Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
Nuestros políticos tienen un problema: no saben jubilarse. Se creen indispensables para el pueblo que alguna vez los siguió y hasta idolatró entre barras, multitudes y triunfos electorales. Se aferran a sus partidos y al poder. No entienden que su eterna presencia ya no ayuda a nadie, que no son imprescindibles.
No solo en Ecuador, en toda Latinoamérica nuestros políticos han sufrido en estos últimos años de estos aires de grandeza. Ex presidentes se niegan a dejar el poder y han vuelto una y otra vez a la contienda electoral, empeñados en continuar dirigiendo el destino de sus partidos y países. En Perú, Bolivia y Ecuador los hemos visto ir y venir sin fin. Los mismos rostros de siempre que se niegan a ceder posiciones en sus partidos y a aceptar que su turno ha pasado.
Sería bueno que nuestros eternos políticos aprendieran de los presidentes gringos. Llegan a la Casa Blanca, hacen lo que tienen que hacer, a veces bien y a veces mal, y cuando llega el día de partir, hacen sus maletas y se van. Saben jubilarse de la vida política. Por tradición dan paso a la siguiente generación de políticos.
En Latinoamérica la tradición política parece dictar lo contrario. Que no se le ocurra a ningún nuevo líder ocupar mi lugar. En este país y en este partido mando yo y mandaré hasta mi muerte. Como antiguos dictadores ejercen el poder que su nombre les da y evitan que sus partidos crezcan y evolucionen. Al final, solo le hacen daño al país que dicen querer y defender. Y dejan huérfanas de nuevos líderes a las siguientes generaciones.
En nuestro país, lo normal sería que con el éxito de varios gobiernos locales, miles de jóvenes serios y preparados corran a enlistarse en las filas de los partidos políticos responsables de este éxito. Sin embargo, no veo ninguna cola en las afueras de las sedes de los partidos. Desconfiamos de los partidos políticos. En el Congreso los partidos hacen desaparecer cualquier orgullo que sentimos a nivel municipal. Mientras los mismos de siempre sigan a la cabeza, los jóvenes no se sentirán atraídos a los partidos. No ven cambio. No ven futuro.
La pasión por el poder de unos cuantos está matando a nuestros partidos latinoamericanos. Estas entidades que pudieron ser la base y el soporte de nuestra democracia son en cambio las trincheras de dirigentes vitalicios que se niegan a jubilar. Jóvenes serios, trabajadores y comprometidos con el país no se sienten representados, y prefieren mantenerse al margen de la política antes que tratar con los jefes políticos de siempre. Si bien algunos de estos eternos políticos se han jubilado finalmente, o dicen haberlo hecho, les tomó demasiado tiempo. Intentaron regresar al poder más de una vez, evitaron formar a nuevos líderes, y sus partidos quedaron con terribles vacíos.
Que llegue pronto el día en que se jubilen los eternos políticos latinoamericanos y empiece el cambio. Que no sigan sofocando a sus partidos y a sus países. Que se vayan a descansar. Que entiendan que sus países estarían mejor con su retiro. Que abran nuevos espacios. Perdieron la oportunidad de formar nuevos líderes que tomen la posta. Ahora lo mejor que pueden hacer por sus partidos y sus países es hacerse a un lado.
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