Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
Todos queremos un buen vecino. Que no haga mucho ruido. Que saque la basura y tenga todo limpio. Que pague a tiempo la cuota del condominio. Que sea cordial y respetuoso. Los buenos vecinos nos hacen la vida más fácil. Y muchas veces van más allá: nos ayudan a cambiar el foco quemado, cuidan a nuestros hijos cuando salimos, o nos brindan compañía en un momento difícil. Esos son los vecinos que todos buscamos. El tipo del apartamento de al lado con olor intenso a cerveza y farras a todo volumen hasta las cinco de la mañana no es precisamente el vecino ideal. Sus días en el condominio están contados.
Nuestras empresas son otra clase de vecinos. Vecinos cruciales en nuestras vidas. Vecinos que a veces nos echan su basura y nos causan enfermedades, y otras veces invierten en nuestra salud y nuestra educación. Vecinos que pueden avergonzarnos por su trato a sus empleados, o que nos enorgullecen al ver cómo trabajan por su bienestar.
Este martes, el simposio internacional ‘La Responsabilidad Social Frente a los Desafíos del Desarrollo Local y la Globalización’, organizado por el Consorcio Ecuatoriano para la Responsabilidad Social (Ceres), la Fundación LANN Nobis y la Fundación Esquel, analizó justamente el tipo de vecinos que son y pueden ser nuestras empresas. Y el tipo de vecinos que queremos y podemos ser como empresarios dentro de una sociedad y un país.
Las distintas conferencias de empresarios nacionales y extranjeros y representantes de fundaciones empresariales mostraron ejemplos claros de una serie de buenos vecinos que trabajan en nuestro continente. Empresas que han acogido el crucial papel que juegan en la sociedad y han integrado a su estrategia de negocio una visión social.
No se necesita de empresarios filantrópicos y caritativos para lograr que sus empresas pongan la responsabilidad social corporativa como una meta tan importante como su crecimiento económico. Se necesitan, simplemente, empresarios inteligentes que entiendan que la responsabilidad social es un buen negocio.
La imagen positiva de una empresa se vuelve tan importante como el producto que vende. Un porcentaje significante de los consumidores prefiere un producto de la empresa A sobre otro de la empresa B, si sabe que la empresa A realiza algún tipo de obra social o apoya alguna buena causa. Y en muchos casos, los consumidores estarían incluso dispuestos a pagar más por el producto de esta empresa. Entonces, ser una empresa que promueve una buena calidad de vida para sus empleados, una relación positiva con la comunidad y el medio ambiente y un comportamiento ético en todas sus actividades, elementos fundamentales de la responsabilidad social corporativa, no es solo humanitario sino también un gran negocio.
Las grandes empresas del continente y muchas de nuestro país han entendido que ser buenos vecinos es saludable y rentable. Saben que no conviene ser el vecino de al lado con su olor a cervezas y sus farras que enloquecen al barrio. Entienden que tarde o temprano ese comportamiento provocará un rechazo entre sus vecinos los consumidores.
Todos acogemos y le damos la bienvenida al buen vecino. Que cada día sean más. Que, juntas, nuestras empresas y comunidades puedan cantar como el Chavo del 8: “Qué bonita vecindad”. Y ya veremos que así nuestras empresas valdrán mucho más que “medio centavo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario