Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador
Rosa Parks se negó a cederle su puesto en el bus a un hombre blanco. Rosa era negra en la Alabama de los cincuenta, cuando la segregación era la norma. Pero Rosa no se dejó. Cuando el chofer del bus le pidió que se moviera a los asientos de atrás para darle su lugar a un hombre blanco, ella dijo no. Fue arrestada y multada como lo establecía la ley. Pero su encierro no fue en vano. Dio inicio a todo un movimiento por los derechos civiles liderado por un joven Martin Luther King Jr.
Rosa no pretendía iniciar ningún movimiento. Era simplemente una mujer humilde cansada de tener que obedecer las estúpidas leyes que la convertían en un ciudadano de segunda. Pero hizo algo valiente en el momento histórico preciso.
Hoy el ejemplo de Rosa es importante, sobre todo en este estancado y corrupto Tercer Mundo. En Estados Unidos existen injusticias imposibles de evitar como en cualquier lugar, pero en general la ley funciona y es justa. Acá en cambio necesitamos nuestras Rosas, hombres y mujeres valientes y decididos que desafíen las injusticias que a diario vivimos.
Podemos ser como Rosa cuando un vigilante nos pida para las colas. Rosa diría: cíteme nomás que yo no le doy un centavo. Podemos ser como Rosa cuando vemos negociados a nuestro alrededor. Rosa no se quedaría callada y denunciaría la corrupción. Estoy seguro de que Rosa movería cielo y tierra para que el Seguro Social la trate con dignidad y haga su trabajo. Como Rosa, no debemos ceder nuestros derechos.
Aquí no son las leyes sino los hombres los que segregan. Diputados que le quitan el puesto del bus al pueblo que votó por ellos, para cedérselo a los intereses del jefe del partido; burócratas centralistas que segregan ciudades y provincias para mantener contentos a sus vecinos de la capital y sus eternos cheques a fin de mes; profesores de la UNE que mandan a los asientos del fondo a la educación de los niños para ellos sentarse muy cómodos en la primera fila de su incompetencia.
Cuando las leyes no funcionan se las debe enfrentar y cambiar. Cuando la gente no funciona, debe renovarse. Rosa luchó por eso. Hoy tenemos la propuesta de una Constituyente para cambiar las cosas. Desconfío de lo que se pueda hacer en ella, pero al menos indica un deseo de renovación. El verdadero cambio vendrá cuando tengamos más de una Rosa diputada que se niegue a seguir el juego de la confrontación y los intereses ocultos y les abra los ojos a los demás. Cuando más de uno se niegue a cederle su puesto a los prepotentes de siempre y su acto no quede aislado, sino que reciba el apoyo popular y de un líder dispuesto a encabezar la marcha.
Rosa Parks murió este lunes a sus noventa y dos años. Su coraje no muere para los millones de negros en Estados Unidos que hoy se pueden sentar donde les dé la gana.
Rosa Parks se quedó en su asiento y desobedeció una ley injusta. Es difícil combatir la injusticia como lo hizo Rosa. Hay que ser muy valiente. Pero si se está en el lugar y el momento preciso, ese acto de valentía puede ir muy lejos.
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