Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
“¿Dónde estaban los jóvenes de Guayaquil cuando la juventud quiteña protestaba en las calles?”, preguntó uno de los panelistas quiteños en la mesa redonda organizada por la Universidad Casa Grande sobre ‘Los jóvenes y la nueva política’. Doce jóvenes, quiteños y guayaquileños, participamos este martes en este interesante y refrescante foro cargado de ganas, rabia y esperanza.
Pero algo me preocupó. Si la posición de quienes participamos en el foro representa, de alguna forma, la posición de los jóvenes en Quito y Guayaquil, me quedó una cosa clara: los jóvenes guayaquileños y quiteños vemos la política a través de lentes distintos. Más allá de la visión común propia del idealismo juvenil, de los deseos de un país unido y próspero, y de la voluntad para luchar contra la corrupción y los males políticos; nuestra visión se enfoca en áreas distintas que parecen a veces no conciliarse.
Los guayaquileños vemos a través del lente local, el lente de la autonomía. A pesar de nuestra preocupación por las cortes, el Congreso y Carondelet, preferimos enfocar nuestras energías en lo que se está logrando y se puede lograr a nivel local. Vemos una alcaldía eficiente que provoca una onda positiva entre los jóvenes. Vemos un futuro para el país en el trabajo por lo local, en la aceptación de las diferencias regionales y en el fin del centralismo represivo. Antes que lanzar piedras a las cortes y presidentes que nos avergüenzan, hemos preferido apoyar al Municipio que nos enorgullece.
Los jóvenes quiteños, reflejados en las opiniones de los panelistas, en cambio, ven su intervención en política como una lucha por lo nacional. Si bien muchos aceptan las autonomías, no les queda del todo clara su relación con el bienestar nacional. Ven la intervención en política como la batalla contra todos quienes han venido robándose el país y las estructuras que han permitido tantos atracos. Saben por experiencia que desde los parques y calles se pueden lograr cambios inmediatos. Y ahora debaten y planean los medios para lograr cambios de fondo.
Ambas posiciones de lucha y visión política son válidas y positivas. Lo importante ahora es lograr que se complementen. Los jóvenes quiteños y guayaquileños deben comprender sus luchas y cómo estas se afectan mutuamente. Que el joven quiteño protestando frente a Carondelet, envuelto en una bandera tricolor, entienda que la lucha del joven guayaquileño, con su brazalete celeste y blanco y su grito de autonomía, hace más fuerte la protesta en Quito. Y que el joven guayaquileño reconozca que su lucha por lo local no puede prescindir de cambios a nivel nacional. Un panelista quiteño preguntó que cómo podía el Alcalde de Guayaquil convocar marchas por la seguridad local y la independencia de los bomberos, cuando el país requería una lucha nacional. No entendía el panelista que exigirle sin descanso al Gobierno central que cumpla con los gobiernos locales es una lucha más efectiva por el cambio nacional que tirar piedras a ventanas ministeriales. Luchar contra el centralismo y el Estado obeso a favor de la autonomía contribuye directamente a la lucha en las calles quiteñas contra la corrupción y el abuso. Guayaquil rectifica males nacionales con su lucha autonómica. Entendamos eso de una vez por todas.
Y entonces, “¿dónde estábamos los jóvenes de Guayaquil cuando la juventud quiteña protestaba en las calles?”. Estábamos apoyando a los forajidos desde nuestras aulas y puestos de trabajo, entendiendo que las protestas en Quito eran importantes para cambios inmediatos, y que la lucha por la autonomía es crucial para los cambios de fondo.
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