Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Cuando Bush hijo se estrenó como presidente y aseguró que Latinoamérica sería una prioridad en su gobierno, le creímos esperanzados. Luego Bush empezó a ser Bush, con todas las barbaridades que eso implica. Invadió Iraq mientras Osama seguía vivito y coleando. Optó por imponer su voluntad antes que crear alianzas e integrarse a la comunidad internacional. Y Latinoamérica, bien gracias.
Hoy reaparecen los eternos latinoamericanos antiglobalización, antilibre comercio,
antiprogreso, que creen que en el estatismo, el autoritarismo y la represión en Cuba está el futuro. Ahí estaban en Argentina, reunidos con sus banderas del Che coreando olé, olé, olé Fidel. Seguían a un adelgazado Maradona que alaba a Fidel y a Cuba –y es que Cuba es linda cuando uno no es cubano y se llama Diego Armando–. Ahí estaba Hugo escupiendo otro de esos discursos llenos de recicladas frases patrióticas que suelen destruir países.
Lo preocupante de estas protestas, a las que ya estamos acostumbrados, no es únicamente que la gente siga alabando a Fidel y comprando el populismo de Chávez. Lo que preocupa es que muchos que nos oponemos a Fidel, Chávez y compañía, esta vez apoyábamos parcialmente las protestas, porque estamos en contra de Bush y la arrogancia de su gobierno. El bigotito hitleriano con que aparecía en las pancartas no le quedaba nada mal. Bush y su desastroso gobierno han logrado unir los más diversos grupos latinoamericanos tras la consigna principal en Mar del Plata: ¡fuera Bush!
La antipatía que despierta Bush, unida al oportunismo y carisma de Chávez, han creado un retroceso en el camino hacia una América integrada muy difícil de reponer en el corto plazo. Por ahora lo importante es que Latinoamérica entienda que Bush no es Estados Unidos. Bush es simplemente un resbalón de ocho años de un pueblo digno y fuerte que se equivocó al votar (¿no nos pasa eso a todos?). Latinoamérica no debe confundir las retorcidas políticas internacionales de Bush y Cheney con los positivos ideales “americanos” que han llevado a las instituciones y la sociedad de Estados Unidos a ser, en general, un ejemplo a seguir. Chávez y Fidel han sabido aprovechar este odio hacia Bush para fomentar el odio hacia Estados Unidos y todo lo bueno que ese país representa. Que Latinoamérica no se deje engañar.
Con todo lo malo de Bush, sus errores no llegan ni a los talones de la infamia de un Fidel que ha transformado a Cuba en una cárcel donde el pueblo se muere de hambre y desesperanza. Lástima que Bush haya desperdiciado la oportunidad histórica que brindaron los ataques de septiembre 11 para que Latinoamérica –y el mundo entero– se uniera a Estados Unidos, imitara sus virtudes y caminara hacia una región integrada.
Ojalá Latinoamérica pueda ver detrás de la incompetencia de Bush y reconocer las sólidas bases e instituciones estadounidenses dignas de imitar. Que vea detrás del
carisma de Fidel y sus imitadores y reconozca el sufrimiento, la miseria y las injusticias que vive el pueblo cubano.
Que entendamos que ningún país ha progresado cerrando sus fronteras. Y que a pesar de Bush, nuestra salida del atraso y la pobreza está en la integración, el libre comercio y un Estado reducido, como lo apoya Estados Unidos, y no en el autoritarismo, proteccionismo y estatismo de Fidel, Chávez y, ¡ay! Maradona.