.
- CuestionariU a Carlos Ortega, Rector de la UEES.
- Gánate un iPOD nano, explorando la ciudad!!!
...y mucho más.
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jueves, diciembre 15, 2005
Votos por camisetas
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Termina el 2005 y empieza un año electoral. Año en que los candidatos y los que aspiran a serlo en secreto callan lo que piensan y gritan lo que la gente quiere oír. Ya empiezan a desfilar por la televisión esquivando preguntas, repitiendo eslóganes y vendiendo promesas a la mayoría desinformada que acudirá obligada a votar.
Las ideologías políticas de nuestros partidos y candidatos son tan confusas como las aguas de tamarindo que vende el Chavo del Ocho, que parecen de limón pero saben a coco. Aquí no hay partidos de derecha, izquierda o centro. Simplemente son partidos con aspiraciones al poder. Y para llegar al poder adoptarán la posición que más convenga. Si la mayoría del país se opone al TLC, entonces yo también, aunque en privado lo alabe. Si los votantes no quieren la privatización del seguro social, yo tampoco. El juego político exige callar soluciones realistas a nuestros males, para caer en la populista oferta de casas con jardín para todos.
El otro día conversaba con un amigo colombiano de visita en el país. Hablamos de cómo, a pesar de los problemas de la guerrilla y el narcotráfico, Colombia ha tenido una madurez y continuidad política digna de admirar. La popularidad de su presidente no tiene comparación en Latinoamérica, y las instituciones del Estado funcionan en relación a las de sus vecinos.
Mi amigo me decía que en Colombia nunca habrá un presidente populista por una sencilla razón: el voto voluntario. En Colombia el voto voluntario se traduce en una votación más meditada y responsable. Mientras más educación tiene una persona, más acude a votar. Nuestros vecinos de arriba gozan del principio básico de una verdadera democracia: el derecho a que vote quien quiera votar. Al que no le interesa quién lo gobernará se puede quedar en su casa viendo el fútbol.
Es más fácil ofrecer casas para todos que explicar un plan de gobierno responsable
que nos saque adelante. Por ello, la propuesta del voto voluntario difícilmente saldrá de nuestros partidos, acostumbrados a intercambiar votos por camisetas y promesas imposibles. Con el voto voluntario acudirían a votar mayoritariamente quienes sí tienen un interés en el proceso electoral, es decir, quienes se han informado sobre los candidatos. Así, se verían en problemas los candidatos acostumbrados a ganar tocando la fibra emocional de la mayoría desinformada. Y, en cambio, tendría opción quien demuestre seriedad y presente una propuesta de gobierno.
Como van las cosas, el 2006 nos trae nuevas promesas de borracho que se olvidan al día siguiente. Si algún candidato apoya el TLC, la privatización de la seguridad social y otros parásitos estatales, el fin del subsidio al gas, la reducción del Estado, la disciplina fiscal, entre otras posturas y soluciones, deberá callarlo o disimularlo. Aceptar sus posiciones, más allá de ser las acertadas, significaría su muerte política.
El voto obligatorio detendrá nuevamente a los candidatos con soluciones para impulsar a candidatos improvisados, como Lucio, vendedores de sueños y emociones. El voto voluntario no es ninguna receta mágica para lograr buenos gobernantes. Pero, al menos, exigiría a los candidatos presentar más planes y soluciones concretas y menos camisetas y maquetas de casas para ganar los votos de quienes voluntariamente rayarían la papeleta.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Termina el 2005 y empieza un año electoral. Año en que los candidatos y los que aspiran a serlo en secreto callan lo que piensan y gritan lo que la gente quiere oír. Ya empiezan a desfilar por la televisión esquivando preguntas, repitiendo eslóganes y vendiendo promesas a la mayoría desinformada que acudirá obligada a votar.
Las ideologías políticas de nuestros partidos y candidatos son tan confusas como las aguas de tamarindo que vende el Chavo del Ocho, que parecen de limón pero saben a coco. Aquí no hay partidos de derecha, izquierda o centro. Simplemente son partidos con aspiraciones al poder. Y para llegar al poder adoptarán la posición que más convenga. Si la mayoría del país se opone al TLC, entonces yo también, aunque en privado lo alabe. Si los votantes no quieren la privatización del seguro social, yo tampoco. El juego político exige callar soluciones realistas a nuestros males, para caer en la populista oferta de casas con jardín para todos.
El otro día conversaba con un amigo colombiano de visita en el país. Hablamos de cómo, a pesar de los problemas de la guerrilla y el narcotráfico, Colombia ha tenido una madurez y continuidad política digna de admirar. La popularidad de su presidente no tiene comparación en Latinoamérica, y las instituciones del Estado funcionan en relación a las de sus vecinos.
Mi amigo me decía que en Colombia nunca habrá un presidente populista por una sencilla razón: el voto voluntario. En Colombia el voto voluntario se traduce en una votación más meditada y responsable. Mientras más educación tiene una persona, más acude a votar. Nuestros vecinos de arriba gozan del principio básico de una verdadera democracia: el derecho a que vote quien quiera votar. Al que no le interesa quién lo gobernará se puede quedar en su casa viendo el fútbol.
Es más fácil ofrecer casas para todos que explicar un plan de gobierno responsable
que nos saque adelante. Por ello, la propuesta del voto voluntario difícilmente saldrá de nuestros partidos, acostumbrados a intercambiar votos por camisetas y promesas imposibles. Con el voto voluntario acudirían a votar mayoritariamente quienes sí tienen un interés en el proceso electoral, es decir, quienes se han informado sobre los candidatos. Así, se verían en problemas los candidatos acostumbrados a ganar tocando la fibra emocional de la mayoría desinformada. Y, en cambio, tendría opción quien demuestre seriedad y presente una propuesta de gobierno.
Como van las cosas, el 2006 nos trae nuevas promesas de borracho que se olvidan al día siguiente. Si algún candidato apoya el TLC, la privatización de la seguridad social y otros parásitos estatales, el fin del subsidio al gas, la reducción del Estado, la disciplina fiscal, entre otras posturas y soluciones, deberá callarlo o disimularlo. Aceptar sus posiciones, más allá de ser las acertadas, significaría su muerte política.
El voto obligatorio detendrá nuevamente a los candidatos con soluciones para impulsar a candidatos improvisados, como Lucio, vendedores de sueños y emociones. El voto voluntario no es ninguna receta mágica para lograr buenos gobernantes. Pero, al menos, exigiría a los candidatos presentar más planes y soluciones concretas y menos camisetas y maquetas de casas para ganar los votos de quienes voluntariamente rayarían la papeleta.
martes, diciembre 06, 2005
viernes, diciembre 02, 2005
Reportaje en el Expreso del lanzamiento de la U
Presentación de revista La U
La comunidad universitaria cuenta con su propia revista la que se dio a conocer ante una selecta concurrencia en el restaurante Red Peppers. El director Manuel Ignacio Gómez y Pili Piana, editora general, hicieron el lanzamiento de la publicación que contiene artículos de opinión, reportajes, comentarios de cine, música, arte, deportes, entrevistas, humor, crónica, reseñas de bares, restaurantes, discotecas y tiendas, etc. La U, circulará gratuitamente en las universidades y para los alumnos de sextos cursos de los colegios. Además, participará en la realización de foros, conferencias y otros eventos.
La comunidad universitaria cuenta con su propia revista la que se dio a conocer ante una selecta concurrencia en el restaurante Red Peppers. El director Manuel Ignacio Gómez y Pili Piana, editora general, hicieron el lanzamiento de la publicación que contiene artículos de opinión, reportajes, comentarios de cine, música, arte, deportes, entrevistas, humor, crónica, reseñas de bares, restaurantes, discotecas y tiendas, etc. La U, circulará gratuitamente en las universidades y para los alumnos de sextos cursos de los colegios. Además, participará en la realización de foros, conferencias y otros eventos.
Reportaje en El Universo sobre el lanzamiento de revista la U
Revista La U, una opción para los universitarios
Diciembre 02, 2005
Artículos y reportajes para entretener e informar propone la nueva revista para los universitarios, La U, que se presentó la noche del pasado martes en el restaurante Red Peppers.
Manuel Ignacio Gómez, su director general, indicó que la revista, cuya publicación será mensual, “contiene temas sobre orientación, cultura, humor, moda, un cuestionario a autoridades de las universidades, oportunidades de trabajo, clasificados y más”.
En la edición general de la revista está Pilar Piana y la directora de arte es Jazmín Erazo. El grupo de redacción lo integran estudiantes voluntarios. Se tratará de buscar un equipo de trabajo permanente, comenta Gómez.
Explica que los alumnos de comunicación social pueden escribir en la revista y asumir ese trabajo como una pasantía, pero los estudiantes de otras carreras también pueden acceder a ella con sus artículos.
Piana señala que el lema de la revista es Grita. Reclama. Opina. Infórmate. Diviértete. Relájate. Y Gómez acota que La U “es una ventana de los descubrimientos de los jóvenes en la etapa universitaria”.
La revista se entregará gratuitamente en las universidades de la ciudad. También se tiene previsto repartirla en varios colegios, porque –manifiesta Gómez– los alumnos de bachillerato empezarán a sentir las inquietudes de los universitarios cuando egresen del colegio.
En la primera edición de la revista, que corresponde a noviembre, consta una entrevista al periodista deportivo Andrés Guschmer; una sesión de moda con María Antonieta Tanús, vicerreina de Guayaquil; un cuestionario de preguntas a Marcia Gilbert de Babra, concejala y rectora de la Universidad Casa Grande; y otros artículos.
Quienes deseen escribir notas y reportajes pueden hacerlo a revistalau@yahoo.com.
Diciembre 02, 2005
Artículos y reportajes para entretener e informar propone la nueva revista para los universitarios, La U, que se presentó la noche del pasado martes en el restaurante Red Peppers.
Manuel Ignacio Gómez, su director general, indicó que la revista, cuya publicación será mensual, “contiene temas sobre orientación, cultura, humor, moda, un cuestionario a autoridades de las universidades, oportunidades de trabajo, clasificados y más”.
En la edición general de la revista está Pilar Piana y la directora de arte es Jazmín Erazo. El grupo de redacción lo integran estudiantes voluntarios. Se tratará de buscar un equipo de trabajo permanente, comenta Gómez.
Explica que los alumnos de comunicación social pueden escribir en la revista y asumir ese trabajo como una pasantía, pero los estudiantes de otras carreras también pueden acceder a ella con sus artículos.
Piana señala que el lema de la revista es Grita. Reclama. Opina. Infórmate. Diviértete. Relájate. Y Gómez acota que La U “es una ventana de los descubrimientos de los jóvenes en la etapa universitaria”.
La revista se entregará gratuitamente en las universidades de la ciudad. También se tiene previsto repartirla en varios colegios, porque –manifiesta Gómez– los alumnos de bachillerato empezarán a sentir las inquietudes de los universitarios cuando egresen del colegio.
En la primera edición de la revista, que corresponde a noviembre, consta una entrevista al periodista deportivo Andrés Guschmer; una sesión de moda con María Antonieta Tanús, vicerreina de Guayaquil; un cuestionario de preguntas a Marcia Gilbert de Babra, concejala y rectora de la Universidad Casa Grande; y otros artículos.
Quienes deseen escribir notas y reportajes pueden hacerlo a revistalau@yahoo.com.
jueves, diciembre 01, 2005
Diciembre
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
En la tele y los periódicos nos bombardean con mensajes de paz, amor y el último televisor de 50 pulgadas que debemos comprar en cómodas cuotas mensuales. Los niños hacen un pacto de obediencia con sus padres a cambio de la promesa de un juguete. Los aeropuertos se rebosan de emociones a la espera del próximo avión cargado de emigrantes.
Está claro. Llegó diciembre. Y con diciembre llegan los toros y la farra a Quito, el calor a Guayaquil, los árboles de Navidad, el tráfico insoportable, las libras de más, los villancicos en las tiendas –que cada año empiezan más temprano–, los regalos, la alegría, la familia, la soledad, las fiestas de oficina, la tristeza en cada semáforo, las promesas de que a partir del próximo año dejaremos el cigarrillo, haremos más ejercicio, empezaremos ese proyecto archivado en el fondo del velador y seremos mejores que hoy.
Si todos fuéramos como prometemos ser el próximo año, este país y este mundo serían, como dice Paloma, una maravilla. Pero al final somos humanos y flaqueamos. Muchas promesas de diciembre se van postergando a febrero, y en mayo ya están olvidadas, para renacer un siguiente diciembre.
Pero afortunadamente no todas las promesas de diciembre terminan en el basurero de abril. Y el mundo avanza y progresa porque hay hombres y mujeres que se proponen algo y lo cumplen. Porque aunque sea difícil, muchos sí dejan el cigarrillo, madrugan todos los días a hacer ejercicio, inician ese nuevo proyecto que daba vueltas en la cabeza, hacen ese viaje tantos años postergado, y dan el paso que tanto miedo causaba.
Por eso diciembre es importante. Porque en diciembre creemos. Y en diciembre tomamos viada para el año que viene con todo el optimismo que estos tiempos nos permiten tener. Creemos que sí hay futuro, que se puede salir adelante como país, y que la gente se pondrá de acuerdo esta vez.
Diciembre es el momento ideal para iniciar los pasos grandes, los pasos importantes. En diciembre nuestro cada vez más borroso Presidente puede empujar las iniciativas difíciles, que aunque creen rechazo de los atrasapueblos de siempre, nos beneficien a todos en el largo plazo. Nuestro Presidente puede darse cuenta, mientras medita frente al árbol de Navidad, que el pueblo no votó por él, que el poder se encontró con él, y como tal, su misión es ser un presidente de transición que se preocupe por facilitar el trabajo de su sucesor, tomando las decisiones duras pero buenas para el país. Que en lugar de imaginar cómo se verá su retrato en el salón Amarillo, imagine cómo se verá el país cuando deje el poder.
Que en diciembre nuestros flamantes jueces sean fuertes y no cedan a las presiones de ninguno de esos políticos que han vivido ya demasiados diciembres en el poder. Y que trabajen por la verdadera justicia más allá de las amenazas y críticas. Buen momento para cambios, decisiones y firmeza, este diciembre.
En diciembre gana el optimismo. Que ese optimismo venza el tiempo y las tentaciones de volver a lo mismo. Como casi siempre, muchas promesas de diciembre acabarán quemadas junto al año viejo y ni siquiera alcanzarán a dar la vuelta a la página del calendario. A ver si esta vez es diferente. Que diciembre dure más allá de diciembre.
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
En la tele y los periódicos nos bombardean con mensajes de paz, amor y el último televisor de 50 pulgadas que debemos comprar en cómodas cuotas mensuales. Los niños hacen un pacto de obediencia con sus padres a cambio de la promesa de un juguete. Los aeropuertos se rebosan de emociones a la espera del próximo avión cargado de emigrantes.
Está claro. Llegó diciembre. Y con diciembre llegan los toros y la farra a Quito, el calor a Guayaquil, los árboles de Navidad, el tráfico insoportable, las libras de más, los villancicos en las tiendas –que cada año empiezan más temprano–, los regalos, la alegría, la familia, la soledad, las fiestas de oficina, la tristeza en cada semáforo, las promesas de que a partir del próximo año dejaremos el cigarrillo, haremos más ejercicio, empezaremos ese proyecto archivado en el fondo del velador y seremos mejores que hoy.
Si todos fuéramos como prometemos ser el próximo año, este país y este mundo serían, como dice Paloma, una maravilla. Pero al final somos humanos y flaqueamos. Muchas promesas de diciembre se van postergando a febrero, y en mayo ya están olvidadas, para renacer un siguiente diciembre.
Pero afortunadamente no todas las promesas de diciembre terminan en el basurero de abril. Y el mundo avanza y progresa porque hay hombres y mujeres que se proponen algo y lo cumplen. Porque aunque sea difícil, muchos sí dejan el cigarrillo, madrugan todos los días a hacer ejercicio, inician ese nuevo proyecto que daba vueltas en la cabeza, hacen ese viaje tantos años postergado, y dan el paso que tanto miedo causaba.
Por eso diciembre es importante. Porque en diciembre creemos. Y en diciembre tomamos viada para el año que viene con todo el optimismo que estos tiempos nos permiten tener. Creemos que sí hay futuro, que se puede salir adelante como país, y que la gente se pondrá de acuerdo esta vez.
Diciembre es el momento ideal para iniciar los pasos grandes, los pasos importantes. En diciembre nuestro cada vez más borroso Presidente puede empujar las iniciativas difíciles, que aunque creen rechazo de los atrasapueblos de siempre, nos beneficien a todos en el largo plazo. Nuestro Presidente puede darse cuenta, mientras medita frente al árbol de Navidad, que el pueblo no votó por él, que el poder se encontró con él, y como tal, su misión es ser un presidente de transición que se preocupe por facilitar el trabajo de su sucesor, tomando las decisiones duras pero buenas para el país. Que en lugar de imaginar cómo se verá su retrato en el salón Amarillo, imagine cómo se verá el país cuando deje el poder.
Que en diciembre nuestros flamantes jueces sean fuertes y no cedan a las presiones de ninguno de esos políticos que han vivido ya demasiados diciembres en el poder. Y que trabajen por la verdadera justicia más allá de las amenazas y críticas. Buen momento para cambios, decisiones y firmeza, este diciembre.
En diciembre gana el optimismo. Que ese optimismo venza el tiempo y las tentaciones de volver a lo mismo. Como casi siempre, muchas promesas de diciembre acabarán quemadas junto al año viejo y ni siquiera alcanzarán a dar la vuelta a la página del calendario. A ver si esta vez es diferente. Que diciembre dure más allá de diciembre.
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