Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
A veces despertamos llenos de esperanzas, para al siguiente día sentir que nada avanza. El país sigue cojeando. Las noticias dan ganas de llorar… Pero yo estoy feliz y prefiero sonreír. Mañana me caso. Por la Iglesia, que hace años no visito. Por amor, que es lo que importa. Llegaré junto a mi primera mujer, y saldrá tomada de mi brazo mi nueva mujer.
Mi primera mujer me quería y cuidaba antes de conocerme. Cuando me vio, lloró emocionada. Me atendía, me cantaba, me besaba; mientras yo solo chillaba y me orinaba. Ella me enseñó a caminar, a levantarme al caer, a compartir, a lavarme los dientes, a no poner los codos sobre la mesa, a decir gracias y por favor. Alguna vez su zapatilla se encontró certera con mi pobre nalga. Pero luego sus abrazos y besos me calmaban. Mi primera mujer me llevó al colegio, a las primeras fiestas y al doctor. Muchas noches nos dijimos adiós en el aeropuerto. Y cada semana, sin falta, su llamada sonaba alegre en mi cuarto extranjero. Mi primera mujer me esperaba nerviosa cada madrugada de tragos y farra, hasta que llegara sano y salvo a la casa. Mi primera mujer aún me engríe, me consiente, me anima. Ella caminará a mi lado hasta el altar tan guapa, tan madre, tan mía.
Mi nueva mujer me derritió con sus ojos profundos, su sonrisa y su cerebro en medio de la nieve de Nueva York. Nuestras manos se juntaron entre alertas naranja, la estúpida guerra de Bush, libros, clases, vino tinto, el restaurante italiano de la esquina, inviernos helados, primaveras eternas y el gran apagón. Caminamos enamorados por el Parque Central y las callecitas del Village, hasta que el río Guayas reemplazó al Hudson como testigo de nuestros besos, y nuestro calorcito costeño dejó atrás el frío gringo invierno. Mi nueva mujer me quiere, yo la quiero, y nada más importa si estamos juntos. Ella toma mi mano, me da un beso y me cura cualquier amargura. Ya la veo llegar hacia mí camino al altar, tan linda, tan novia, tan mía.
Empiezo mañana una familia, mientras sueño en el Ecuador que quiero para ella. Sueño en un país que invierte en el futuro de mis hijos y no en la limusina de algún burócrata. Sueño que no tendré que resguardar a mi familia tras murallas, guardias y garitas, y que como lo hicieron mis padres y abuelos, caminaremos tranquilos por las calles del centro. Sueño en un país donde ser honesto sea una virtud admirada y no una debilidad en la política y los negocios. Sueño que en cinco años no tendré que escribir para criticar el centralismo represivo y agobiante que vivimos, sino para festejar el progreso, la unión y la libertad de un país con autonomías. Sueño que la educación para todos deja de ser un sueño. Que civiles, militares, burócratas, empresarios, políticos, sacerdotes, artistas, académicos, forajidos y mi vecino ponemos el hombro por un país donde la realidad sea casi tan buena como los sueños.
Hoy soy optimista frente al futuro. Termino mi recorrido con la mujer que me dio vida y me guió mientras crecía. Inicio el viaje con la mujer que me llena, me enloquece, me enamora. Empiezo a soñar en el nuevo Ecuador. Gracias a mis dos mujeres por caminar a mi lado, por darme motivos para creer y soñar. Te quiero mami. Te amo cholita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario