Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador
Nuestra identidad guayaquileña pesa cada día más, en especial en estos tiempos en que renace nuestra ciudad y el tema de la autonomía despierta de su siesta. Cada vez nos emociona más un “¡Viva Guayaquil!” que un “¡Viva el Ecuador!”. La tarde de la gran marcha por Guayaquil las banderas tricolores quedaron olvidadas en nuestro pequeño cajón nacionalista, esperando el próximo partido de fútbol de la selección para volver a flamear.
No hay nada de malo en sentirse guayaquileño o quiteño o cuencano antes que ecuatoriano. Estamos en nuestro derecho de acoger nuestra identidad más cercana, la que nos representa mejor, sea esta nuestra familia, gremio, ciudad, país o cualquier otra. Portamos, según la ocasión, distintas banderas con los colores de nuestra identidad, que idealmente deben complementarse para flamear juntas. Gritar a todo pulmón un gol de Barcelona hoy no impide que mañana gritemos un gol de la selección. De igual forma, el apoyo incondicional a la ciudad y lo local no debe excluir el apoyo al país y lo nacional.
Sin embargo, pareciera como si el grito por Guayaquil nos aleja a veces del grito por Ecuador. Como si la bandera de nuestra identidad guayaquileña flameara incómoda junto a la ecuatoriana. Como si al decir autonomía pensáramos en separación; y no todo lo contrario, integración del país a través de la autogestión de sus ciudades y regiones.
Vamos por el camino equivocado cuando nuestra identidad guayaquileña no se complementa con la ecuatoriana. Cuando la camiseta tricolor nos queda bien solo con algún triunfo deportivo o artístico, pero nos aprieta en el ámbito político. Cuando pensamos que el éxito de Guayaquil solo se da separado del país y no con el país y por el país.
No equivoquemos nuestra lucha. Cuántas veces he escuchado decir que Guayaquil no necesita del resto del país, que Guayaquil estaría mejor solo y totalmente independiente. Guayaquil necesita del país y el país necesita a Guayaquil. No confundamos la lucha por la autonomía como una lucha contra Quito. Todo lo contrario. Esta es la lucha por Quito, por Cuenca, por Manta, por el país contra el centralismo y su burocracia privilegiada. Esta es la lucha por darle a cada región el manejo de sus recursos para tomar sus propias decisiones y ejecutar sus propios planes. La lucha para jubilar de una vez por todas al burócrata parásito que se engorda del centralismo ineficiente. La lucha por la autonomía que une al país, al permitir a cada ciudad y región trabajar juntos sabiendo que cada uno maneja lo suyo, y no como hoy, separados y en conflicto al saber que otro se lleva lo que no le corresponde.
Avancemos hacia la autonomía con una visión integradora, una visión nacional. Guayaquil será más ciudad si Ecuador es más país. Que el grito de ¡Viva Guayaquil! vaya siempre unido al de ¡Viva el Ecuador! Que los guayaquileños miremos más allá del Guayas y el Daule, trabajando con los colores del país en nuestra mente y buscando la autonomía en beneficio de Guayaquil y el país entero, y no de Guayaquil a pesar del país. Y que el Gobierno trabaje por el progreso de Costa, Sierra, Oriente y Galápagos a través de un plan de descentralización y autonomías regionales integral. Solo así hablaremos de un Ecuador unido y de una identidad tan ecuatoriana como ya lo es guayaquileña.
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