Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
En medio de tantas tonterías del gobierno de Bush, estos últimos días ha salido una propuesta con sentido, digna de ser imitada. El gobierno gringo ha decidido cerrar varias bases militares. A pesar de encontrarse en medio de una guerra absurda y de ser el centro de potenciales ataques terroristas, el gobierno republicano ha entendido que no es necesario conservar bases creadas para guerras del pasado.
Pienso en nuestras Fuerzas Armadas. No estamos en guerra con ningún país ni parece que lo estaremos en un futuro. No tenemos amenazas terroristas, más allá de la infiltración de la guerrilla colombiana. Nuestras verdaderas amenazas son de otro tipo: pobreza, violencia interna, ignorancia. Pero, a pesar de la relativa tranquilidad que gozamos, nuestras Fuerzas Armadas se llevan una tajada exagerada del pastel de nuestro presupuesto nacional, mientras nuestros niños llegan con hambre a escuelas sin bancas ni techos, a recibir clases de maestros mal pagados y mal capacitados.
Si los gringos en medio de una guerra y amenazas terroristas entienden que no necesitan tantas bases, los ecuatorianos debemos dar el paso seguro y frontal de reestructurar nuestras Fuerzas Armadas, impedir que intervengan en actividades ajenas a sus funciones y asignarles fondos razonables que sean utilizados eficientemente. Así, nuestro Ministro de Finanzas en lugar de buscar fondos para proyectos sociales con estrategias que ahuyentan a inversionistas extranjeros, podría conseguirlos directamente de los millones que dejarían de destinarse para balas que nunca se dispararán y privilegios de nuestras Fuerzas Armadas que impiden la libre competencia y el desarrollo de nuestras empresas.
¿Qué tal si este Gobierno da un primer paso, pequeño pero gigante? Que la Base de Salinas pase a manos de Salinas. Es absurdo que la mejor parte de Salinas no pueda desarrollarse por ser privilegio de uniformados. Eliminando la Base de Salinas y abriéndola al desarrollo turístico se crearían cientos de trabajos directos e indirectos y se daría un impulso importantísimo a la Península. Ya imagino nuevos hoteles, condominios, restaurantes. Ya veo a miles de turistas extranjeros y locales disfrutar las playas que hoy pertenecen a unos pocos. Ya siento el bienestar de la gente de la Península gozando del trabajo que traen las nuevas inversiones. Y no me vengan con el cuento de que la posición estratégica de la Base es indispensable para nuestra seguridad. El país no necesita esa Base para su protección. Necesita unas Fuerzas Armadas prácticas, capacitadas y bien formadas para las amenazas actuales, el resto debe ser dominio exclusivo de los civiles.
Nuestras Fuerzas Armadas realizan una labor esencial para garantizar nuestra libertad. Pero, todo lo bueno que pueda venir de los uniformados no justifica los desmedidos privilegios de la cúpula militar. Que llegue el día en que podamos caminar libremente por la playa de Chipipe sin tener que detenernos para que unos cuantos uniformados disfruten de su arena privada. Que llegue el día en que los desfiles militares dejen de mostrarnos piruetas de aviones que nunca irán a una guerra y empiecen a mostrarnos hombres y mujeres profesionales listos para combatir la violencia interna. Que llegue el día en que nuestros gobiernos puedan concentrarse en la educación y desarrollo de la gente, destinándoles los recursos que se pierden en regalitos, privilegios y condecoraciones para mantener contentos a nuestros uniformados.
Con este primer paso en Salinas caminaríamos con firmeza hacia una correcta distribución del presupuesto nacional y explotación de nuestros recursos y nuestras Fuerzas Armadas entenderían que deben renovarse o renovarse.
jueves, mayo 26, 2005
jueves, mayo 05, 2005
A mis dos mujeres
Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
A veces despertamos llenos de esperanzas, para al siguiente día sentir que nada avanza. El país sigue cojeando. Las noticias dan ganas de llorar… Pero yo estoy feliz y prefiero sonreír. Mañana me caso. Por la Iglesia, que hace años no visito. Por amor, que es lo que importa. Llegaré junto a mi primera mujer, y saldrá tomada de mi brazo mi nueva mujer.
Mi primera mujer me quería y cuidaba antes de conocerme. Cuando me vio, lloró emocionada. Me atendía, me cantaba, me besaba; mientras yo solo chillaba y me orinaba. Ella me enseñó a caminar, a levantarme al caer, a compartir, a lavarme los dientes, a no poner los codos sobre la mesa, a decir gracias y por favor. Alguna vez su zapatilla se encontró certera con mi pobre nalga. Pero luego sus abrazos y besos me calmaban. Mi primera mujer me llevó al colegio, a las primeras fiestas y al doctor. Muchas noches nos dijimos adiós en el aeropuerto. Y cada semana, sin falta, su llamada sonaba alegre en mi cuarto extranjero. Mi primera mujer me esperaba nerviosa cada madrugada de tragos y farra, hasta que llegara sano y salvo a la casa. Mi primera mujer aún me engríe, me consiente, me anima. Ella caminará a mi lado hasta el altar tan guapa, tan madre, tan mía.
Mi nueva mujer me derritió con sus ojos profundos, su sonrisa y su cerebro en medio de la nieve de Nueva York. Nuestras manos se juntaron entre alertas naranja, la estúpida guerra de Bush, libros, clases, vino tinto, el restaurante italiano de la esquina, inviernos helados, primaveras eternas y el gran apagón. Caminamos enamorados por el Parque Central y las callecitas del Village, hasta que el río Guayas reemplazó al Hudson como testigo de nuestros besos, y nuestro calorcito costeño dejó atrás el frío gringo invierno. Mi nueva mujer me quiere, yo la quiero, y nada más importa si estamos juntos. Ella toma mi mano, me da un beso y me cura cualquier amargura. Ya la veo llegar hacia mí camino al altar, tan linda, tan novia, tan mía.
Empiezo mañana una familia, mientras sueño en el Ecuador que quiero para ella. Sueño en un país que invierte en el futuro de mis hijos y no en la limusina de algún burócrata. Sueño que no tendré que resguardar a mi familia tras murallas, guardias y garitas, y que como lo hicieron mis padres y abuelos, caminaremos tranquilos por las calles del centro. Sueño en un país donde ser honesto sea una virtud admirada y no una debilidad en la política y los negocios. Sueño que en cinco años no tendré que escribir para criticar el centralismo represivo y agobiante que vivimos, sino para festejar el progreso, la unión y la libertad de un país con autonomías. Sueño que la educación para todos deja de ser un sueño. Que civiles, militares, burócratas, empresarios, políticos, sacerdotes, artistas, académicos, forajidos y mi vecino ponemos el hombro por un país donde la realidad sea casi tan buena como los sueños.
Hoy soy optimista frente al futuro. Termino mi recorrido con la mujer que me dio vida y me guió mientras crecía. Inicio el viaje con la mujer que me llena, me enloquece, me enamora. Empiezo a soñar en el nuevo Ecuador. Gracias a mis dos mujeres por caminar a mi lado, por darme motivos para creer y soñar. Te quiero mami. Te amo cholita.
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
A veces despertamos llenos de esperanzas, para al siguiente día sentir que nada avanza. El país sigue cojeando. Las noticias dan ganas de llorar… Pero yo estoy feliz y prefiero sonreír. Mañana me caso. Por la Iglesia, que hace años no visito. Por amor, que es lo que importa. Llegaré junto a mi primera mujer, y saldrá tomada de mi brazo mi nueva mujer.
Mi primera mujer me quería y cuidaba antes de conocerme. Cuando me vio, lloró emocionada. Me atendía, me cantaba, me besaba; mientras yo solo chillaba y me orinaba. Ella me enseñó a caminar, a levantarme al caer, a compartir, a lavarme los dientes, a no poner los codos sobre la mesa, a decir gracias y por favor. Alguna vez su zapatilla se encontró certera con mi pobre nalga. Pero luego sus abrazos y besos me calmaban. Mi primera mujer me llevó al colegio, a las primeras fiestas y al doctor. Muchas noches nos dijimos adiós en el aeropuerto. Y cada semana, sin falta, su llamada sonaba alegre en mi cuarto extranjero. Mi primera mujer me esperaba nerviosa cada madrugada de tragos y farra, hasta que llegara sano y salvo a la casa. Mi primera mujer aún me engríe, me consiente, me anima. Ella caminará a mi lado hasta el altar tan guapa, tan madre, tan mía.
Mi nueva mujer me derritió con sus ojos profundos, su sonrisa y su cerebro en medio de la nieve de Nueva York. Nuestras manos se juntaron entre alertas naranja, la estúpida guerra de Bush, libros, clases, vino tinto, el restaurante italiano de la esquina, inviernos helados, primaveras eternas y el gran apagón. Caminamos enamorados por el Parque Central y las callecitas del Village, hasta que el río Guayas reemplazó al Hudson como testigo de nuestros besos, y nuestro calorcito costeño dejó atrás el frío gringo invierno. Mi nueva mujer me quiere, yo la quiero, y nada más importa si estamos juntos. Ella toma mi mano, me da un beso y me cura cualquier amargura. Ya la veo llegar hacia mí camino al altar, tan linda, tan novia, tan mía.
Empiezo mañana una familia, mientras sueño en el Ecuador que quiero para ella. Sueño en un país que invierte en el futuro de mis hijos y no en la limusina de algún burócrata. Sueño que no tendré que resguardar a mi familia tras murallas, guardias y garitas, y que como lo hicieron mis padres y abuelos, caminaremos tranquilos por las calles del centro. Sueño en un país donde ser honesto sea una virtud admirada y no una debilidad en la política y los negocios. Sueño que en cinco años no tendré que escribir para criticar el centralismo represivo y agobiante que vivimos, sino para festejar el progreso, la unión y la libertad de un país con autonomías. Sueño que la educación para todos deja de ser un sueño. Que civiles, militares, burócratas, empresarios, políticos, sacerdotes, artistas, académicos, forajidos y mi vecino ponemos el hombro por un país donde la realidad sea casi tan buena como los sueños.
Hoy soy optimista frente al futuro. Termino mi recorrido con la mujer que me dio vida y me guió mientras crecía. Inicio el viaje con la mujer que me llena, me enloquece, me enamora. Empiezo a soñar en el nuevo Ecuador. Gracias a mis dos mujeres por caminar a mi lado, por darme motivos para creer y soñar. Te quiero mami. Te amo cholita.
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